domingo, 29 de agosto de 2010

VOCES Y TINIEBLAS EN LA MADRUGADA

Vértigo-Osvaldo Isaac Toscano Orobio (Panamá)


"Así se reanudo una amistad prohibida que por lo menos una vez se pareció al amor."



Gabriel García Márquez


¿Qué sentido tiene reseñar libros que ya tienen mucho tiempo de haber sido publicados? Libros que, lo más probable, no pueden ser encontrados en las librerías. Quizá la respuesta esté en darle un significado, una definición adecuada al comentario literario. El mismo, a mi modo de ver, es un descubrimiento y sobre todo, una disculpa para crear...excavando. En este caso específico, escarbar en la literatura de alguna manera es también hacerlo en la historia.


Pensando así, les hablo de los libros LA VOZ DE LAS TINIEBLAS de Leoncio Obando (INAC, Colección Nuevas Letras de Panamá, Serie Poesía No. 6, Panamá, 1993) y LA MADRUGADA ES UN GATO FURTIVO, de Víctor Rodríguez Sagel (Colección Nuevas Letras de Panamá, serie Cuento No. 4, Editorial Mariano Arosemena, INAC, 1992).


Ambas publicaciones reflejan el sentimiento de impotencia e incertidumbre que despierta el destino en la población panameña, determinado en este caso por la muerte, la pobreza, el amor no consumado y la intromisión extranjera. No somos dueños de nuestro destino y eso nos angustia.


Ambos autores nos dicen que nosotros los panameños, vamos en búsqueda del nuevo universo escondido tras los espejismos y descubrimos que se trata de la misma realidad nuestra de cada día: la de la pobreza y la injusticia. No es posible el escape, no hay que morir para conocer la muerte.


En nuestra historia patria, se dice que los franceses no pudieron terminar el canal, gracias a que los mosquitos transmisores de la fiebre amarilla, lo impidieron. ¡Los mosquitos, no los panameños! Una plaga terminó enfrentada al poder extranjero. Venció a los franceses, pero los estadounidenses la vencieron a ella.


¿Será por eso que nosotros, los panameños, esperamos salvarnos con la lotería? ¿Qué nos impide convencernos de que podemos adueñarnos de nuestro destino? ¿Es tan grande nuestro temor a la muerte que preferimos servir de esclavos con tal de que el amo nos garantice la vida?

domingo, 22 de agosto de 2010

CULTOS Y LIBRES


“La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente”.
Rosa Luxemburgo

¿Será una provocación el comparar la cultura con los negocios, las sectas o la democracia? Espero que así sea. Y anhelo no ser gratuito al asumir el papel de provocador. Pienso que de este modo es muy fácil descubrir el profundo concepto de la cultura que tienen los promotores culturales.


Según la UNESCO: la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Entonces, de acuerdo a esa definición, ¿dónde hay que hacer el énfasis?


Veamos, pues. En una sociedad dedicada a acumular riquezas, sólo existe el mercado. ¿Todos los bienes culturales pueden venderse y comprarse? Imaginémonos que así sea, entonces, quizás sólo serían apreciadas artes como el cine y la pintura, pero ¿qué pasaría con la historia? ¿Cómo se puede vender? Y si se puede vender, ¿es correcto venderla?


Un elemento esencial de la cultura es el desarrollo del juicio crítico. Sin embargo, a pesar de ser herederos de la ilustración filosófica y de la eclosión científica, nuestra actual sociedad post-moderna está colmada de maestros iluminados rodeados y adorados por sus respectivas sectas. ¡Y todos quieren imponer su pensamiento como única verdad creíble! Pero, el rechazo a la verdad del otro, ¿no es la raíz de la guerra?


La democracia no es cosa exclusiva de los estados, sino de cualquier grupo humano. Es una manera de organizarse de las personas que están dispuestas a compartir entre todas el poder y sus decisiones responden a la voluntad colectiva. Definitivamente, la democracia es una cultura con prioridades diferentes a la de los negocios y a la de las sectas. Los negocios priorizan las ganancias sobre las personas, las sectas imponen un líder al montón humano y para la democracia, toda persona y cada una de las personas es pieza esencial del grupo. Pero claro, la democracia necesita demócratas. ¿Seré yo un demócrata auténtico o un déspota con piel democrática?

domingo, 15 de agosto de 2010

POESÍA, TAMBIÉN ERES MÍA

Luis Treville Latouche-Panamá


“Aunque hayas sido de Tobías y otras veces de Chucho, no olvides que tú también eres mía.”
César Julio González Herrera


César lanzó su proclama: la poesía también le pertenece. Mucho se ha dicho de cómo nace un poema. ¡Qué del aliento de una divinidad! ¡Qué de la disciplina! ¿Cuál será la respuesta? ¿Qué sabemos de la inspiración? La vida humana está libre del determinismo biológico; ahora somos más producto de nuestra cultura que de nuestra información genética. Hemos llegado a donde estamos gracias a nuestra capacidad de generar conocimiento y de comunicarnos ese saber unos a los otros. Somos investigadores, educadores y educandos por excelencia. Sin embargo, tal aprendizaje no siempre es conciente.


Todos los seres humanos somos sensibles y dicha sensibilidad nos permite recoger información a través de los sentidos y de la percepción. Todo ocurre sin mayor reflexión, hasta que llegado un momento especial ocurre un desbordamiento de ese conocimiento. Esa es la llamada inspiración. Pero así sólo tenemos un poema en bruto, falto de refinación. El poeta no se puede conformar. Es más, en este punto se parten las aguas. De un lado los escritores y del otro los escribidores. El poema final, la obra de arte en sí, es resultado del oficio de humano, del cultivar palabra por palabra en la página en blanco. El escribidor sólo escribe, el escritor escribe y tacha. ¡Y tacha mucho más de lo que escribe!


César Julio ha declarado que Lisy, la poesía, le pertenece. Él se la ha adueñado a punta de trabajo. Y es que la poesía le pertenece a quien se identifique con el quehacer humano. Con el éxito y el fracaso nacido del trabajo. Escribir, leer, tachar, re-escribir. De entre tales labores germina el poema. Lisy, la poesía, le pertenece a César Julio. Es suya. Él le dedicó trabajo, y se nota. Enhorabuena, la proclama de a quien le pertenece la poesía. Lisy es tuya, mi buen amigo.

domingo, 8 de agosto de 2010

¿EXISTEN LOS POETAS REVOLUCIONARIOS?

Eco y Narciso-Waterhouse

“Cuando era como vos, me enseñaron los viejos y también las maestras bondadosas y miopes que libertada o muerte era una redundancia, a quien se le ocurría en un país donde los presidentes andaban sin cabangas.”
Mario Benedetti


¿Quién es un poeta revolucionario? ¿El que publica un montón de libros, traducidos todos a otro montón de idiomas? ¿El que asiste a todos los congresos del mundo que condenan todos los abusos del mundo? ¿El que persigue la última causa perdida de moda? ¿El que escribe versos entristecidos por una sociedad donde la moda es la tristeza? ¿Quién es un poeta revolucionario?


Hay palabras desgastadas, sí, pero no por eso las causas que un día fueron defendidas con esos vocablos deben olvidarse. En este país, Panamá, la palabra revolucionario ha perdido su sentido, es más, hasta causa aversión en ciertos sectores. Tanto zurdo pancista, me imagino. Pero la inequidad no ha desaparecido y debemos hacer algo al respecto. Sin embargo, ¿Acaso se puede acabar con ella escribiendo versitos?


No, no se puede. Y menos, cuando se trata versos que sólo entienden los poetas y sus séquitos. Pienso que hay algo que es bien importante mencionar de las características del revolucionario, que es fácil pasar por alto. El revolucionario es un ser humano. No es una máquina. Y la verdadera revolución la realizan los seres humanos simples, sencillos, pobres, los que a pesar de todas las limitaciones que les ha impuesto la sociedad, se atreven a amar, a pelear, a reír y a llorar. Es esa gente la que debe aparecer en los versos de un revolucionario. La gente, la gente, no los ídolos. En esta era de apuros, de veloces vueltas en el trapiche del cotidiano vivir, ¿qué más revolucionario que una poesía simple y sencilla escrita para seres humanos simples y sencillos?

domingo, 1 de agosto de 2010

DECLARACIÓN PÚBLICA

Mariposas de Esperanza Sánchez Espitia (Colombia)

“Estas son las palabras urbanas, las marginales, las que temen y repelen, surgidas de reductos, barriadas, cantinas y de las vendetas, alcohólicas y amanecidas en agrio.”

Henrie Petrie


Te hablamos desde aquí, el margen. Sí, desde este censurado rincón de la urbe, de la ciudad tatuada con la tinta de la desaprobación. Desde aquí lanzamos nuestra proclama. No somos lindas ni fragantes. Pero, a pesar de los académicos inflexibles que nos persiguen, de los críticos preciosistas que nos desprecian, de las grandes editoriales que nos niegan la luz, de los poetas que no se atreven a eructar en público, a pesar de todos ellos, existimos. Un graffiti es nuestro hogar, el pregón del vendedor callejero nuestro vehículo. Ya te debes imaginar que no tenemos para comprar perfume, así que olemos a sudor agrio de varios días sin lluvia. ¡Y no hay gramática que aguante tanta peste! Así que, gracias a nuestra pobreza de estómagos vacíos y con huecos, tampoco hay diccionario que nos encierre. Para cuando terminan de construir una de esas cárceles, ya estamos bailando en otro lado. Una palabra de la otra esquina de la metrópoli se atrevió a llamarnos parapléjicas. Para empezar, no tenemos idea de que significa esa palabra. Para seguir, tenemos muchas cosas que decir como para perder el tiempo enfrascándonos con esa intrusa. Nosotras amamos las llagas, no es que tengamos paladares asquerosos, sino que la pobreza azota con cilicios de vidrio los lomos de los desarrapados, ¿y adivinen quienes nos consienten y miman? Sí, así es, son ellos, los que pueden morir sin la presencia de la muerte. A nosotras no pueden acallarnos, bueno, sí lo hacen de manera indirecta. Sólo les basta hambrear hasta la muerte a quien nos hospede entre sus dientes careados. Aún así, las voces sepultadas germinan como el maíz. No hay silencio que dure cien años, ni boca que lo aguante. Por la niñez que sonríe ardores y no llora. Por la metrópoli con poliomielitis. Por el lupus que mastica a la mujer. Por la ciudad plana con gente llana. Por ellos, los marginados hasta por la memoria, por ellos, nosotras, las palabras marginales, hemos llegado a esta urbe para quedarnos.