miércoles, 28 de octubre de 2009

¿QUIÉN ME ROBÓ LA FELICIDAD? YO MISMO…

CLAVEL Y ROSA- Foto de Dece Eréo
"El hombre feliz es más raro que un cuervo blanco."
Juvenal
En estos días, el poeta nica José Luís Pereira me recordó que la diferencia ortográfica entre las palabras pescado y pecado, es una única y solitaria letra ese: la ese de sensatez. Y precisamente pienso que la felicidad escasea en la medida que decrece la práctica del buen juicio.
¡Qué mi economía anda mal! La economía de cualquiera andaría mal si gano 400 balboas al mes, pero vivo como si mi salario fuese de 800. Y eso funciona para casi todos los aspectos de la vida.
La vida de la exageración, la de vivir en los extremos de la necedad y la falta de sentido, la de vivir sin contenidos, la que la programación televisiva a impuesto, o por lo menos, eso es lo que confesamos, ese estilo de vida se ha adueñado de nuestro destino; ahora nos conformamos con los lamentos. ¿No será más eficiente apagar el televisor y adueñarnos de nuestra vida? Al fin y al cabo, es nuestra vida ¿O no es así?
La sensatez, esa virtud de la moderación, escasea. ¡Y esa escasez nos arruina el diario vivir! Nos reduce la calidad de vida. Es que esa actitud de vivir sin medir consecuencias, si tiene consecuencias. La mejor prueba son los tranques automovilísticos matutinos, y los vespertinos también. En lugar de tener paciencia y hacer la correspondiente fila, por la mera y falsa sensación de avanzar, muchos conductores “charcotean”, es decir, salen de la fila, pretenden adelantar por una calle paralela y vuelven a la fila un poco más adelante; al intentar entrar a la fila original le cierran el paso a los carros de la vía contraria, y entonces llegó la democracia: tranque para todo el mundo. Más estrés, más contaminación, menos salud, menos felicidad.
¿Qué hacer? ¿Seguir con el suicidio masivo? ¿Pedirles a los marcianos que nos enseñen a comportarnos como humanos? ¿Comprar un diccionario y buscar la palabra sensatez?

domingo, 18 de octubre de 2009

MÁS TIEMPOS PARA LA PAZ


“Así la cultura cuando se corresponde con intentos de dominación es falsa erudición y por consiguiente arremete contra la propia naturaleza, y en cambio cuando se identifica con el ideal de liberación, se revela como una segunda naturaleza genuinamente humana.”
Armando Hart Dávalos
En un artículo anterior ya había mencionado a mi amigo chapín, el poeta Otoniel Martínez, y su investigación sobre el método maya de resolución de conflictos. Seguimos con el tema, ya hablamos de los principios, ahora les toca a los pasos específicos de la metodología.
Presentar el caso. Nombrar a uno o más mediadores. Investigar exhaustivamente. Realizar una asamblea de ventilación. Aceptar la culpa o la exculpación. Reparar el daño o la conciliación. Y el que me parece el más importante de todos: reinsertar a la persona en la comunidad.
A veces me da por pensar que las novelas de caballería están muy insertas en nuestra cultura cotidiana, más de lo que estamos dispuestos a admitir. La justicia la vemos y la practicamos como una ordalía, donde el favorecido por la justicia es aquel que pasa una prueba de fuerza. Para eso eran las justas de los caballeros que se lanzaban uno contra el otro, montados en caballos forrados con toda clase de blindajes, armados con una lanza que o estallaría en astillas en el pecho del contrincante o lo derribaría. Un cuello roto era muy deseado. Si no era así, finalizaría todo con el filo de las espadas.
Pero, ¿y la razón del conflicto? Mientras no se logre regresar al infractor a la comunidad, sus motivos para agredir estarán vivitos y coleando. Hace un par de semanas me topé con un vecino que tenía años que no veía. Estuvo ocho años en la cárcel. Asesinó a otro muchacho que asaltó a su madre. Mi vecino era ebanista, así que lo mató con un golpe de grueso madero en el cráneo. Dije que era ebanista, porque ya no le es. Ese día que lo vi se puso a mi disposición, ¿para hacer muebles? ¡No! Para asesinar a quien yo desease. Todo por un módico precio. Las razones que lo llevaron a la cárcel aún estaban allí: la inseguridad de nuestras calles. En la cárcel La Joya de la República de Panamá recibió el título de homicida a sueldo. Reinserción significa justicia social. ¡Qué no se nos olvide!

sábado, 10 de octubre de 2009

TIEMPOS PARA LA PAZ


"Qué extraordinario es el tiempo que vivimos. Extraordinario tiempo que propone problemas enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo fructífero, preñado".
Rosa Luxemburgo
Hace un par de años estuve en Guatemala y visité al poeta Otoniel Martínez. En su casa, inmersos en el frío tropical chapín, él me habló de las características del sistema maya de resolución de conflictos. Por lo general, nuestro racismo congénito nos inclina a pensar que sólo de la civilizada Europa vienen las ideas buenas y los métodos convenientes, y despreciamos todo aquello que huela a Abia-Yala, a la América indígena. ¡Ni hablar de nuestro componente africano!
Leer el documento confeccionado por Otoniel fue una experiencia llena de sabiduría. Comprender que la solución a la violencia, que tanto nos aqueja, está tan cerca, a la distancia de un apretón de manos, simplemente fue esperanzador. Tomé unas brevísimas notas que ahora comparto:
El proceso maya para resolver conflictos es reparador. No es un enfrentamiento donde al final las partes siguen igual de lastimadas. No es lucrativo, por lo tanto quien que sirve de mediador no tiene interés en favorecer a aquel que pueda ofrecerle la paga más alta. Busca el consenso. Acordar en consentimiento de todos los involucrados. Todos tienen un punto vista y sus razones que deben ser escuchadas y tomadas en cuenta. Sus formas correctivas buscan, más que castigar, corregir la situación. Por ende es flexible. No busca el aplicar a fuerza tal o cual norma, sino el de resolver el problema y que, en la medida de la posible, no se repita. No es corrupto. Tiene claro que hay que salvar a la comunidad y no los intereses particulares de un individuo o de un grupo. Respeta a la persona y a la comunidad anhela educarlas y formarlas. El proceso es histórico. Siempre tiene presente la identidad comunitaria. Y sobre todo, es conciliatorio. No hay justicia si el conflicto continúa. ¿Se puede o no resolver conflictos iluminados por estos principios? ¿O sólo le sirven a los incivilizados indios?