domingo, 28 de agosto de 2011

PARA CRECER CON LA LITERATURA


Orquídea conversando con Sábila


“Que de Lepanto salió un manco que jamás rindió su imaginación y poder creador ante nadie.”

Fabricio Estrada                                                                         

¿Qué necesita un organismo para crecer? Proteínas para sintetizar tejidos, minerales y vitaminas para regular sus funciones vitales, carbohidratos y lípidos como fuente de energía. Y, por supuesto, mucha agua que le sirva de solvente y vehículo de otras sustancias.

¿Qué necesita un espíritu para crecer? Para empezar, aclaremos que aquí al hablar de espíritu no me refiero a ningún fantasma. Hablo del vigor que empuja a un organismo a actuar, a ejercer su voluntad, a construir un proyecto; en fin, me refiero a esa cualidad que distingue a un ser creativo de un mueble. Los muebles son incapaces de llegar a una meta.

El espíritu humano, así como cualquier organismo, necesita nutrientes. ¿Y cuáles serán esos alimentos? El amor de una familia que valore el crecimiento del individuo. Otros grupos humanos que hagan lo mismo. También cultura, conocimiento. Y una inclinación a la búsqueda. Sí, el espíritu humano se alimenta de búsquedas.

Tales búsquedas, aunque son muy personales, buscan romper con la rutina de ver todo igual, todos los días. El espíritu humano es contrario a los uniformes, a ese afán por la igualdad. Pues resulta que nos somos iguales, cada persona es única. Romper los uniformes permite desarrollar la lógica artística. El arte es un nuevo orden de cosas verosímiles. Esta lógica funciona tanto con las obras de arte propiamente dichas, como con los eventos diarios. ¿Cómo así? La vida artística no es sólo para los artistas. También para todo aquel que le de estilo propio a cada cosa que haga. ¡Vivir para poner su sello a la vida! La lógica artística es el mejor alimento que tiene el espíritu humano. Es la razón para seguir soñando.

domingo, 21 de agosto de 2011

LA PARADOJA HUMANA

Dos alientos Blancos (Dece Ereo, Panamá)

“Lucha, pues por más que tengas en la brega que sufrir, cuando todo esté peor, más debemos insistir.”
Rudyard Kipling

¿Cuál es la ficción humana más sostenida a lo largo de la historia? El tanto dolor que hay en el mundo se disimula con otro tanto de mentiras. ¿Cuáles son esas mentiras? Hay un Superhéroe que nos ha de salvar del dolor, hay un Shangri-La donde no hay dolor, beber del Santo Grial nos alejará del dolor, hay recetas mágicas contra el dolor. Lo paradójico del asunto es que basta con acercarnos a la alegría y comienza el alud de mentiras para alejarnos de ella: soy pecador, eso es mentira, eso no se puede, etcétera, etcétera. Y entre la mucha falacia que nos inunda, ¿habrá alguna verdad? Hoy me inclino a pensar que no hay verdades absolutas y que la búsqueda de la esencia pura no es más que la justificación del totalitarismo. Sin embargo, sé que estoy vivo en este instante y eso es una gran verdad. ¡La gran verdad!

Hemos sido criados para despreciar los instantes y esperar el final de los tiempos, de nuestro tiempo. Y perdemos de vista algo esencialmente práctico: ¡Qué  cada instante de vida es una oportunidad de cultivar nuestra existencia y llenarla de alegría!

En dos sepelios dos cosas llamaron fuertemente mi atención. En el funeral de mi prima Lorena, vi como un muchacho de veintitantos años abría con sus propias manos la fosa donde iba a enterrar el cadáver de su primogénito. Concluí que mi dolor puede ser grande, pero que puede haber dolores más grandes. En el funeral de Yeimi, una niña de 15 años, vi a un grupo de adolescentes que la lloraban con dolor, luego supe que ella les instruía en como bailar congo. Me sentí muy orgulloso de haber conocido a una adolescente que durante sus pocos años de vida fue alguien útil. Al final, las cosas que importan no son muchas, y mentir no es una de ellas.

domingo, 14 de agosto de 2011

ENTRE LA MISERIA Y LA SABIDURÍA


Una orquídea aconseja a un cactus (Dece Ereo, Panamá)

"Podemos cambiar rosas por clavos, por espinas; o peor aún, permutar hombres por esbirros."
Aminta Martínez       

La ignorancia es directamente proporcional al conocimiento adquirido. Por ejemplo, si comprendo el concepto célula biológica, descubro que desconozco la definición de procariota y eucariota. Es decir que mientras más conozco, más conozco lo que ignoro.

El ser ignorante no es una catástrofe. Se puede ser cosas peores. Por ejemplo, un idiota que ni siquiera sospecha su propia ignorancia. Si le permitimos crecer a nuestra idiotez, nos convertiremos en necios defensores del analfabetismo funcional. Y si insistimos en ser estúpidos, involucionaremos a lo peor de lo peor: a miserables que no soportan que alguien busque la luz.

Ser ignorantes no es una calamidad. A partir del reconocimiento de nuestra ignorancia, nos convertimos en personas inquietas que buscan el conocimiento. De persistir en nuestra búsqueda, alcanzaremos grados importantes de erudición; nadie podrá echarnos cuentos en aquel tema que hemos estudiado. Con el tiempo, seremos generadores de conocimiento, seremos sabios. Ser sabio es alcanzar la felicidad por medio de la cultura.

Sabiduría y felicidad. Miseria y desdicha. Dos caminos que en un mundo ideal deberíamos poder decidir libremente cual seguir. Una decisión y listo. Pero no es tan fácil el asunto. La constante repetición de que somos pecadores o cosa inútil nos ha ido reduciendo el horizonte y alejándonos del cielo, y hemos aceptado convertirnos en muebles cuyo único destino es cargar con el peso de otros. No hay tiempo para filosofar, tampoco para ser feliz. Tenemos que contentarnos con trabajar y esperar la jubilación. Pero, ¿y sí la vida es algo más? ¿y sí es posible filosofar sin un doctorado universitario? Tal vez la felicidad está más cerca de lo que creemos.

domingo, 7 de agosto de 2011

DIÁLOGOS CON UN ADOLESCENTE


Los hermanitos alegres (Dece Ereo, Panamá)

“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son.” Tito Livio

-¿Qué sopá prof ¿Kul o qué?

Mi primera reacción fue sentirme ofendido y pensé hacer algo para desofenderme. ¿Cómo que un chiquillo me iba hablar en esa jeringonza? Sin embargo, mi segunda reacción fue serenarme. ¿Cómo me iba a sentir ofendido si no le entendí nada?

La verdad, a ratos, el colegio donde trabajo me parece territorio extranjero. Por los pasillos los escucho comunicarse en otros idiomas, en la cafetería los veo ingerir cosas que para nada se me ocurriría tragar y, sobre todo, sus peinados me recuerdan el hacha de sacrificio de una tribu adoradora de los tiburones.

-Este año vengo relajao, ute kul, tú va’ve.

¿Por qué los adolescentes me recuerdan los personajes de una tira cómica? ¡Los de mi generación no fuimos así! ¿O sí? Tal vez la memoria me falla…es que como las cómicas eran en blanco y negro…

-Lo que pasó fue en vida real que el año pasado me quisieron yinanliar unos manes sot…

Recuerdo que la moda en aquel entonces era vestir con los famosos jackets de tela de mezclilla azul profundo y sus botones dorados y metálicos. Uno se encaletaba su chamarra y no había sol de medio día con el poder calórico suficiente para obligarlo a uno a desencaletarsela. Tuve una que use hasta que me quedó a la moda del ombligo afuera. Pero nunca, nunca, nunca nos cortamos el cabello de forma extraña. ¿Qué tenía de raro imitar el peinado Muhamad Alí? ¡Que uno no tuviese el pelo afro era lo de menos! ¿O sí?

“Creo que hay que pelear por ideales, por una sociedad mejor, pero los jóvenes deben reflexionar sobre cuales son los métodos idóneos para llevar a cabo esa lucha.”

Juan Sobalvarro

Los jóvenes de ahora, van a las discotecas… ¡Y no bailan! Eso no sólo es inaudito, es atentar contra los más sagrados pilares de nuestra cultura, bueno, de mi cultura. Cuando los jóvenes bailan, bailan reguetón y eso me parece un rito estrambótico de los cavernícolas. La salsa se baila, el bolero, el merengue. El reguetón se sufre. Nosotros sí éramos fiesteros. De día en los saraos y de noche en los naitas. Tengo que reconocer que eran unas fiestas poco ecológicas. La cerca de la casa se forraba con pencas de palma, para dar ambiente de intimidad. Con la tala criminal de árboles, los últimos naitas de los que tuve noticia apenas si tenían un par de pencas, que por secas, me daban la impresión de que eran recicladas.

-Pero le dije voy pa lante, voy andar kul, ofi, esa es la que es…

Recuerdo muchas cosas que me hacen sentir diferente a los adolescentes de hoy en día. Lo que sí no recuerdo es a mi madre, y menos a mi padre, haciéndome la tarea. Mis maestras me dejaban trabajos que yo podía desarrollar solo y si llegaban a sospechar que alguien hizo mi labor…les recuerdo que en esos tiempos las maestras podían usar la regla para enreglarte la vida.

¡Qué maestras me tocó vivir! Y a veces, hasta sufrir. Tenían el temperamento de un sargento de infantería. Pero hay algo que jamás he podido olvidar. Fue una escena terrible. La maestra Fulvia, a la que todos conocíamos como furia, pasó corriendo y llorando rumbo a la dirección. ¿Por qué? Uno de sus alumnos fue arrestado la noche anterior por intento de robo en…el comedor de la escuela. Jamás he podido olvidar las caras de las maestras, mis maestras, durante toda esa mañana.

-Si prof, no hay más roboteo.