domingo, 30 de noviembre de 2014

JURA DECIR LA VERDAD…


“Hay cosas que son indefinibles; por eso digo que mi religión es misticismo puro, porque admito que hay cosas que no tienen explicación ni pueden definirse; tan sólo pueden conocerse a través de la experiencia, tras haberlas vivido. Si tratas de pensar en ellas, se te escapan...La vida es una experiencia.”

Osho

Recientemente una entrañable amiga, Isabel Herrera, me invitó a que conversáramos y respondiéramos esta pregunta: ¿Y dónde se encuentra la verdad?  Voy a dar un par de rodeos antes de abordar el tema. Espero no enredarme.
Primer rodeo. Hace unas semanas atrás, en el colegio donde laboro, un estudiante que pública y constantemente declara que es cristiano, me comentó asustado la última película que vio; en ella el personaje central era el héroe griego Hércules, parece ser que el filme procuraba probar que el personaje no pertenecía a ningún linaje olímpico, que no era hijo de ningún dios, que era un simple mortal; al joven eso le preocupaba. Me parece que temía que el público asistente concluyera que si los dioses no tienen hijos es porque no existen. Subrayo los dioses. Los dioses. Plural, no singular.
Segundo rodeo. En las redes sociales hay debates que muy pocas veces llegan a tener alguna altura; uno de los temas que más chispas provoca en las pantallas de los ordenadores, y que es uno de los más inútiles, es el que separa a creyentes de no creyentes; por lo general, el argumento más esgrimido por ambos bandos es el mismo, pero en sentidos opuestos: ¡Tú no tienes evidencia de que dios existe! ¡Tú tampoco tienes pruebas de su inexistencia! Esto en lógica se llama argumentum ad ignorantiam o llamada a la ignorancia y consiste en sostener la verdad con la ignorancia y no con el conocimiento.
Tercer rodeo. Hay un sacerdote que cada cierto tiempo lo entrevista alguna televisora. Habla sobre diversos temas, pero invariablemente termina hablando del infierno. Y por la cara que pone, no de asustado sino de asustador, me parece quiere dejar bien claro la seriedad de su amenaza a todo aquel que no comulgue con su prédica.
Y ahora al grano. ¿Por qué un monoteísta prefiere defender el politeísmo antes que dejar un espacio por donde se pueda filtrar el ateísmo? ¿Por qué supuestos seres pensantes se enfrascan en discusiones que de antemano saben son perder el tiempo? ¿Por qué el diablo y sus aposentos se convierten en un tema recurrente? ¿Y por qué mis tres rodeos involucran a Dios? Porque según la definición clásica de Dios Él es omnisapiente y todo poderoso. 
Esa definición conjuga a la verdad con el poder, convirtiéndolos en una misma cosa.  ¿Qué dónde se encuentra la verdad? Según lo que dejan entrever mis rodeos, la verdad está en manos de quien tiene el poder. Dios, el sacerdote, el rey, el presidente, el empresario y mucho más en manos del empresario dueño de un medio de comunicación social. Por lo menos así es cuando hablamos de la verdad que está plasmada en los libros de historia y registrada por los noticieros televisivos.
Una de las cualidades del poder hegemónico es no permitir la proliferación de otros poderes. Siguiendo esta línea de pensamiento, interpreto que el muchacho mencionado en mi primer rodeo, puesto que no tiene la fuerza suficiente para disuadir a quienes difieran de su creencia, prefiere cuidar su habitad de algún escondido no creyente, aunque eso signifique tolerar una creencia pagana. Los discutidores de las redes sociales simplemente buscan ejercer su propio poder vociferante. Y el sacerdote obsesionado con el infierno quiere ejercer su poder a través de la siembra del miedo. Así las cosas, me parece que en los tres rodeos la verdad emana del poder. Y el poder debe ejercerse o deja de ser poder. Así que ha imponer la propia verdad.
La verdad de los poderosos se impone como la verdad de todos y es porque ella los inviste con la dorada autoridad que justifica el beneficiarse del poder; por eso los autoritarios insistieron, insisten e insistirán en tener la exclusividad sobre la verdad. Mientras la posean son jueces, si la pierden serán acusados.
Lo paradójico o más bien ridículo de esta situación es que aquellos que no gozan de los beneplácitos del poder real, se contentan, por ejemplo, con inútiles discusiones cuyo inservible motivo es ser quien diga la última palabra. Un simple espejismo.
Ese asocio entre la verdad y el poder, afortunadamente, hoy motiva gastos ingentes de dinero en investigaciones científicas. En otros tiempos, supongo que el gasto se haría en otras ramas del conocimiento, siempre y cuando justificaran el poder en manos de las elites. Tal vez en astrología, teología o filosofía. Es que para que la verdad invista de autoridad a quien la pregone, la verdad tiene que ser verdadera. Por lo menos ser verosímil. Cuando eso no ocurre, cuando la verdad de los poderosos no está sostenida por el conocimiento, será la fuerza quien lo haga.
Otro punto a tomar en cuenta. No se puede saber donde encontrar la verdad, sin saber que buscar. ¿Qué es la verdad? Esta pregunta es más peliaguda. Vamos a ver si por lo menos me aproximo y eso va a ser un verdadero lío.
Y lo es porque me considero un escéptico. Dudo sobre cualquier concepto que me sea presentado y lo bombardeo con preguntas y más preguntas. También tengo una visión realista del conocimiento, es decir, si la verdad existe, existe en la realidad. Pero para terminar de complicar el asunto, lo real no es más que un acuerdo entre aquellos que osan definir a la realidad. Esa es la razón por la cual creyentes y no creyentes se enfrascan en sus discusiones, que a la postre resultan no ser tan inútiles, pues quien domina la realidad se adueña del mundo. Ambos grupos afirman que su pregón es la más correcta aprehensión de la realidad.
Pero bueno, acordemos que lo real es aquello sobre lo cual se puede recoger evidencia medible y atestiguable. Dadas así las cosas, la verdad es aquello que la evidencia indica que lo es. Ahora desacordemos, como doy prioridad a la existencia sobre la esencia, concibo a la verdad como un conjunto de procesos que constantemente están ocurriendo, que nunca paran y que en la observación de su acontecer se puede recopilar datos que atestiguan su realidad. Quizás lo más adecuado sea, entonces, hablar de las verdades. O quizás de ópticas o puntos de vistas de una verdad mayor. Porque es necesario añadir otro elemento complicador, esos procesos que están ocurriendo fuera de nuestra mente, son interpretados por ella, nuestra mente, así que el mundo objetivo lo observamos desde nuestra subjetividad. Ni la tecnología nos salva del ser parciales.
¿Me enredé? Pienso que sí. Bien, lo que intento decir es que la verdad es la realidad y la realidad está aconteciendo fuera de nuestra mente, pero lo que observamos de la realidad es interpretado por nuestra subjetiva mente; por lo tanto, la verdad no es cien por ciento objetiva. Siempre habrá un grado de incertidumbre en todo planteamiento, en toda definición.
Todas las dificultades que he mencionado: el deseo de poseer la verdad para ejercer el  poder, la subjetividad en la percepción de la realidad y otras más, me obligan a preguntarme si responder la inquietud de mi amiga Isabel no es más bien un problema ético.
Tal vez encontrar la verdad se trate de un asunto que bien puede favorecer el dialogo. Un autor y filósofo italiano, Gianni Vattimo, propone buscarla renunciando a la lógica rígida y a la incapacidad de reconocer la propia equivocación, aceptando dar libre curso a la interpretación de los hechos y de los conceptos. Este planteamiento Vattimo lo llama pensamiento débil. Con el tiempo he ido descubriendo diversas fórmulas de aplicar esta concepción del conocimiento, cuyo fundamento básico es el reconocimiento de la diversidad en el pensamiento. El reconocimiento del otro y de la valides de sus reflexiones, aunque sean diferentes a las mías.
El reconocimiento del otro no es negociable. No es lo mismo definir a la naturaleza como una extensión nuestra, los árboles son para darnos sus frutos, que reconocerla como un conjunto del cual formamos parte, los árboles son seres vivos que conviven con nosotros.
En esto de la compresión del pensamiento débil, los hechos evidentes no pierden su primacía, pero siempre se exponen dejando abierta la puerta a la variabilidad de interpretación. Igual ocurre con las referencias anecdóticas, testimoniales o bibliográficas. Nada del magister dixit. Los silogismos comparten el podio con las metáforas, sí, metáforas; gracias a lo sugerente de las segundas, la contundencia de los primeros no le cierra la puerta al intercambio de ideas. Se prioriza el preguntar sobre el opinar sin fundamento. Y si no hay ingenio para hacer preguntas, el silencio es obligatorio.
Y para terminar, no voy a hacer rodeo, sino a dar una conclusión directa. Por el deseo de imponer la verdad, es decir, ejercer el poder, mucha sangre ha llegado al río. Y a pesar de la roja inundación, los fanáticos siguen apeteciendo la autoridad que emana de un dogma instituido. Por eso sigue siendo importante responder la pregunta de Isabel. ¿Qué dónde se encuentra la verdad? En honor a ella, su majestad la verdad, pienso que la verdad se encuentra en la búsqueda de la verdad misma. ¿Me enredé? Espero que no.

domingo, 23 de noviembre de 2014

VERDE QUE ME ODIAS VERDE


"Cuando el agua ha empezado a hervir, apagar el fuego ya no sirve de nada."

Nelson Mandela
Hace diez mil años la humanidad domesticó ciertas plantas y así inventó la agricultura. Y nació una nueva razón para la guerra: la propiedad de la tierra. Hasta hace unos quinientos años los dueños de la propiedad eran los elegidos por los dioses. Hoy en día también es así, la tierra sigue teniendo dueños, quien cambio fue el ídolo designador. Ahora es el dinero.
Este poderoso ídolo y su sistema económico, el capitalismo, se consolidaron en los altares con el saqueo de los pueblos indígenas del mundo. Ese saqueo aún continúa.
Lo irónico del asunto es que el saqueo continúa en nombre de la libertad, el bien más importante de toda la humanidad. Como no se puede tener todo, para salvaguardar a la sagrada libertad, hay que sacrificar a la buena solidaridad. Ahora somos más libres y menos solidarios. Tenemos libertad de comprar, de endeudarnos y sobre todo, de ser víctimas del saqueo.
Los actuales dueños de la tierra, en nombre de la libertad, finiquitaron la hegemonía de nobles y monarcas, y lo hicieron con el oro y la plata del saqueo que llevaron adelante los antiguos dueños de la tierra, los nobles y los monarcas. También en nombre de la libertad, los actuales dueños de la tierra, establecieron que sus países arrebatarían la materia prima que le quedaba a los países saqueados y que luego se la venderían transformada en productos de consumo. Y como no les fue suficiente, enfilaron sus colmillos contra los sistemas de salud, de educación, de jubilaciones y hacia toda organización a la cual se le pudiese exprimir algún centavo, aunque eso implicase dejar desamparados a quienes no somos dueños de la tierra.
¿Cambiará pronto este orden de las cosas? Pronto no. Es más, quizás no cambie en mucho tiempo. El actual sistema es centenario y heredero de otro sistema milenario. ¿Pronto? ¡No! Y menos si seguimos ejerciendo nuestra libertad de aprovechar las rebajas del Black Friday.

domingo, 9 de noviembre de 2014

ONOMÁSTICO

“¿Qué es la infelicidad? La infelicidad es sentir que no estás siendo tú mismo. Es la brecha que se forma entre lo que eres y lo que crees que deberías ser. Y esa brecha es la infelicidad. Cuanto más grande sea, mayor será tu desdicha. Los idiotas son felices porque carecen de la inteligencia suficiente para darse cuenta de que esa brecha existe.”

Osho
Esta mañana a las 7 horas con 3 minutos cumplí 54 años de edad. Y en nombre de mi cumpleaños, voy a hacer una confesión. O varias. Hace 50 años, cuando mi tío Pipo fue asesinado por los gringos, quedé atrapado en un drama familiar; mi familia arruinada por el dolor procuraba protegerme de ese incomprensible sufrimiento. Las buenas intenciones de mis parientes no pudieron evitarme ningún padecimiento. Tan sólo un año más tarde, la tos ferina casi me asesina y dañó para siempre mi sistema cardio-pulmonar. Ni mi madre, ni mi abuela, ni mis tías pudieron sufrir la fiebre por mí, mi organismo tuvo que ver que hacía con los medicamentos para salvarse.
Hace 40 años sufrí una grave crisis nerviosa; para esa fecha ya llevaba 5 años sufriendo maltrato físico y psicológico tanto en la escuela como en el barrio. En casa nunca llegó la paz del divorcio. Como resultado de dicho trance me convertí en un rebelde vestido con armadura. Gracias a lo inculcado por mí familia, siempre fui, soy, un rebelde con causa: la justicia social, la soberanía nacional, la democratización del país, la cultura y la educación. Mis causas siempre me dieron, me dan, muchos motivos para sentirme orgulloso, pero no así la armadura; encerrarme en mí, desconectarme de mí mismo y declararme insensible no me ahorró ningún dolor, todo lo contrario. Por suerte tuve otra crisis.
Fue hace 30 años, más o menos. Mi cuerpo, mi conciencia y mi inconciente me exigieron buscar ayuda; había crecido y la armadura se me quedó chica. Me estaba ahogando. Hablé con un sacerdote, el padre Norberto Night, él me prestó un libro, El arte de amar de Erich Fromm. Con dicho préstamo aprendí a usar mi principal herramienta vital: la cultura. No soy un erudito que domina y maneja mucha información, soy un hombre que aplica en su propia vida las pocas lecturas que ha realizado. Descubrí a Wayne W. Dyer y su libro Tus zonas erróneas, Nixia Pérez me presentó a Anthony de Mello y en Internet me topé con Osho; así, con la lectura, sobre todo de poemas y cuentos, consolidé mi estilo particular de crecimiento. Para esa misma época, mi abuela Victoria cayó hospitalizada y presintiendo la proximidad de su muerte, antes que se diera el final, busqué ayuda profesional. Busqué a Sandra de Moris, psicóloga de la Universidad de Panamá. Casualmente, la conocí en su salón de clases, en un curso de Psicología General. Años más tarde y en iguales condiciones tuve que buscar de nuevo ayuda. Al final de esta crisis algo me quedó muy claro, mi vocación docente, mi vocación literaria. Para mí son la misma afición.
Hace 20 años ya era profesor, ya era escritor. Aún me inquietaba la cuestión del dolor, ¿Qué hacer con él? Me convertí en un crápula moderado. Fiesta, licor y sexo. Pero algo no funcionaba. Echar juerga sobre la herida no evitaba el sufrir. ¿Qué fallaba? Mi cultura personal no era suficiente para encontrar la respuesta. Me uní a un sabio para hallarla, Carlos Matías. Aunque mi mezquindad no me permitió reconocerlo, tuve la suerte de toparme con un hombre más culto que yo. Largas conversas, profundas reflexiones e intensos debates me fueron acercando a la revelación del misterio. Carlos falleció hace un lustro, pero antes de marcharse me dio una clave fundamental. Me contó una  historia. Me dijo: ¿Sabes por qué las aves cantan en las mañanas? Porque están fascinadas con tantos verdes, con sus trinos se dicen unas a las otras, con intenso entusiasmo, allí hay un verde, allá hay otro, y otro, y otro.
Hace 10 años, más o menos, sufrí el más grande dolor. Tan grande que me partió en dos, en tres, en mil. Mi madre fue culposamente asesinada. Aún no recuerdo todos los detalles de ese domingo de misa, los tengo bloqueados, pero si me acuerdo que decidí dejar actuar al dolor. Cuando el cáncer se llevó a mi abuela el licor me sirvió para amortiguarlo, pero cuando saqué el cadáver de mi madre de debajo de ese maldito auto, no hice nada para defenderme. El fuego incineró mis preconceptos, mis poses, mis discursos, el fuego convirtió en cenizas mi armadura. Tuve que buscar de nuevo ayuda profesional, esta vez busqué a la escritora Erika Harris. Declaré mi guerra de independencia, me comprometí seriamente con la resolución de mi ya vieja inquietud: ¿Y el dolor? Hoy ya tengo mi respuesta, la que me funciona a mí. Desde ya te digo que tú tienes que buscar la tuya.
Asimilar la lección oculta en todos estos eventos que he contado me tomó muchos años. Pero al final la entendí. Durante los últimos 40 años, primero instintivamente y luego con oficio, me he dedicado a buscar mi identidad, a crecer, a reconocer mi dolor y ha usarlo a mi favor. Durante muchos años busque la felicidad, hasta que entendí que esta es una empresa por demás inútil y equivocada.
La felicidad no es la ausencia de dolor, el dolor es real; renegar de la realidad es enajenación. Y ningún enajenado puede ser feliz. La felicidad es ausencia de sufrimiento, el sufrimiento es imaginario y yo soy dueño de mi imaginación. Tú también.
Todo el éxito en ese emprendimiento llamado búsqueda de la felicidad consiste en comprender que más que rechazar al dolor, el asunto se trata de convivir con él. Una forma perjudicial de cohabitar con el dolor es que nuestra imaginación lo alimente y convierta en sufrimiento. El más sano modo de entenderse con el dolor es aquel que se resume en estas cinco palabras: leer la página y pasarla.

Hoy a las siete y 3 de la mañana, cumplí 54 años. Arribo a esta edad sin mayor fama, poder o riqueza. No poseo los mínimos requeridos para ser considerado un triunfador. Sin embargo, tengo muy pocas preocupaciones, casi que ninguna, y unas pocas ocupaciones que, a pesar de poder parecerles intrascendentes a la gente normal que me rodea, las hago con mucho entusiasmo. Por ejemplo, cada mañana despierto y mirando el patio de la casa, casi que me grito a los oídos: Allí hay un verde, allá hay otro y allá, y allá, y allá…

domingo, 2 de noviembre de 2014

95 SEGUNDOS MÁS 10 MINUTOS IGUAL A FATAL ARROGANCIA


"El mundo te exige resultados. No le cuentes a otros tus dolores de parto... muéstrales al niño."
Indira Gandhi           
El año pasado, la selección panameña de fútbol perdió en 93 segundos, en los últimos 93 segundos de un juego fundamental, la oportunidad de participar en el Mundial de Fútbol 2014. Este año, en 10 minutos, en los últimos 10 minutos de un juego fundamental, perdió la oportunidad de disputar la Copa Centroamericana.
Algunos comentaristas deportivos llegaron a afirmar, en su momento, que ya era hora que dicho comportamiento fuese abordado y resuelto por profesionales de la salud. Hablando claro y directo, que los jugadores de la sele debían ser atendidos por sicólogos y siquiatras.
Llevo varios meses reflexionando el tema. Y puede que estoy pecando de radical, pero he concluido que lo ocurrido a la Selección Nacional de Fútbol no es más que un reflejo de lo que ocurre en la sociedad panameña. Nosotros los panameños, en muchas ocasiones, tenemos el desastroso hábito de desbaratar con los pies, lo que hemos construido con las manos.
Pienso que tenemos dos falencias letales: el triunfalismo y el desaliento. Hace muchos años asistí a una competencia de atletismo, se trataba de una contienda donde sus ganadores representarían internacional al país. El ganador de la carrera de 100 metros se fue de juerga hasta pocos días antes del viaje. Él me lo confesó cuando lo volví a ver luego de perder la competición. Llegó después del penúltimo. Sólo le faltaron las lágrimas al narrar el como fue superado por los otros corredores, que le parecieron caballos pura sangre. Desde entonces he visto casos parecidos en diversas esferas de la vida nacional. ¡Muchos! Más de los que quisiera recordar. No creo que exista sistema de salud capaz de atender a tanto triunfalista derrotado. Entonces, ¿qué hacemos?