jueves, 26 de diciembre de 2013

HOMBRO CON HOMBRO

La lámpara genial
“¿Trabajo en equipo?, cuál equipo si todos quieren ser capitanes.”
Víctor Paz
Hace unos meses realicé mi último intento de formar parte de un grupo. Así es. Último. Mi reserva de trabajo en equipo se agotó. ¡Adiós a las reuniones! Pero eso no significa que he dejado de admirar a quienes si logran trabajar hombro a hombro por una causa que los une.
Durante los últimos 30 años fui testigo de uno de los más eficientes equipos de trabajo que he conocido. Se trata de un dúo. Elena y Luisa. Dos religiosas dedicadas a la evangelización en las comunidades de la Nueva Concepción y la Ciudad Radial, del corregimiento de Juan Díaz.
¿Y qué tiene de especial este par de heroínas? Tienen las cualidades que, me parece, garantizan el éxito del trabajo en equipo. Primero, la claridad de objetivos a lograr. En la última década, ambas crearon un hogar para proteger a niñas en riesgo social. ¡Y a eso se dedicaron! Segundo, la delegación de funciones. Liderazgo no es mandar, es gestionar las acciones y los recursos necesarios para el logro de objetivos; Elena se encargó de estimular las mentes de las niñas y Luisa, con su ejemplo, fortalecer su auto disciplina. Y tercero, y en mi humilde opinión la cualidad más elemental, Elena y Luisa son amigas, las mejores amigas.

Hasta ahora no he mencionado el más importante de los detalles: Elena acaba de fallecer. Pero la solidez de su influencia intelectual aún está viva, muy viva en mí. Y lo está porque gente como Elena, y Luisa también, cuando te tocan la  mente lo hacen con su corazón. Rápidamente les resumo como fue mi experiencia. Hace 22 años Elena me consiguió un trabajo como maestro de religión, pero soy biólogo, ¿cómo, entonces, dar las clases? Simple, involucrándose con los niños y las niñas; ese fue el consejo de Elena. Eso es educar. Los estudiantes no son muebles, son personas. Espero estar a la altura de tan buena enseñanza. 

martes, 17 de diciembre de 2013

DE LOS CAPRICHOS DEL EMPERADOR

¿Qué esconde la plata?

"Siento que hay una actitud de desafío."
Luis Eduardo Camacho
Un óleo no es una acuarela y un mural tampoco es un graffiti. Puedo comprender que no toda la población de una nación entienda en que consisten las diferencias, pero no puedo aceptar que el más alto magistrado de mi país no lo sepa y que sus asesores no comprendan que es su obligación ilustrarlo antes de que él haga funestas declaraciones al respecto. Eso no es más que una simple y llana manifestación fascista. Sólo para quedar claro: los fascistas cuando escuchan la palabra culturan desenfundan las pistolas.
Los funcionarios públicos sólo pueden hacer lo determinado por la ley, los particulares pueden hacer todo lo que la ley no les prohíbe. Ha estallado un conflicto entre el presidente Martinelli de la República de Panamá y el grupo artístico El Kolectivo. Este colectivo quiere pintar un mural conmemorativo a los cincuenta años de aniversario de la Gesta Heroica del 9 de enero de 1964 en, precisamente, la Avenida de los Mártires, el presidente con aspiraciones imperiales amenazó con pintarlo con pintura gris las veces que sea pintado; el vocero imperial dejó entrever la posibilidad de acciones más enérgicas. Ni el emperador ni su arrastrovocero han mostrado ningún decreto ni ley que prohíba el pintar el mural mencionado. En esta confrontación desigual me queda muy claro que para el gobierno lo que importa son los caprichos del emperador y no el cumplimiento de la ley.
Sin embargo, de este caso emana un tufo que no deja de asustarme. Y es que deja entrever que para el gobierno panameño la libre iniciativa ciudadana es un acto de  rebeldía. Me imagino que para los nazis eso era un problema, igual para Franco o Pinochet. ¿Será que este dilema está sacando a la luz la ideología que está imperando? ¿Será que caminamos rumbo al fascismo?

sábado, 7 de diciembre de 2013

MI ESTRATEGIA DE GUERRA: BAILAR Y REÍR

Primera Maestra

“Por lo tanto, en la guerra, el camino es evitar lo que es fuerte y atacar lo que es débil.”

Sun Tzu 
La verdad es que no soy un tipo ambicioso, por lo menos no ambiciono lo que comúnmente se ambiciona: poder y prestigio, riqueza. Pero tengo una pretensión por la cual he declarado más de una guerra: nunca permitir que otro me imponga su voluntad. Claro, que por haber ganado esas batallas no tengo ni poder, ni prestigio, ni riqueza.
Para vencer siempre desubico a quienes desean domesticarme: enloquezco y reniego del poder, la fama y la riqueza. Como esa locura es mucho más mal vista que todas las locuras juntas, los domesticadores prefieren mantener su distancia y es allí cuando los ataco. Río y bailo feliz sin tener prestigio, riqueza, poder. La mayoría de los domesticadores no soportan ese ataque.
Me cuido mucho de no cometer el error de caer en la incoherencia, vigilo, me vigilo con mucho celo, estrictamente estoy pendiente de cultivar en mí la caridad y la nobleza para así evitar caer en la tentación de la envidia. Envidiar sería ser derrotado. Sabiendo de antemano que la horda de los domesticadores está derrotada si uno no les envidia su poder, su riqueza y su prestigio, me lanzo a la batalla sin ningún temor. Y bailo y río y soy feliz sin tener ninguno de sus bienes. Y lo que más me encumbra en la victoria es que bailo y río y soy feliz sin prestarle atención alguna a los domesticadores. No es asunto mío si se dan o no cuenta de mi felicidad. 
Como bailo y río para yo ser feliz, dejo la puerta abierta para que los domesticadores se retiren; si cuando se marchan declaran que estoy loco y que no vale la pena domesticarme, no hago problema de ello; total, ellos son los que se retiran sin haber podido domesticarme. Esta forma de batallar me la enseñó mi primera maestra, mi madre; ella ya no está conmigo, pero hay muchas primeras maestras que siguen enseñando como batallar. ¡Feliz día de las madres!