domingo, 19 de marzo de 2017

¿ENSEÑAR O FACILITAR?

“Educar es motivar a auto-educarse.”
Anónimo
Hace unos años, Miriam Garay me mostró un cartel con las palabras que me sirven de epígrafe. Ese gesto fue valioso, pues me dio las palabras para comprender algo que mi intuición me venía diciendo hacia cierto tiempo: quien no busque aprender, no aprenderá.
Hace apenas unos días, Roberto Fajardo me hizo otro valioso regalo, me dijo: no se trata de enseñar, sino de crear las condiciones para que las personas descubran el conocimiento. ¿Cómo se crearán esas condiciones: con computadoras o usando de forma diferente la mente?
Casi todo se puede hallar en Internet, nunca antes habíamos tenido tanta información disponible y sin embargo, capacidades como el pensamiento crítico, la valoración estética y la formulación de juicios éticos son especies en extinción. ¿Por qué?
Simple, llegó la tecnología para todos, pero no el cambio de paradigma. Viviendo en los tiempos de la memoria externa, la escuela insiste en la memorización de definiciones que luego de la prueba escrita, dejan de tener significado y rápidamente son olvidadas.
Después del regalo de Miriam he ido poco a poco cambiando: de ser el que enseña en el aula a ser un motivador en ella. ¡Con todo y mi porte de sargento de infantería! Al cambiar de rol me di cuenta de las muchas dificultades que confabulan contra la autodidáctica. Y lo digo por los múltiples embrollos que tuve que resolver en mi propio cerebro. Aún me quedan algunos por solucionar. Pero con cada nudo suelto, siento que soy mejor en mi trabajo.
Saqué de mi cabeza la idea de que los educandos son baldes que yo tengo que llenar. Al liberarme de ese engreimiento, mi mente creció y entendí que de eso se trata este negocio llamado educación: de que crezcan las mentes de los estudiantes. Y eso es lo que importa, ¿no?

domingo, 12 de marzo de 2017

PARA SALVAR AL SIGLO 21

“Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construiremos nosotros mismos mediante nuestros actos.”
Jean Paul Sartre
Por alguna extraña razón hay quienes insisten en pensar que el siglo 21 es la nueva centuria de las luces. Pues serán los destellos luminosos de las ráfagas de metralla y de las bombas, porque eso es lo que ha abundado en estos últimos 3 lustros. Años en los cuales el mundo occidental está cosechando lo que sembró, en general, a lo largo de su historia, y en particular, en el pasado siglo 20.
Un par de ejemplos. El nueve de septiembre de 2001 ocurrió el más grande acto terrorista consumado en territorio estadounidense y tal acción fue la excusa para las subsiguientes guerras en oriente medio. Alkaeda, grupo extremista responsable del derrumbe de las Torres Gemelas, fue armado y entrenado por los Estados Unidos para enfrentar a las tropas soviéticas invasoras en Afganistán. Cosa parecida ocurrió con Sadam Hussein quien fue utilizado para hacerle la guerra a los ayatolas iraníes. Los grupos terroristas y los dictadores sangrientos son creados y depuestos de acuerdo a los intereses del capital. Las guerras no van a acabar porque son un gran negocio.
La actual bomba migratoria de africanos a tierra europea, es producto de la pobreza generada por las constantes guerras intestinas, guerras que al final benefician a los grandes consorcios que terminan por apropiarse de los múltiples y ricos recursos de África. La migración no va a acabar porque la desesperación africana crece y crece.
Hay otros ejemplos que en lo personal me dan malas señales con respecto a lo que esta por venir en este siglo. ¿Estaré equivocado al afirmar que esta es la centuria donde seguiremos cosechando las desgracias sembradas por el capitalismo?

domingo, 5 de marzo de 2017

FILOSOFÍA DE UN INFANTE

"El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos."
Marcel Proust
Hay gente mala como los triángulos que puyan o buena como los círculos que acarician. Esa era mi filosofía cuando tenía siete años. Ahora de adulto me preocupan más los cuadrados. Son formales, caminan con parsimonia y no se visten, se invisten. Y tienen, en lugar de tres, cuatro ángulos con los cuales herir a sus prójimos.
Ahora de adulto sé que existen los sofisticados polígonos, quienes en nombre de la belleza y la verdad, también en nombre de la justicia, hieren con sus múltiples ángulos a quienes estén cerca de ellos. Para ellos, los polígonos, en general, el fin justifica los medios y en particular, sus fines justifican sus medios.
Ahora de adulto he entendido que no sólo existen los círculos, también las esferas, que por donde se les mire son amables y cariñosos. Gracias a las esferas hay vida, amistad, amor. Se me ocurre que, de repente, por eso la Tierra es una esfera.
¿Habrá momentos en que es necesario afilar los ángulos? ¿Otros donde se deban ocultar? Imagino que sí. Pero no me refiero a situaciones específicas, sino a actitudes permanentes.
Lo más sano, para todos, es alejarse de los triángulos y, sobre todo, desdeñar el deseo, torpe por cierto, de querer ser aceptado por ellos. Lo único que se gana con ello es ser herido y aprender a herir. ¡Qué dinámica más estúpida!
Necesitamos abandonar el equipo de los polígonos y comenzar a danzar con las amables y cariñosas esferas. ¿Será difícil ese baile? No si somos simpáticos y cordiales, muy difícil si somos groseros e insensibles.