Me voy a defender
“Hay un pacto entre
los machos: ¡Hay que aterrorizarlas!
Conrado Cuevas
Alí Desirée Cuevas fue hija,
hermana, mujer. Alí Desiré fue una persona que sabía que quería y que no
quería. Ella sabía que quería y que no.
Ella sabía con quien quería estar y con quien no. Y por esa razón fue asesinada.
Feminista comprometida con la gran
causa humana: un mundo más justo y falleció en manos de uno que de los dientes
para afuera también decía querer lo mismo. Sí, así es. De los dientes para
afuera, pues jamás rompió con el pacto milenario.
Hay un pacto, claro que hay un
pacto. ¡Qué ninguna mujer se atreva a desafiar a ningún hombre! ¡Qué ninguna
mujer ose romper con el hombre que ya decidió que es su dueño! ¡Qué ninguna
intente levantar la voz! ¡Qué no se atreva ninguna!
¿Cuándo se habrá firmado ese pacto?
Hace mucho, mucho tiempo. ¿Está escrito en piedra? A pesar de lo pensado por
muchos salvajes, no lo está. ¡No está
escrito en piedra! Entonces, ¿por qué coño siguen los feminicidios?
Porque hay una matriz que garantiza
que, generación tras generación, se realice la adhesión al pacto. Cultura
patriarcal. Una forma antiquísima de educar a los hombres como machos
dominantes y a las mujeres como muebles desechables. Y Alí Desirée Cuevas no
aceptó reducirse a ser un majado sofá.
Cerca de cuatro mil millones de
mujeres habitan el planeta. ¿Qué ocurriría si todas ellas asumieran el papel de
mueble? Regresaríamos a las cavernas. Porque sucede que nunca lo han sido. Y
ese es el meollo del pacto: una obcecada negación del papel histórico de las
mujeres. De que las Alí del mundo están aquí y no tienen porque ocultarse.
2 comentarios:
Muy bueno su artículo, como siempre, David. El mismo se constituye en una denuncia necesaria, contundente y valiente acerca de ese flagelo que conforma uno de los tantos que, en pleno siglo XXI, aún sojuzgan a ese 57,13% que conformamos las féminas, con respecto a la población mundial.
En mis cavilaciones al respecto y sin dejar de lado el hecho de que en nuestras sociedades se propende a fomentar la segregación de género y el machismo, fundamental y básicamente por las razones económicas en que se sustentan ambos, siempre me pregunto cuántas madres, de esa enorme cifra de mujeres que conforman dicha población, con acceso o no a la educación, toman conciencia de este aberrante estado de cosas y, desde los más tempranos años de sus vástagos, proceden a cortar de manera definitiva con los diferentes y discriminatorios roles asignados a las niñas y a los varones, para no continuar constituyéndose en las principales y más directas protagonistas e irresponsables clonadoras de aquellos patrones culturales que promueven y perpetúan la segregación de género antes mencionada.
Horrible vivencia. Lamentablemente una gran cantidad de mujeres viven esta realidad. Pero también es triste saber que en muchos de estos hogares crecen hijos con este patrón de convivencia y de crianza, que al crecer se convierten en hombres dominantes sin aprender a valorarse a si mismos y a las mujeres, incluyendo a su progenitora. Nos queda una misión clara: educar a nuestros hijos con un marcado conocimiento del valor igualitario de las mujeres. Igual educar a nuestra hijas, a distinguir las señales del comportamiento dominante de algunos hombres y comprender que no es muestra de un amor profundo de la pareja.
En otros paises esta forma de vivencia forma parte de la cultura, pero en nuestro Panamá no.
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