domingo, 27 de mayo de 2012

LO ESENCIAL ES QUE ¿NO HAY ESENCIA?



 Encintada y en soledad


“La búsqueda de la esencia pura, en realidad, es una práctica fascista.”

León Salvatierra
Hace algunos meses leí en una tela colgada por ahí: Dios no cambia. Confieso que me chocó leer tal sentencia. Es que esa es la excusa de aquellos que supuestamente son dueños de la palabra divina para, no sólo no cambiar ellos, sino para procurar que nada ni nadie cambie. ¡Prohibido evolucionar! ¡Prohibido adaptarse a la cambiante realidad!
No podemos perder de vista que afirmar que nada cambie es alegar que la injusticia y la inequidad se deben quedar tal como están: reinando entre nosotros. Prohibir la evolución social es prohibir el hacer algo para poner punto final al reino de la infamia.
Los defensores del imperio de la  inmoralidad, porque una injusticia es un acto inmoral, acusan de ateo a todo aquel que no este de acuerdo con la proclama de un dios que promete una vida buena en la otra vida, mientras se vive una mala vida en esta vida. Considero que la fe en Dios es una relación tan íntima y personal como el tener sexo con la persona amada, y por lo tanto, nadie debe inmiscuirse en ella. Pero ellos, los inmorales, tienen que inmiscuirse; ¿por qué? Porque así obtienen su pedazo del pastel de la desvergüenza.
Lo chistoso del asunto es que estos siniestros personajes se apuran a encender las hogueras donde achicharran a sus acusados de herejía, para, pasado un lapso de tiempo, con golpes de pecho y lágrimas compungidas, elevarlos a los altares. A veces, muy pocas veces, piden disculpas después de pasados unos cuantos siglos de cometido el crimen. 
¿Y quiénes son los herejes? Los herejes son aquellos que piensan que tienen derecho a pensar como quieran. Los que piensan que el universo es demasiado grande como para que sólo exista una sola respuesta a la pregunta: ¿Qué es el universo?

domingo, 20 de mayo de 2012

DOS POR TRES A VECES ES SEIS


El elefante blanco se abre paso

“Mañana llega Ulises y pone orden.”
Benjamín Ramón
¿Cuándo dos por tres no es seis? ¿Acaso la aritmética puede fallar? Si puede fallar. Hay ciertas operaciones que las matemáticas no pueden resolver. Es más, no deben intentar resolverlas. Por ejemplo, tratar de dividir o multiplicar las verdades poéticas. Inicialmente, podría pensarse que las verdades poéticas están más alejadas de la realidad objetiva que las matemáticas. No necesariamente siempre es así. Si hay algo permanente en la realidad objetiva es que permanentemente pierde parte de su objetividad. Puede ser minúscula, incluso microscópica, pero constantemente cambia y al cambiar, quien la observa pierde capacidad de observarla tal cual verdaderamente es. Así el observador se ve obligado a hacer ajustes que le regresen la lucidez de atención de la nueva situación, pero cuando ya supone haber logrado las adaptaciones pertinentes a la nueva situación, resulta que la nueva situación ya es una  vieja situación.
Las verdades matemáticas se fundamentan en verdades ideales e incambiables, ninguna transformación en la realidad objetiva las afecta. La poesía se fundamenta en las verdades del mundo interior del poeta. 
Un poeta, una poeta no es un marciano. Su mundo interior es fruto de interacciones con el mundo exterior. Así su poesía es un producto procesado de la realidad objetiva. Por ejemplo, un poeta o una poeta panameña al mostrarnos parte de su mundo interior, puede que nos muestre parte de Panamá. Puede ser que nos hable de folclore, ruinas o canal. Puede que nos hable de un multitudinario escándalo que esconde a la soledad. O puede ser que nos hable de un bus musicalizado donde todos cantan, no en coro, sino en medio del caos.

sábado, 12 de mayo de 2012

LA ESCUELA DEL ODIO


El prestamista y su mujer (Metsys)

“Las estadísticas dicen que 1200 personas poseen más del 3 por ciento de la fortuna privada mundial, mientras que la mitad de la humanidad apenas cuenta con el dos por ciento de esos bienes.”
Harald Welzer
¿Por qué si la humanidad pudo dejar atrás prácticas como el sacrificio humano en los altares, no ha podido olvidarse del racismo y el feminicidio? ¿Por qué? Porque el racismo y la discriminación de género son las escuelas donde se aprende a discriminar, donde se aprende a odiar al otro. Así se garantiza el status quo de la principal de todas las discriminaciones: la que ejercen los poderosos y ricos, sobre los débiles y pobres.
Si bien es cierto que el mayor y más permanente conflicto humano nació cuando un jefe guerrero se hizo dueño de un pedazo de tierra, también es cierto que no siempre queda claro que el meollo de las pugnas sociales tiene que ver con el control del poder político y de la riqueza. Por ejemplo, ¿cómo relacionar el trato opresor de un esposo sobre su cónyuge con el sistema económico imperante?
Las discriminaciones, para cumplir su misión de mantener intacta a la jefa de todas las exclusiones, se disfrazan de buenas razones: las tradiciones, las buenas costumbres, el orden establecido. Así el discriminador siente que está haciendo un bien marginando a otro ser humano. En realidad, lo único que está haciendo es, directa o indirectamente, defendiendo los intereses de las elites ricas y poderosas de su sociedad.
Resumiendo, para mantener a las mayorías listas a odiar a aquel que atente contra sus intereses, las minorías las entrenan con el racismo y el feminicidio. Es más fácil para un hombre odiar a aquel que grite ¡Abajo la injusticia! Si antes odia a la mujer que dice amar.

domingo, 6 de mayo de 2012

ESA ESPECIAL ARROGANCIA


Entre la flor y la pared
“Experiencia no es lo que a uno le pasa en la vida, sino lo que uno aprende de lo que le pasa.”
Eduardo A. Casati Pastor
Descubrir una gran verdad y ser humilde no es tan común. Descubrir una gran verdad y ser arrogante es lo más común. ¡Y qué maravilla que así sea! Bueno, a veces, por ejemplo, en el caso de los jóvenes descubrir una verdad y ser arrogante es parte de un proceso. Ser viejo, descubrir una verdad y ser arrogante es una necedad. Ese tipo especial de arrogancia es el arma para defender la verdad descubierta. Defenderla de dudas como: ¿Cuál es esa verdad? ¿Y es qué la verdad existe? ¿O es que hay varias verdades? ¿Y el que algo sea verdad también lo hace valioso? ¿Qué hace a una verdad valiosa?
Ojalá y esa verdad o verdades valiosas sean que se puede ser uno mismo, que se puede ser solidario, que se puede vivir alegre y en libertad. ¡Qué se puede ser feliz y hacer feliz a los que nos rodean¡ Ojalá y esa verdad sea concluir que no es necesario ser arrogante.
Sin embargo, el descubrir una verdad, cualquiera que ella sea, siempre es inquietante. Despierta inseguridad, se necesita que el otro también descubra nuestra verdad como su verdad. Así nace la arrogancia, como coraza protectora contra esa desconfianza. Se necesita sobrevivir a muchas, muchas, pero muchas equivocaciones para descubrir una verdad y comportarse humildemente.
Por eso no presto atención a los arrogantes, sólo me pregunto: la verdad de este arrogante, ¿también puede ser mi verdad? Si la respuesta es positiva, me quedo con la verdad y me despido del arrogante.