lunes, 12 de noviembre de 2007

DIÁLOGO CON ADRIANO


“He ahí el único compromiso del creador: comunicar estéticamente el dolor, la tragedia, su crisis existencial, pero también la esperanza y la alegría de vivir, a los otros, desde su trabajo cotidiano con las formas artísticas.”
Adriano Corrales Arias

Cada campaña electoral que he sufrido, ha consistido en la explotación de mi esperanza a beneficio de los candidatos a puestos públicos. Sí, me han prometido cosas que me quedé esperando. Esa experiencia, junto a otras que me han ocurrido, me hacen concluir que soy un ser posiblemente ingenuo por necesitar el aliento de las esperanzas. Los seres humanos que conozco, también. Menos mal, porque a pesar de la estafa, eso significa que no soy un marciano.
La esperanza es casi parte de nuestro código genético. De no ser así, el miedo nos paralizaría. Pensemos en el simple acto de dormir al final de cada jornada, sin la esperanza de que despertaremos nos sería imposible conciliar el sueño, o algo peor, cerraríamos los ojos a la espera de no volver abrirlos nunca más. Vivimos el presente, pero nos anima a vivirlo el saber que hay un mañana.
Pienso entonces que sí todos (hasta los que reniegan de ella) tenemos esperanza en algo mejor por venir, todos de alguna manera podemos predicarla y defender la alegría de vivir. No hay que ganarse el Premio Nobel de Literatura, para levantarse y escribir versos en la propia vida y en la del prójimo. Versos que al final nos van a justificar la existencia.
Tanto más los escritores, intelectuales y promotores de la cultura deberían comprometerse con no dejar morir a la esperanza. No vaya a ser que ocurra masivamente lo aparecido en una escena de la película LA TABERNA DEL INFIERNO (una de las pocas buenas películas que ha hecho Stallone). Allí un personaje había pasado tan buena noche, tan alegre y sobre todo tan feliz, que prefirió suicidarse pues no vio en su futuro otra noche así.

OTRO DIÁLOGO CON ADRIANO


“Me gusta la humanidad”
Un caníbal

He tenido la suerte de leer y escuchar muchos discursos humanistas. Algunos afirman que nuestra especie es la cúspide de la evolución, otros plantean que ya se es persona humana y heredera de Erasmo de Rótterdam desde que se unen el espermatozoide y el óvulo. Hay quienes hablan del hombre como uno más entre todos los seres del universo; de un ser con capacidades; de un ser que se construye. No todos estos enfoques son expuestos por humanistas, algunos lo son por engañosos caníbales.
Estos personajes a los que me refiero son caníbales simple y llanamente porque buscan el acumular poder para sí mismos; ubicarse en tronos revestidos de redención para desde allí aplastar cráneos y voluntades. Nuestro amigo Adriano nos da algunas pistas para reconocerlos.
Los caníbales no son capaces de reivindicar “la posibilidad del diálogo personal con el otro, con los demás”. ¿Para qué, si ellos poseen la verdad única? Tampoco ven con buenos ojos el “promover el desarrollo de una subjetividad crítica y creadora”. ¿Y atentar contra su propio poder? ¡Nunca! Menos van a “enarbolar la humanización del trabajo”. Para ellos hay diferencias fundamentales: el trabajo intelectual tiene un alto valor, el trabajo manual sólo es necesario.
“Recuperar nuestros cuerpos como entes soberanos”, “destacar nuestra riqueza pluricultural, multiétnica y multilingüe”, y “oponer a la globalización homogeneizante el amor, la amistad, los sueños y la poesía desde nuestras propias posibilidades creadoras y comunales”, son ideas de antemano descartadas por los caníbales. Su quehacer diario así lo confirma. Ahora, si llegamos a identificar a una persona que practique los consejos que nos ha dado nuestro amigo Adriano, estemos atentos a él, puede que sea un verdadero humanista.

ÚLTIMO DIÁLOGO CON ADRIANO


“La amistad, la solidaridad, la memoria colectiva e individual, la paz, el amor, la ensoñación creadora, en fin la vida; son la respuesta que nuestros pueblos globalizados deben enarbolar para no sucumbir ante el tremendismo neoliberal que plantea una única salida capitalista plagada de frustración deshumanizada, es decir de necrofilia.”
Adriano Corrales Arias
Muchas voces ya declaran que las guerras del futuro serán por el control de recursos naturales tales como el agua potable. Lo único que, humildemente, puedo añadir a dichas declaraciones futuristas es que esos conflictos, de darse, serán con piedras y palos, y no con las armas convencionales de las cuales hoy sabemos de su uso. A los fusiles los reemplazarán los biombos y las resorteras. ¿Qué por qué digo tal salvajada? Porque muy en lo íntimo de mi ser; pienso, creo y siento, que la civilización tal y como la conocemos hoy en día, no sobrevivirá los actuales conflictos de las guerras por el petróleo. Con el calentamiento global, los muertos provocados directamente por la guerra, el resurgimiento impetuoso de viejas enfermedades, el crecimiento criminal de la pobreza, las hambrunas cada vez más comunes, la tóxica contaminación ambiental y el poder arrollador del mercado deshumanizado, bien pudiéramos estar hablando de las siete plagas de este Egipto que ahora es el planeta entero.
¿Y qué podemos hacer nosotros los ciudadanos silvestres? No habitamos la Casa Blanca, ni siquiera tomamos las decisiones finales en el Palacio de Las Garzas, entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Resignarnos y esperar el final del estilo de nuestras vidas? Creo que esa es la respuesta, sí, terminar con nuestro estilo de vida. Apartarnos del consumismo, y por lo tanto, de la producción extrema de basura; con cada producto inútilmente comprado, arrojamos más basura al planeta. Dejar la vida narcisista de creernos el centro del universo y reconocer el derecho a la vida que tienen los otros. En pocas palabras, abandonar la necrofilia.

viernes, 2 de noviembre de 2007

DEFENDIENDO LAS INSTITUCIONES: ¿CUÁLES?



La característica primordial de la civilización es su fundamento institucional. Y la más importante de todas las instituciones es la ley. Gracias a ella bajamos de los árboles, abandonamos las cavernas y dejamos de cazarnos en las llanuras. Las reglas son acuerdos y los acuerdos, si queremos vivir en comunidad, hay que respetarlos.Semanas atrás en el premio Ricardo Miró, la más prestigiosa institución en el campo literario que tiene la república de Panamá, se dio otra bochornosa situación. El Miró consta de cinco secciones. Uno de los fallos fue dado de mala gana, otro declarado desierto y un tercero fue impugnado. Con respecto a los dos primeros, fallos antagónicos y que aún así se aplauden entre sí, me pregunto: ¿por qué premiar una obra en la que no se cree? Pareciera que fuese más honesto declarar desierto, que premiar y luego desconfiar de la obra laureada. Sin embargo, declarar desierto ¿no es la estrategia de siempre: protestar por todo para que nada cambie? ¿Hay seguimiento a esta acción? Del fallo impugnado, tengo entendido que se tomó tal determinación por incumplimiento de las bases del concurso y que al respecto, mucho antes de los acontecimientos, hubo una consulta verbal de la parte afectada. ¿Cuándo los ciudadanos panameños vamos a entender que toda consulta con el estado debe hacerse por escrito y que debemos exigir que se nos conteste de igual manera?También es llamativo que, siendo las bases del concurso bastante claras, el Instituto Nacional de Cultura no haya decidido actuar hasta el tercer día. ¿Qué? ¿Estaban esperando a ver quien lanzaba la mayor amenaza? ¿Apostando la honra del concurso y de los poetas participantes en un juego de pulsos y muñequeos? ¿Qué esperaba asesoría legal del INAC para actuar rápidamente e impedir que este caso se convirtiese en un escándalo de primera plana? ¿La señal de alguien para hacer cumplir la ley? O sea, que si la señal hubiese sido otra, ¿no se cumplen las bases del concurso?