jueves, 26 de abril de 2012

PANAMÁ: ¿TERRITORIO HOSTIL?


Llegó la hora
 
“Pero es su escasa incidencia política en las instituciones reales del poder y su rechazo a utilizarlas para revertir la situación, donde radica su talón de Aquiles.”
 Marcos Roitman Rosenmann
Encontrar una oración, una frase o un refrán donde las palabras Panamá y hostil convivan bajo el mismo techo, no sólo es poco común, es casi inverosímil. Somos la nación del pro mundi beneficio. Turistas, inmigrantes e inversionistas así lo constatan. ¿Será igual para los nacionales? Me interesa, específicamente, lo que concierne al quehacer literario.
Para contestarme, usaré una táctica abominable, voy a comparar. Hace unas semanas leí el informe de cierre del año 2011 del Programa Promoción de la Literatura Nicaragüense llevado adelante por el Foro Nicaragüense de Cultura. Casi muero de la impresión. ¿Cómo en Nicaragua, un país cuya economía apenas si supera un tercio de la panameña, pueden registrarse datos tan significativos?
Veamos las cifras. El equipo responsable del mencionado programa está formado por 42 mujeres y hombres de diversas áreas profesionales, en especial, por escritores y escritoras, docentes universitarios y críticas y críticos literarios. Una vez escuché que en Panamá el individualismo tiene tal fuerza que en un grupo de tres personas, dos son gobierno y una es la oposición. Nos cuesta formar equipos de trabajo y más entre literatos.
Un dato muy importante, más de la mitad del equipo tiene su campo de acción fuera de la ciudad capital, fuera de Managua. Si nuestro país fuese representado por un cuerpo humano, tal organismo cargaría sobre sus hombros una enorme cabeza; así de inmenso es el centralismo en Panamá.
El equipo visitó 113 centros de estudios de doce departamentos y dos regiones autónomas (de un total de 18). Colegios, escuelas, escolares. ¿En Panamá podemos aspirar a que los recitales se repleten con cientos de personas? Sí, claro que sí podemos aspirar a cumplir tal meta; lo haremos el día que comprendamos que los públicos se cultivan y se cultivan desde la escuela, mejor aún, desde el jardín de infancia.
Los escritores y escritoras del equipo realizaron 279 charlas y lecturas de sus obras a un total de 18,206 estudiantes. ¡18,206! Inicialmente pensé que el Foro pudo alcanzar esas cifras gracias a que cuenta con financiamiento internacional. Las agencias europeas, canadienses, estadounidenses y japonesas no patrocinan, mayormente, proyectos culturales en Panamá; aducen que aquí el producto interno bruto es muy, pero muy alto. Conclusión, los euros hacen la diferencia. Conclusión equivocada. Las agencias europeas patrocinan el 44.45%, el Estado Nicaragüense aporta el 30.86% y el Foro y su gente el 24.69%. Simples aritméticas, de cada 100 dólares invertidos en el proyecto, redondeando, 44 vienen de afuera y 55 son gestionados por los nicas. ¿Será que es cosa de voluntad?
En los países del primer mundo, la población de lectores está arriba del 54%; sus sistemas educativos y familias se preocupan porque así sea. ¿Y acá? ¿Quién se preocupa que sea así? ¿Nuestros ministerios de educación? ¿Nuestras familias? Los primeros están enredados en sus propias patas y las segundas están atropelladas por las angustias económicas, que es un eufemismo para decir que están seducidas por el consumismo. ¿Quién queda? ¿Acaso seremos los escritores?
En nuestro medio hay muchos y buenos ejemplos de escritores y escritoras llevando adelante bellos proyectos de promoción de la lectura y de la literatura panameña. No quiero correr el riesgo de olvidar alguno al enumerarlos. Y precisamente ese es el problema: la disgregación. El proyecto A es llevado adelante por fulano, el proyecto B por zutano. Fulano y zutano no son capaces de trabajar juntos (generalmente sus razones son intranscendentes). El proyecto A y el proyecto B se desarrollan en paralelo con una consecuente deficiente administración de los recursos.
Hace un par de años, en una entrevista periodística, el maestro y director de orquesta Néstor Castillo afirmó que Panamá es un país hostil a las artes. ¡Y por supuesto que lo es! ¡Y por muchas razones! Las elites dueñas de las riquezas son amantes extremas de las sinfonías provenientes de las cajas registradoras y la clase política responde a los intereses de los dolarmaniáticos. El resto de la población imita tal comportamiento, lo acepta como parámetro determinante del éxito.
Igual ocurre en otras latitudes. Igual ocurre en Nicaragua, pero con una grave diferencia. En la entrada del Instituto Nicaragüense de Cultura, en el antiguo Palacio Nacional, se encuentran dos enormes retratos, uno del poeta Rubén Darío y el otro del general Augusto C. Sandino. Dos íconos de la identidad nacional nicaragüense. El poeta y el guerrero. Dos figuras cuya trascendencia es reconocida, incluso, por quienes aún hoy día no comparten sus credos estéticos e ideológicos.
¿Y en Panamá? A la entrada del Teatro Nacional ¿el retrato de quien o de quienes colocaríamos? Se me ocurren tres figuras: el presidente Belisario Porras, el presidente Arnulfo Arias Madrid y el general Omar Torrijos Herrera. Tres personajes fundamentales en la historia de la política panameña, pero que no son símbolos de unidad nacional. Los seguidores de Arnulfo denigran a Omar y los seguidores de Omar hacen lo mismo con Arnulfo; Belisario cada día está más relegado al olvido. Además, para lo que atañe a este artículo, ninguno fue escritor o cosa parecida. ¿A quién colocaríamos? ¿Al campeón mundial de boxeo Roberto “Mano de Piedra” Durán? Hay un problema en el imaginario panameño. Mientras no se incluya en él a hombres y mujeres con trayectorias en la literatura panameña, la literatura seguirá siendo un mero pasatiempo.
 Hoy en día, quien busque abandonar la categoría de aficionado y desee profesionalizarse en cualquier campo necesitará, por fuerza, trabajar en equipo. Aquellos días del científico solitario encerrado en su laboratorio, ya son cosa del pasado. A nosotros los panameños como nos cuesta formar equipos de trabajo y más a los literatos panameños.
Sin el trabajo en equipos se realizan simultáneamente actividades con iguales objetivos, no se aprovechan de la mejor manera los recursos, no hay una programación común y menos un macro proyecto. Y sobre todo, no hay acumulación de poder. En un país donde las figuras icónicas son políticos, en un país donde la clase política apenas si sabe leer el libro “Quiero aprender”, el que los escritores panameños no seamos capaces de ponernos de acuerdo en cosas mínimas y así trabajar en conjunto, se traduce en marginación que se manifiesta en la poca seriedad con la que se escucha en los círculos del poder al escritor y escritora panameña. Dicha marginación alcanza niveles insultantes fuera de la ciudad capital, en las provincias del llamado interior.
Pero hay buenas señales, no las voy a negar y, precisamente, porque hay luz al final del túnel, no tengo la menor intención de ser condescendiente. Porque es la aquiescencia la madre del conformismo. Y el conformismo en Panamá se ha convertido en veneno mortal.
No voy a dedicar las líneas que me quedan a hablar de lo que debe ser el funcionamiento del INAC (Instituto Nacional de Cultura) o del MEDUCA (Ministerio de Educación) o de la UP (Universidad de Panamá); no soy oncólogo, así que no puedo hablar de casos terminales. En dichas instituciones, por cada funcionario con deseo de trabajar hay cuatro esperando la hora de salida. Y me duele el  alma por los maravillosos funcionarios que conozco laboran en dichas instituciones, esos que tienen ganas de construir patria, me duele ver como van perdiendo la chispa, o mejor dicho, ver como le van apagando la luz.
Voy a dedicar las líneas que me quedan a los escritores y escritoras panameñas. En la República de Panamá la mayoría de la gente está dormida, por ser amable y no decir que caminan como zombis. Pero hay un segmento de la población que está sedienta de conocimiento y de cultura. ¿Y quién está calmando esa sed? Las religiones. Sí, las religiones, las que creen en Dios como las cristianas y las que creen en el mercado como las ventas multi-nivel. ¿Han visto la transformación que ocurre en un individuo cuando se compromete con una iglesia o se involucra en la venta de pastillas para adelgazar? ¿Verdad que has visto su cambio de actitud? Igual metamorfosis he visto en personas involucradas en un taller literario o en un círculo de lectura. ¿Quiénes serán los llamados a concretar tales actividades?
En 1990, a pocos meses del retiro de las tropas invasoras, aquí en Panamá comenzó un proceso sumamente interesante. Hubo otro bum, ya no el de las bombas, sino el de las publicaciones, el de los talleres literarios y el de los círculos de lectura. En la última década hubo tres nombres que resaltaron en la reconstrucción del quehacer literario panameño: Enrique Jaramillo Levi, Héctor Collado y Ricardo Ríos Torres. ¡Lástima que trabajaron separados! ¿Cuál sería el estado actual de las letras panameñas si hubiese sido lo contrario? Pero repetimos la historia en espiral. Hay muchas iniciativas maravillosas caminando, pero disgregadas. ¡Y un cuerpo disperso es un cuerpo sin poder y listo a ser ignorado!
¿Será que es más cómodo ocuparse de una capillita? ¿Abandonarse a la mediatización reinante? ¿Mediatización está más cerca de mediocre o de pensante? Sin asco a la insignificancia, ¿puede haber trascendencia?
Editar un par de libritos y realizar unos cuantos recitales no resuelve las tareas pendientes. Sin escritores y escritoras panameñas comprometidas con la ciudadanía los libritos seguirán siendo poco leídos y los recitalitos seguirán con públicos exiguos. Habrá quien diga que ese no es un problema de los escritores, entonces, ¿de quién es? ¿De quiénes están interesados en que persista el imperio de la vulgaridad?
El Foro Nicaragüense de Cultura llama guerreros a los escritores comprometidos con el Programa Promoción de la Literatura Nicaragüense. ¿Y en Panamá? ¿Cómo tendríamos que autodenominarnos? ¿Boabdiles? (Este señorito fue el último rey moro de Granada; les recomiendo investiguen que palabras usó su madre para recriminarle la pérdida del reino.”)

domingo, 22 de abril de 2012

ESE OTRO TERRITORIO LLAMADO MATRIA


           "De donde este bullicio
Este color de cielo que revienta”

Un poeta no es un científico social, lo suyo no es manejar las cifras que definen a una sociedad; entonces, ¿qué es lo propio del poeta? Lo del poeta es la poesía y la poesía es algo más que unos versos plasmados en una hoja o pantalla de computador.

“Qué era la patria entonces:
Apenas un árbol”

De acuerdo con el poeta cubano Roberto Manzano la poesía ordena las emociones y para el sociólogo panameño Janio Castillo Candanedo el poeta debe releer la realidad, apropiarse de ella y reinterpretarla desde la poesía.

“¿La patria es sólo un nombre?
¿Es acaso una fecha?”

El nacimiento de Panamá encuadrado por dos leyendas: la dorada y sus héroes astutos, y la negra y sus piratas traidores. Benjamín Ramón, en su poemario otro territorio, nos aleja de tales mitos y nos acerca a la verdadera patria, o más bien, a la esencial matria. Puede ser que la patria se pueda definir con cifras y estadísticas, con fronteras y guerras; pero la matria es otra cosa, es un espacio en la memoria. Por eso Benjamín se cuestiona, nos cuestiona, la cuestiona. No osa catequizarnos, ni una sentencia lapidaria. Sólo preguntas, sólo sugerencias, sólo provocaciones. Otro territorio es un apropiarse de la realidad, es un reordenamiento de las emociones que despierta esa tierra que dicen que nos vio nacer, pero que tantas veces se comporta como si fuese una indolente invidente.

domingo, 15 de abril de 2012

LA LITERATURA PANAMEÑA Y LA IDENTIDAD NACIONAL


Alto (Dece Ereo-Panamá)
 
“Pero la literatura, como cualquier otro discurso, está no sólo inserta en la realidad, sino que es un modo de construir, conocer y atravesar esa realidad.”
Luís Martín Cabrera
La historia tiene dos versiones: la oficial que se encuentra en los libros de textos, y la literaria que se está en las novelas. Habrá quien diga que esta última no es fiable, pues es la opinión del autor, pero muchos acontecimientos no se hubiesen conocido sin la literatura.
Para muestra un botón. Aquí en nuestra patria panameña, comparemos los textos de historia tradicionales con las novelas del insigne Joaquín Beleño, específicamente, GAMBOA ROAD GANG. En los primeros, lo más probable es que no encontremos mención alguna sobre el régimen discriminatorio de las leyes penales vigentes en la entonces Zona del Canal, sin embargo, la obra mencionada nos ayuda a comprender cabalmente el significado profundo de la palabra racismo. ¿Quieres saber como eran tratados los del silver roll? Lee esta novela.
La identidad panameña se fue perfeccionando a lo largo del siglo XX en oposición a la ocupación colonial de la zona de tránsito. En los informes oficiales, emanados de los documentos gubernamentales y empresariales, ello no fue así, como que las relaciones entre Panamá y los Estados Unidos de América siempre estuvieron caracterizadas por el respeto y la buena convivencia. No por gusto fechas como el 9 de enero de 1964 y el 20 de diciembre de 1989, son obviadas o minimizadas sus consecuencias.
La literatura panameña es vital en la formación de ciudadanos. Por ella se puede conocer historia nacional no oficial, es decir, no tergiversada por los intereses políticos y económicos. ¿Acaso nuestra separación de Colombia no está nublada por la llamada leyenda dorada? Además, leer novelas históricas es la excusa perfecta para una conversa entre amigos patriotas. ¿Verdad?

domingo, 8 de abril de 2012

DEL DOLOR COMO EL SENTIDO DE LA VIDA


Vida ardua
 
“Ser piedra es fácil, lo difícil es ser vidrio.”
Proverbio chino
Si el sentido de la vida es la dirección que lleva ella, no hay más sentido que enrumbarnos a la muerte; si sentido, en cambio, se refiere a sentir, la vida tiene muchos sentidos: seguridad, pertenencia, utilidad, auto-realización y otros. Entre los otros hay uno muy utilizado para darle peso a la vida, para revestirla de gravedad. Ese otro sentido al que me estoy refiriendo es el de convertir la vida en un dolor, un enorme dolor.
Puedo entender que para darle importancia a un evento, afirmemos que tiene sentido y es coherente con el resto de nuestros eventos. Lo que no puedo comprender es por qué hay que demostrar que un acontecimiento nos hace sufrir, para que tenga alguna importancia.
¿Será qué se debe a nuestra herencia religiosa que define este mundo como un valle de lágrimas? ¿Será qué para ser héroe hay que tener heridas y cicatrices? ¿O será que nos sabemos frágiles y creemos que llenándonos de dolores nos adelantamos al inevitable colapso?
No lo sé, lo que sí sé es que es un total absurdo no buscar ser feliz. Si he de sufrir que sea porque luego gozaré. Algo así como la parturienta, que es dividida en dieciséis pedazos por el tormento de expulsar un ser de su interior, pero que todo el daño queda saldado al ver a la nueva criatura. Pero, insisto, no entiendo por qué alguien prefiere estancarse en el dolor. 
La función del dolor es alertar sobre un inminente daño al organismo. Es para alejarse o enfrentar el peligro. Lo contrario es contra natural. Estoy convencido que valorar la vida por la cantidad de dolores que carga es un proceder aprendido, y como tal se puede desaprender. En eso consiste el éxito de la literatura de auto-ayuda. Pero no hay libro que me salve, sino canto a todo pulmón: “Tengo derecho a la felicidad”. Por cierto, ¡feliz paso del dolor al gozo!