viernes, 30 de mayo de 2008

¿CULTURA DE LA VIOLENCIA O POLÍTICAS VIOLENTAS?


“Quisiera vivir dentro de la barriga de mi madre porque allí no me puede pegar.”
Un niño de la Ciudad de Panamá

A mi entender, la violencia, a pesar de Darwin, es un comportamiento más cultural que biológico. Basta observar el proceso de la polinización, el ejemplo clásico de cooperación entre una especie vegetal y otra animal, donde ambas salen beneficiadas, y veremos con otros ojos eso de la supervivencia del más fuerte.
Si la violencia humana no es exclusivamente para la subsistencia, ¿qué otro móvil puede tener? Me parece que son los de siempre: poder y dinero. ¿Y esos motivos nos han sumergido en culturas violentas? Sí, vivimos en culturas violentas fruto de políticas que persiguen la acumulación de la riqueza en unas pocas manos. Por ejemplo, las actuales maras centro americanas tienen como antecedente más lejano la esclavitud y el racismo que sufrieron los afroamericanos en los Estados Unidos de América; gracias a esas execrables prácticas aparecieron las pandillas juveniles en ciudades como Los Ángeles; el antecedente más cercano es la persecución y hostigamiento de los pandilleros afroamericanos contra jóvenes salvadoreños, la respuesta de estos últimos fue organizarse en las sangrientas maras. ¿Acaso la actual especulación con el petróleo y los alimentos no han convertido nuestro planeta en un lugar más violento?
La avaricia capitalista tiene a la humanidad sumida en una triste disyuntiva: hambrunas o violencias. Yo no espero otro comportamiento de aquellos que se han adueñado de la tierra y la expolian sin pensar en el mañana ni en el sufrimiento que provocan. Pero pienso mucho en los pacificadores, aquellos cuyo discurso siempre gira en torno a una condena a la violencia y a la promoción de la paz. Y creo que, precisamente, no están haciendo el mejor papel. Quisiera pensar que soy uno de ellos, así que corrijo, no estamos haciendo el mejor papel.
Por ejemplo, la poeta Luz Lescure pregunta sobre el por qué proporcionamos a nuestros niños un objeto tan bello como lo es una piñata y luego le damos un palo para que la destruyan. Ella añade, ¿no les estamos enviando a los niños el mensaje de que tienen autorización para destruir algo bello? Y yo me pregunto, ¿no son los padres los que más desean que sus hijos posean una vida sin violencia? ¿No hay una contradicción, entonces, entre la práctica y los deseos?
A veces creo que los pacificadores vemos a la población con ojos de antropólogos y no de prójimo. Nos comportamos como científicos y no como amigos. Pienso que una de las causas del crecimiento de la violencia es que no hemos sabido defender la paz. Partimos de axiomas ideológicos, de lecturas y no de realidades. “El hombre nace bueno y la sociedad los corrompe” “El pecado original es la raíz del mal”. Esa actitud sirve para charlar alrededor de una taza de café o de una copa de vino tinto, pero es inútil a la hora de las propuestas. Peor para la acción.
El problema de la violencia sólo se puede afrontar con propuestas integrales, pensadas para hallar soluciones y no para defender principios ideológicos. Por eso pienso que un aporte a la solución es dar un perfil a los defensores de la paz. Mi amigo Otoniel Martínez investigó como era aquello entre las comunidades mayas de su natal Guatemala. Algo de veracidad debe tener eso de poseer estas cualidades, pues de lo contrario, ¿por qué el ejército chapín iba a dedicarse a asesinar a los mediadores de conflicto de las comunidades indígenas?
De acuerdo a lo que pude entender de esta investigación, el pacificador busca reparar y no condenar, recuperar el equilibrio perdido. Su actuar no se limita a los involucrados en el conflicto, sino que abarca a toda la comunidad. Sabe que si no enfrenta un problema pequeño se va a encontrar después con que este se vuelve un problema más grande. No permite la impunidad y no es un corrupto. No quiere enriquecerse con su mediación, así que no se inclina por el que tiene más recursos económicos. Cree en el consenso. Es flexible y respetuoso. Y aprovecha el proceso de mediación para educar y formar. En pocas palabras, el pacificador es un miembro de la comunidad comprometido con ella y no un funcionario u observador foráneo. ¿Será que los pacificadores tenemos que vivir como tales en el lugar donde nos encontremos o sólo podemos serlo en medio del territorio de las pandillas?

domingo, 25 de mayo de 2008

LA INTELIGENCIA INTELIGIBLE


“La selva metafórica de que hablo es siempre una claudicación de la inteligencia”.
José Antonio Marina
Mucho hablamos sobre la inteligencia. Y partimos del supuesto de que nosotros somos inteligentes. Siempre son los otros los faltos de ella. Pero en realidad, ¿qué tanto conocemos del comportamiento inteligente?
¿Quiénes son los inteligentes? En las escuelas, al educando que lleva la nota máxima de arriba abajo lo consideramos inteligente. ¿En verdad lo será? No necesariamente. De acuerdo a algunos autores especialistas, la persona con inteligencia ve más allá de lo inmediato, considera varios aspectos de la realidad al mismo tiempo y es capaz de ahondar en sus experiencias y descubrirle su sentido. Es decir, tiene una profunda y sana relación con su realidad. Y sólo conociéndola se le puede transformar.
Alguien con calificaciones sobresalientes (y sus equivalentes en la vida adulta) puede que sólo tenga una gran memoria, pero nada de una cualidad que de verdad resuelve problemas. Hablo de la creatividad, que es la capacidad de hacer surgir algo de la nada. Los altos créditos escolares y universitarios obtendrán su verdadera validación al momento de convertirse en actos creativos.
Aquí, en este punto, podría interpretarse que la inteligencia es algo que se tiene y punto. Pero no es así. Mozart fue un virtuoso de la composición musical, no sólo por sus potencias y capacidades, sino además, porque tenía la posibilidad de acercarse a los instrumentos musicales. ¿Pudo crear la Novena Sinfonía sin conocer los instrumentos musicales? No lo creo. Mozart pudo ser Mozart, porque no era un niño campesino ignorante de la magia de los violines y el piano. Creció en un ambiente que le permitió desarrollar la totalidad de su talento. Su realidad, la música, pudo conocerla a profundidad.
Entonces, la pobreza es un atentado contra la inteligencia. ¿Cuántos genios no son asesinados por el trabajo infantil? La selva, ya no metafórica, es no permitir el desarrollo de las capacidades. La selva es ahogar el espíritu, para que repita de una generación a otra, la maldición de la pobreza.

viernes, 9 de mayo de 2008

EL AFECTO NO ES UNA MENTIRA


“Parece que una diferencia fundamental entre emoción y afecto es que la emoción es algo que se produce dentro del organismo, mientras que el afecto es algo que fluye y se traslada de una persona a otra.”
M. P. González

En tiempos de la imagen televisada, en tiempos donde ninguno de los personajes de las películas más cotizadas puede recibir un tibio abrazo nuestro, en estos tiempos pareciera que así mismo de imposible son las relaciones afectivas que nos tocan vivir. Como que han perdido efectividad.
¿Será verdadera tal aseveración? Desde tiempos inmemorables ha existido una confusión, a veces leve, a veces grave, entre lo emotivo y lo afectivo. Y como las emociones son respuestas temporales a estímulos que no son eternos, el afecto sufre igual destino: desaparecer al poco tiempo.
Entonces, ¿el amor no existe? No me atrevo a afirmar tal cosa. He sido testigo de tantos actos de amor, mantenidos a lo largo del tiempo y hasta de la ingratitud, que tiendo a concluir que el amor sí existe. Lo que pasa es que el afecto no es cosa de flojos. Tampoco es una labor de titanes. Sólo es de gente común y corriente que decidió amar y trabaja para mantener tal decisión. Me gustaría darles un ejemplo. No les voy a hablar de san Francisco de Asís ni de Teresa de Calcuta, tampoco de Gandhi o Luther King. Les voy a hablar de un padrastro, ahora que están tan desprestigiados, un hombre que servía de acudiente a sus dos hijastros. Durante dos años los acompañó a la escuela, conversó con ellos mientras esperaban en el colegio, y estuvo pendiente de su evolución académica. Por los mismos muchachos comprobé que así mismo era en otros ámbitos; no era tierno, pero podían contar con él. El hombre al que me refiero no era psicólogo y apenas había terminado la educación secundaria. Poco antes de la graduación de los dos muchachos, me atreví a preguntarle del por qué de su dedicación. Me contestó: “Eso era parte del paquete de casarme con la mujer que quiero”.

sábado, 3 de mayo de 2008

DEL AFECTO Y OTRAS MENTIRAS, ¿MENTIRAS?


“En definitiva, lo que nos ocurre es que no queremos ver lo que es evidente, que el afecto y el cuidado son una misma cosa y no dos hechos separados (uno espiritual y otro material). El afecto, sin el cuidado, la protección y la enseñanza no sirve para nada, es un simple espejismo, un engaño.”
M. P. González


Hoy día podemos, sin ningún resquemor de errar médicamente, calificar a la violencia intra familiar de epidemia. El número de casos publicitados va en aumento y nada indica que va a ocurrir lo contrario. ¿Qué estará pasando? ¡Nada nuevo! Excepto la intervención de los medios masivos de comunicación social, la violencia a lo interno de la familia siempre ha existido. Antes había mayor represión y el adagio “los trapos sucios se lavan en casa” imperaba. Entonces, ¿por qué quienes están llamados a tenerse afecto terminan agrediéndose? Esta pregunta está mejor.
Me parece que todo parte de unas definiciones equivocadas del afecto, el cariño y el amor. Hay muchos mitos alrededor de estos famosos conceptos. Enamorarse, ser simpático y habilidoso con las palabras, los gestos y en el sexo, tienen tan poco que ver con el afecto; por suerte, si se cumplen previamente otras condiciones, las destrezas mencionadas son el complemento perfecto para el amor. Entiéndase bien, complemento, no núcleo.
¿Y cuáles serán esas otras condiciones? Son tan simples que es fácil suponer que son universalmente conocidas, aceptadas y acatadas. Sin embargo, los hechos parecen apuntar a lo contrario. Nadie que arremete a golpes, físicos o sicológicos, a otro ser, ama a ese ser. Nadie que descuida a un ser y lo expone a situaciones de riesgo, le tiene cariño a ese ser. Nadie que calla lo que un ser necesita oír, le tiene afecto a ese ser. Ama quien cuida del ser amado, no aquel a quien le combina la camisa con el color de sus zapatos. En cuidar y proteger están el afecto, el cariño y el amor.