domingo, 27 de marzo de 2016

MASA CRÍTICA

”El culto al individualismo encuentra en el culto al vanguardismo su extremo más fanático.”
Sub Comandante Marcos      
En química, masa crítica es la cantidad de materia necesaria para que ocurra una reacción. Gracias a Isabel Herrera comprendí que el mismo principio se aplica a los movimientos humanos. Sin masa crítica no se pueden dar transformaciones sociales.
Eso es muy evidente en Panamá. Los hechos parecen indicar que pocas personas están interesadas y dispuestas a comprometerse con remediar la cosa pública. La apatía reina entre nosotros. ¿Por qué? Pienso que parte del asunto es el torpe papel de los autodenominados líderes de la nación, ya que, en realidad, no son líderes. Serán personajes muy conocidos por obra y gracia de la televisión, serán personas muy preparadas profesionalmente y capaces de elaborar el más coherente de los discursos, pero no tienen a quien liderar. No tienen poder de convocatoria. Y simplemente no lo tienen porque no hacen el trabajo necesario para ello. No pagan el precio.
El caciquismo es una de las tantas plagas que azotan nuestra nación. Es el responsable de la poca fortaleza que tienen las instituciones y organizaciones en el país. Como siempre se trata del cacique y nunca de los seguidores. Y los autodenominados líderes de la nación no hacen más que repetir ese maldito esquema patriarcal. Hasta se dan el lujo de no permitir ningún otro liderazgo dentro de sus asociaciones. Así ningún equipo puede alcanzar sus objetivos.
Hace un par de años Virgilio Periñán me decía que un joven le preguntó sobre cómo podría contribuir a la revolución panameña; don Periñán le contestó: Vete a una comunidad a educar a sus habitantes. No sé la reacción del joven, pero si sé que una vez me dijeron: ¿Hasta cuándo vamos a educar? ¡Siempre! Ese es el precio que hay que pagar. ¡Y quien no esté dispuesto a pagarlo es cómplice activo del reino triunfante de la apatía!

domingo, 13 de marzo de 2016

LO PERTINENTE

“La angustia de la conciencia es algo que muchas personas esquivan porque no valoran la libertad de una existencia verdaderamente asumida.”
Remedios Zafra
Ángela se marchó y llegó Salvador Erasmo. Ángela fue una amiga y Salvador Erasmo es un recién nacido que aún no conozco. Lo tradicional en las sociedades cristianas y occidentales, como la nuestra, es preguntarse si Ángela se encontrará en la presencia del Señor y si Salvador Erasmo será bendecido por Dios. Me parece que la primera es una pregunta cuyas dos posibles respuestas, si se encuentra o no se encuentra, poco tienen que ver con Ángela y mucho con la paz o el tormento de quienes le sobrevivimos, de quienes aún tememos morir. Igual con la segunda; si es posible que un bebé, sin ejecutorias propias, sea bendecido, es posible que yo lo sea. Pienso que hay preguntas más pertinentes, más vinculadas con Ángela y Salvador Erasmo.
Por ejemplo, Ángela era una mujer activa y amante de la vida, por lo cual me parece más acertado preguntarme sobre el cómo puedo imitarla en esas tan especiales cualidades. Y respecto a Salvador Erasmo, hijo de un muy estimado amigo, pienso que lo conveniente es preguntarme: ¿cómo hago para desarrollar la capacidad de construir puentes hacia los infantes? Esta pregunta se debe a que muchas veces mi segundo nombre parece ser Herodes.
El otro, mi prójimo, siempre es un espejo. Muchas veces decimos temer por el bienestar de él, pero en realidad temo por mí mismo. El miedo lo disfrazamos muy bien, hasta usamos razones religiosas y bien intencionadas. Sin embargo, más veces de lo deseado se trata de una maniobra de nuestro ego, nuestro muy pequeño y elemental ego.
Tengo lo que me queda de vida para imitar a Ángela y alejarme de las costumbres de Herodes. Lo demás sólo es espejismo y deseo de esquivar el meollo del asunto: vivir mi vida.

domingo, 6 de marzo de 2016

POBRECITA HUMANIDAD

“El secreto de la humanidad está en el vínculo entre las personas y sucesos. Las personas ocasionan los sucesos y los sucesos forman a las personas.”
Ralph Waldo Emerson

Hace unos días escuché un supuesto debate entre un ateo y un creyente. Increíblemente, contrario a mi acostumbrado comportamiento, escuché el altercado en silencio, sin participar ni tomar partido. Desde el inicio percibir un desagradable tufillo a insensatez que me paralizó.
Los argumentos del creyente consistieron en afirmar la incapacidad del ser humano, no sólo de asegurarse un cupo en el cielo al final de los tiempos, sino de poder valerse por sí mismo en esta vida. El éxito es obra del Padre Supremo y el fracaso del maligno. También abundó en amenazas de vida eterna en el infierno.
Al principio, los argumentos del ateo me causaron gracia, me recordaron las ocurrencias del siempre admirado Ricaurte Soler, catedrático de la Universidad de Panamá, que cuando escuchaba una participación absurda de algún estudiante, se agarraba la cabeza y decía ¡Dios mío! ¡Ay, perdón verdad que soy ateo! Al final, quedé convencido de su pobreza intelectual.
Sólo se burló del creyente; lo trató, entre otras cosas, de cavernícola y asumió una pose de superioridad que, por cierto, jamás demostró. Nunca dio sus razones. La cereza fue cuando dijo: Esta científicamente probado que Dios no existe. El creyente lo maldijo y le vaticinó la eternidad en el averno. Tuve ganas de preguntar cuándo se demostró científicamente que Dios no existe o sobre la obsesión de los creyentes en el infierno, pero entre tanta bufonada y chantaje, preferí marcharme con esas y el resto de mis preguntas. Ninguno defendió a la humanidad.
El creyente nunca dijo que los humanos somos tan importantes que Dios quiso vivir entre nosotros. El ateo nunca dijo que él, como humano, tiene la capacidad de hacerse responsable de su propia vida y no necesita a un Dios que le diga como ser un buen hombre. ¡Pobre humanidad!