domingo, 27 de abril de 2014

LAS MIGAJAS SON ARTEFACTOS PELIGROSOS

La manada
Esta vez Pulgarcito arrojó las migas de su pan para marcar el camino, pero los pájaros se las comieron y resultaron perdidos.
Charles Perrault             
Soy un picador, pero, entiéndase bien, mi deporte preferido no es la corrida de toros, es abrir el refrigerador para servirme algún bocadillo. Las porciones son muy pequeñas y mucho más diminutas son las migas que de ellas se desprenden y aún así, son extremadamente atractivas para las cucarachas. Por andar de goloso vivo con la escoba en una mano para barrer las poco perceptibles migajas que caen al piso y con una chancleta en la otra, listo a destripar a la cucara que ose explorar por mi cuarto.
¿Podrá ocurrir alguna situación semejante dentro de nuestra civilizada sociedad? Pienso que sí. Un sistema económico que acumule mucha riqueza en pocas manos y derrame pocas migajas en muchas manos terminará produciendo situaciones de violencia entre los enriquecidos y los empobrecidos. Los primeros, por las mismas razones por las cuales yo no quiero convivir con las cucarachas, porque las considero indeseables, dispondrán de las medidas necesarias para no entrar en contacto con los segundos. Y los empobrecidos, por la  necesidad de sobrevivir, serán siempre impelidos hacia los predios de la riqueza que le es negada. Un ejemplo clásico son las migraciones desde los países arruinados hacia el primer mundo. Hay otras migajas que no provocan, aparentemente, situaciones de tensión social, pero que igual son perniciosas. Hablo de la beneficencia estilo teletón o subsidios recibidos sin mérito alguno, sin esfuerzo por parte del favorecido. ¿Estas no son formas de volver inútil al socorrido? ¿No sostienen al sistema empobrecedor sin invertir en represión policial? ¿Su resultado último no es la sofocación de las protestas antes que sean concebidas? ¡Qué peligrosas son las migajas!

domingo, 20 de abril de 2014

REFLEXIONES COMPARTIDAS CON UN COMPADRE

Gato posando

“Una vida equilibrada no es utópica; es una vida de sabiduría, libre de mediocridad.” Ramin Jahanbegloo
Estimado compadre, ante todo, mis saludos fraternos a tu persona, tu familia y en especial, a mi ahijada, la traviesa de la casa. Te escribo para compartirte mis últimas andanzas intelectuales. En estos días estoy sumergido en terribles y maravillosas reflexiones, mis neuronas se han concentrado en resolver ciertos dilemas que tienen años preocupándome. Siento que he llegado a conclusiones valiosas. ¿Qué mejor que compartirlas con un buen amigo? Pienso que por fin entendí como el supuesto éxito dentro de esta sociedad que nos toca vivir y sufrir, convierte al exitoso en un ser dependiente. Por supuesto, también comprendí otro enfoque del triunfo.
Hace un par de años otro amigo me dijo la siguiente frase: Andamos escribiendo nuestras autobiografías. Entonces, en teoría, el éxito y el fracaso deberían estar justificados por aquello que queda registrado en dicha autobiografía. No es así. No, no lo es.
El supuesto éxito social no depende de lo objetivamente registrado en la autobiografía mencionada, más bien, está sujeto a la subjetiva mirada de los auto-erigidos otorgadores del título de ganador, el éxito es lo que ellos puedan leer y apreciar. Y ellos sólo pueden leer aquello que sus anteojos les permiten apreciar. Esos lentes no están hechos de carey, sino de ideas. Y lamentablemente, el objetivo de esas ideas es discriminar al otro. Hacerlo sentir inferior.
¿Cuáles son los criterios que utilizan estos personajes para decidir quién es el triunfador? Ellos tienen muchos discursos que explican lo complicado del asunto; se supone que es tan peliagudo, que más nadie es capaz de llevar adelante dicha misión.
En realidad, la cuestión no es tan enmarañada. Esas eminencias le dan el título de exitosa a la gente semejante a ellos. A quienes comparten su visión del establecimiento social. A los que sirven para reproducir el poder institucionalizado.
El poder encandila y deslumbra, marea y desenmascara. Es atractivo ser bendecido por el poder y es mucho más atractivo descartar a todo aquel que no goce de la aprobación del poder institucionalizado. Los sacerdotes y adoradores del becerro dorado son legión y son implacables con los herejes. El exitoso gozará del triunfo en tanto sea visto por los otorgadores de títulos como afanado defensor irrestricto del poder institucionalizado y eso incluye hacer sentir perdedor al otro. De lo contrario será excluido, marginado, olvidado; el infierno social en vida.
Las religiones, la familia, la educación y los medios de comunicación nos imponen, con los métodos que sean necesarios, usar los anteojos que nos impiden ver otro tipo de éxito. Así las cosas, en nombre del aplauso, se ve de lo más normal asociar el renombre a entregar la vida a los que realmente se benefician del poder institucional.
Pero compadre, te dije que también había comprendido otro enfoque del éxito. Voy a dar un extraño rodeo. Biológicamente hablando, las cucarachas no son menos evolucionadas que los humanos, ellas tienen muchos más millones de años habitando el planeta y, al parecer, aquí seguirán después que hayamos desaparecido incinerados por una conflagración nuclear. Su evolución fue y es exitosa, pudieron y pueden sobrevivir a los cambios ambientales provocados por un cataclismo natural o por la depredación humana. La cucaracha no necesita que alguien le otorgue el título de triunfadora, ella simplemente lo es.
La gracia de la evolución es que los organismos persistan e interactúen en el medio ambiente. ¿Será lo  mismo en la sociedad humana? ¿Será que el éxito de los hombres y de las mujeres consiste en desarrollar su capacidad de adaptarse a los cambios? Y sobre todo, ¿de sobrevivir a las veces que se falla en esa adaptación, para así volver a intentarlo?
Las cucarachas junto al resto de los organismos que cohabitan un ecosistema logran hacerlo gracias a que establecen un equilibrio dinámico entre los factores bióticos y los abióticos, entre los seres vivos y los elementos inanimados del ambiente (luz, agua, suelo, aire). En un equilibrio dinámico hay crestas y valles, subidas y bajadas, ganancias y pérdidas; dicha secuencia es la supervivencia. Un día soleado seguido de otro de lluvias. En dicho equilibrio no hay un espécimen o elemento inanimado más importante que otro, la ausencia de cualquier componente afecta la totalidad del hábitat.
Eso mismo debería ocurrir en una sociedad verdaderamente democrática, pero como las civilizaciones no se fundaron para el bienestar general, sino para el enriquecimiento de las minorías, en las sociedades humanas si hay individuos y sectores de la población desechables. En las sociedades humanas todo está dirigido a beneficiar a las elites, hasta el concepto de éxito.
El enfoque que te menciono es bastante simple, pero no por ello fácil de asumir. Desde esta perspectiva el individuo se adapta a los cambios sociales, a veces para ganar bienestar, a veces para sobrevivir y esperar la siguiente oportunidad, pero nunca para únicamente seguir respirando un aire miserable y esperar el siguiente capricho del poder institucionalizado. Aunque sería tema de otro artículo, aquí cabe la reflexión sobre que es lo utópico: resistir a las elites desde la transformación individual o hacer la revolución social que les arrebate su imperio.
Una sociedad humana dinámicamente equilibrada es saludable. Salud no es sólo ausencia de enfermedad. Un individuo sano no sólo no está enfermo, también está satisfecho. Y lo está por su capacidad de fluir en los vaivenes que conllevan la diaria convivencia. Sabe muy bien que después de toda alegría, tarde o temprano vendrá una tristeza. Lo contrario también vale.
Sabe que su salud individual es directamente proporcional a la salud de su comunidad; así que procura ser parte de la solución y no del problema social. Un individuo sano es un individuo exitoso porque logra persistir en la sociedad e interactúa con ella.

Quien goza de salud no acepta aplausos a cambio de declararse siervo de las minorías. Sus éxitos o fracasos son los registrados en su autobiografía y no lo determinado por los lacayos del poder institucionalizado. Hasta aquí mis reflexiones, se cuida compadre.

domingo, 13 de abril de 2014

UN SABIO ES MÁS QUE UN ERUDITO

Gato arbóreo

“Belleza más piedad: eso es lo más cerca que podemos llegar a una definición de arte. Donde hay belleza hay piedad, por la simple razón de que la belleza debe morir.”
Vladimir Nabokov
Todo sabio tiene erudición, pero no todo erudito posee sabiduría. Alguna vez me he topado con personas que no saben escribir un soneto, ni conocen del Big bang y sin embargo, al abrir su boca de ella salen las palabras que demuestran a saciedad su sabiduría. Otras veces he escuchado a otras gentes que explican muy bien la métrica del soneto y la secuencia de la Gran Explosión, pero cuando terminan su intervención siento que nada ha ocurrido.
Y es que precisamente de eso se trata, en eso estriba la diferencia, cuando se entra en contacto con un sabio algo ocurre y ese algo que ocurre es bueno, y ese algo que ocurre lo convierte a uno en un ser bueno. No voy a entrar a definir quien es el bueno, pero esa es la sensación final que tiene el sabio sobre sus escuchas o lectores. Un erudito puede dejar el asombro de estar frente a una biblioteca andante o la Wikipedia encarnada. El sabio es vida, el erudito solamente es memoria.
Un sabio es una piedra de tropiezo, un provocador; el sabio despierta el miedo. El miedo de quedar al descubierto, de que los otros sepan que mi estilo de vida no tiene nada de extraordinario, o lo peor, que yo lo sepa. También ocurre el fenómeno en dirección contraria, el sabio me convence de lo extraordinario de mi vida.

Un erudito, hasta cierto punto, tranquiliza; con cada derrame de verborrea me admiro, pero es una admiración que no me cuestiona, que no me alienta a crecer. En cualquier sentido que se interpreten las palabras del erudito siempre ha de acontecer lo mismo: nada.

domingo, 6 de abril de 2014

LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD

Esperando la cena

“Existe un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo.”
Aldous Huxley
Aunque me siento muy bien
con ser un cincuentón, el título de este artículo resume en su totalidad su intención, claro que para eso hay que entender juventud no como algo de edades sino como algo de actitudes. Y toda actitud debe aterrizar en acciones, en hábitos.
El primer hábito es el ejercicio físico. No es fácil, en una vida tan ajetreada, sacar tiempo para ir al gimnasio y mucho menos aparejar el presupuesto para tener uno personal, pero, ya lo dije, es cosa de actitud, ¿por qué no bajarse una parada antes y caminar hasta el punto donde vamos? ¿Por qué no apretar y aflojar los músculos, allí mismo donde estamos sentados, mientras vemos televisión? ¿Por qué no bailar mientras fregamos los platos?
El segundo hábito es la buena alimentación. Y la buena alimentación pasa por comenzar a desalimentarse de la comida chatarra. Reducir el consumo de azúcar y chicharrón. Aumentar el consumo de vegetales y agua. La buena alimentación pasa por comer comedidamente.
El tercer hábito es el aprender siempre. Atrapados en la rutina es difícil aprender algo nuevo, es obligatorio ubicarse en aquel punto donde se pueda ver lo mismo de todos los días desde otro ángulo. Hay que desinstalarse todos los días para aprender todos los días. Hay que aprovechar las experiencias vividas y aprender la lección que de ellas se puede obtener.
El cuarto hábito es un deshábito. Hay que desaprender el constante enojarse, hay que aprender a mantener la calma. La serenidad permite mantener la actitud de necesaria para practicar estos saludables hábitos. Una vida serena permite dormir suficiente.

El quinto hábito es reír y reír y reír. La risa no necesita explicación. Así que a reír cuantas veces se pueda en cada día y a ser eternamente joven cada día.