Contrastes
“La literatura es
como echar una botella al agua y esperar a ver a quien le llegó.”
Laura
Restrepo
Una década y 400 cibertículos. Diez
años y miles de aprendizajes. 120 meses y cientos de transformaciones
fundamentales. 520 semanas y decenas de pasos esenciales para la
profesionalización. 3 650 días y una inmensa satisfacción.
En estas últimas 8 760 horas he
aprendido que para mí escribir no es un pasatiempo, es una profesión. Y no sólo
por el hecho de que, en algún momento, me representó ingresos (estos
cibertículos fueron publicados durante un lustro en un diario de la localidad y por cinco números aparecieron en una revista). No. No es así. Al publicar
semanalmente fui moldeando mi cotidianidad con el compromiso de escribir.
En estos últimos 525 600 minutos mi
persona quedó transformada totalmente, es que descubrí que los temas que más me
apasionan tienen que ver directamente con la filosofía de vida, con mi ética
personal. Y sí, sí tengo una moral personal. Y no, no me escudo bajo el título
de poeta y escritor para ser un desastre. Tengo una moral que incluye no ser perfecto.
En estos últimos 31 536 000 segundos
fui colonizado por una atípica satisfacción. La del raro. En mi adolescencia
aprendí a ser raro y a sobrevivir al que dirán. Ahora, cuando voy rumbo a la
tercera edad, me siento orgulloso de haber sido fiel y leal a mi raritud. Esa
experiencia está reflejada en estos 400 textos. Ser raro es salirse del marco de la normalidad y es tan normal ser esclavo.
Por estos cibertículos no me van a
dar el Premio Nacional de Literatura, los envío al ciberespacio sin saber cual
será su destino, pero lo hago sabiendo que los escribí con un alto grado de
profesionalismo, tal como se lo merecen todos los lectores del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario