domingo, 25 de julio de 2010

LOS CÍRCULOS DE LECTURA EN PANAMÁ

Niña leyendo-Iman Maleki

“Creo en los individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos.”
Anton Chejov


Panamá no es democrática. La democracia es un producto poco consumido por el común de los panameños. Muchas décadas de caciquismo y clientelismo político, se traducen en poca reflexión sobre los derechos y deberes que implica vivir en una sociedad donde todos tenemos voz y voto; una donde todos podemos participar sin necesidad de padrinos que nos lo permitan. Pero en los últimos lustros algo ha ocurrido. ¿Vendrán nuevos y mejores tiempos? Hay eventos que parecen indicar que la mentalidad del panameño está comenzando a asumir la responsabilidad de vivir en libertad en una sociedad libre. Claro que, aún falta mucho, pero mucho que hacer. Hay una actividad en el campo cultural, en la literatura, que me parece es un buen signo. Sus resultados apuntalan la democracia donde debe apuntalarse: en la mente del panameño y de la panameña. Me refiero a los círculos de lectura. Un espacio donde se comparte la experiencia de haberse enfrentado a un libro. A mediados de los 90’s, el profesor Ricardo Ríos Torres, desde su cátedra en la Universidad Santa María la Antigua, se lanzó a la gran aventura de formar un círculo de lectura en un país definido por el paradigma: aquí no se lee. ¡Triunfó! Hoy los círculos de lectura son el movimiento más saludable dentro del mundo literario panameño. Pero ¿qué tiene que ver la democracia con los círculos de lectura? Del éxito del círculo de lectura todos sus miembros son responsables. Un libro, una lectura, una voz. Y quien lee, comparte y crece. Panamá será democrática el día que los panameños entendamos que es nuestra responsabilidad ser democráticos.

domingo, 18 de julio de 2010

LOS LÍDERES QUE NECESITAMOS


“La sola visión de un problema ya es un acto creativo. En cambio su solución puede ser producto de habilidades técnicas”.
Rafael de Penagos


¿Por qué insistimos tanto en presentar a la obediencia como una virtud? ¿Será por qué obedecemos hoy para ser obedecidos mañana? Estamos enamorados de nuestra visión del mundo y de las soluciones que hemos encontrado a los problemas que hayamos en él.


Autoridad y jerarquía no son problema cuando son concebidas como reconocimiento del trabajo dentro de una situación específica, pero cuando se presentan como visión única e inmutable del universo, son un verdadero dilema. Poder mandar dentro de un grupo o sociedad no es malo, lo perverso es creer que por tener ese poder la única opinión correcta es la nuestra.


Todo cambia, el mundo al que se enfrentó mi padre no es el mismo al que yo me enfrento. Es más, el mundo que viví de niño es muy, pero muy diferente al que me toca vivir hoy en día. Basta decirles que de infante todas las calles de Juan Díaz eran de lodo, tan espeso, que los buses se atascaban en él y los pasajeros hombres tenían que bajarse a empujarlos. Esa solución hoy no es necesaria, pues ese problema ya no existe, por suerte.


Los problemas evolucionan y por tanto no pueden tener soluciones que duren para siempre, sino, por el contrario, hay que abrir los ojos, abrirlos bien, y someter la medida que nos funcionó una vez a la siguiente pregunta: ¿Aún esta es la respuesta para este inconveniente?


Sin ser científicos, debemos perderle el miedo a la experimentación, sobretodo, porque es una forma confiable de confrontar a la realidad. De lo contrario, estaremos constantemente descubriendo el agua tibia. O puede ocurrir algo peor, pretendiendo resolver la situación quedamos agravándola. La solución propuesta por un líder termina siendo el verdadero problema del grupo que dirige. Entonces, ¿cuál es el tipo de líder qué necesitamos? Uno que tenga los oídos bien abiertos y que no tema usarlos.

domingo, 11 de julio de 2010

ENERGÍA, TECNOLOGÍA, RIQUEZA Y ORGANIZACIÓN SOCIAL

Enfermo en León-Jaime Buitrago Gil (Nicaragua)


“Toda la vida he estado a la espera de ver una huelga de brazos caídos en una fábrica de armamento, inútilmente esperé, porque tal prodigio nunca ocurrió ni ocurrirá.”
José Saramago


En pleno siglo 21, uno de cuatro seres humanos mayoritariamente sólo usa la energía de sus músculos. Cerca de 1 750 millones de personas ignoran las ventajas del motor de combustión interna y de la electricidad. Igual pasa con el Internet. Esos seres humanos no pueden pagar los precios de las petroleras, así que no tienen acceso a los beneficios del petróleo.


Arriba de 20 000 infantes mueren cada día de enfermedades curables. Más de 7 millones al año. ¿Cuántos millones de asesinados en el Holocausto lloran con justicia los judíos? Esos niños no pueden pagar los precios de las farmacéuticas, así que no tienen acceso a los beneficios a los medicamentos.


Sin embargo, la industria de las armas, que es la más lucrativa, beneficia la actividad de los pandilleros, terroristas y criminales. Ella si incluye a los que no pueden pagar, ellos son sus víctimas. Sus investigaciones tecnológicas alcanzan presupuestos anuales que harían palidecer los equivalentes en salud y educación. ¿Por qué la humanidad insiste en enriquecerse con la violencia y la muerte? ¿Será por qué es una forma rápida de hacerlo?


Pienso que hay que replantearse los paradigmas que sostienen nuestro actual concepto de la riqueza. Tal vez hay que pensar más en el proceso enriquecedor en sí, que en la riqueza final; riqueza que todo el mundo afirma que se va a repartir para beneficio de las mayorías, pero que termina en manos de unos muy pocos que, casualidad, son los dueños de las armas.


Trabajar por un nuevo concepto de la riqueza que conlleve una nueva organización social. Buscar nuevas fuentes de energía que den una nueva orientación al desarrollo tecnológico. Si no lo hacemos corremos el riesgo de desaparecer como civilización y hasta como especie. Riqueza, organización, energía, tecnología. Cuatro temas, cuatro retos. ¿Los resolverá a tiempo la humanidad?