domingo, 30 de diciembre de 2012

LA SENDA EPICÚREA



“Epicuro creía que todos podemos hallar un modo de ser felices. El problema, según él, es que buscamos en el sitio equivocado.”
Alain De Botton
No entendemos nuestras necesidades. Las confundimos con las supuestas buenas costumbres sociales que desde pequeños nos han dicho debemos cultivar obligatoriamente, las confundimos con esos deseos ilusorios que la publicidad y las ofertas comerciales han sembrado en nuestro ser y con esos caprichos maniáticos que nos convierten en víctimas del que dirán, de la presión de grupo. Y mientras vamos tras los espejismos, nuestras verdaderas necesidades siguen sin satisfacerse y, por ende, crece nuestra infelicidad.
Según el filósofo griego Epicuro, la felicidad consiste en satisfacer nuestras verdaderas necesidades, las cuales son: tener amigos, ser libres y reflexionar sobre la propia vida.
Viajar a una ciudad desconocida o cenar un plato exótico y sabroso o jugar por primera vez un partido de críquet o asistir a una función del Ballet Bolshoi o cualquier otro placer que se nos ocurra es mucho más placentero si se comparte con los amigos. La evolución biológica nos llevó por la ruta de la amistad, por eso el bebé le sonríe a su madre y aprendemos a transmitir emociones a través del contraste entre la esclerótica y el iris de nuestras miradas. Ser amigo es una fuente de placer que nos aleja del suicidio. Repito: ser amigo, porque uno no tiene amigos, uno es amigo. Y sólo se puede ser amigo del otro, después de ser amigo de uno mismo. Amigo del ser uno mismo, no de esa invención mental llamada ego.
Mi cuerpo existe, mi mente también, así mismo mis emociones y sentimientos, carácter, temperamento y personalidad; mis recuerdos y expectativas, mi fuerza de voluntad existen. Estos y otros elementos conforman mi ser. Mi ego también es parte de mi ser. Pero mi ego no soy yo.
Los diversos componentes de mí ser cambian y cambian permanentemente y cada uno a su propia velocidad y en direcciones y sentidos variados. Eso me despierta una gran ansiedad. Mi ego es un intento imaginario y artificial de crearme la sensación de seguridad. ¡Qué lío! Como mi ser varía tanto que es imposible  inmovilizarlo en una única definición que abarque su totalidad, me invento una descripción de mí mismo que supuestamente es permanente y así tener un asidero en el mar de incertidumbres que es la vida. Pero perder de vista las transformaciones de mi ser por defender la permanencia de mi ego, me impide ser mi propio amigo y del otro. Una defensa del ego que sacrifique los cambios del ser y a los amigos es una aproximación a la esclavitud. La libertad acompañada de la amistad es un anticipo del paraíso.
La libertad es aquel estado donde mi ser se puede transformar sin frenos ni perjuicios. Quien ha aprendido a ser amigo, no tiene porque temer ser libre. La libertad implica cumplir con ciertas responsabilidades, tales como: sanear la economía personal. Hay que buscar los recursos y administrarlos sensatamente. Como quien dice, hay que arroparse hasta donde llegue la manta.
Es importante cuidarse de los jueguitos cotidianos del poder. Son una trampa. ¿Para qué competir por decir la última palabra cuando en realidad ni siquiera nos están escuchando? ¿Por qué endeudarnos comprando artículos innecesarios dizque para lucirlos frente a gente que apenas si nos voltean a ver? ¿Qué ganamos complicando lo simple?
La persona autónoma abandona las costumbres y tradiciones que no comprende; esas rutinas le fueron impuestas, así que no se siente obligada con ellas. El autómata prefiere cumplir con el que dirán, aunque ello signifique abandonar la búsqueda de su felicidad.
El tercer componente de la felicidad, según Epicuro, es llevar una vida bien analizada. Construye su felicidad quien reserve tiempo para reflexionar sobre sus preocupaciones, si son o no reales, si son o no exageradas.
Construye su felicidad aquel que se aleje de la bulla social, del dedicar esfuerzo de las neuronas a pensamientos inútiles. Construye su felicidad quien calme y sosiegue su mente y cuerpo. ¡Todos los días!
Destruir la felicidad es fácil, basta rendirse a la presión de grupo. Basta vivir afanado por cumplir con la opinión ajena. Basta preferir ser esclavo que persona autónoma. El infeliz esclavo que no se arriesga en las profundidades de la reflexión, pues puede ser que descubra que tiene responsabilidad en su propia infelicidad. La persona autónoma si toma el riesgo, pues sabe de antemano que de descubrir su propia complicidad va a corregir tal situación.
La persona autónoma tiene amigos, pero no permite que ellos le impidan satisfacer sus necesidades. Sus reflexiones le permiten diferenciar entre un consejo de amigo y la vulgar manipulación. Por ejemplo, sabe muy bien, por más que se lo pidan sus compinches, que es muy tonto e idiota gastarse el dinero de la comida en el suéter de un equipo deportivo. ¡Comer es más importante que el Real Madrid!
En resumen, la senda de la felicidad epicúrea consiste en desear satisfacer sólo las verdaderas necesidades. Y las necesidades, las verdaderas necesidades, son muy pocas.

domingo, 23 de diciembre de 2012

LA GUERRA SOCRÁTICA



“Sócrates nos regaló la idea de que pensar lógicamente sobre nuestras vidas puede ayudarnos a ser más seguros e independientes, menos conformistas y menos vulnerables a la opinión ajena. El sueño de que la filosofía puede liberarnos.”
Alain De Botton
Sócrates fue condenado a muerte por corromper a la juventud y despreciar a los dioses. Pienso que tal sentencia, fue en realidad, un fallido intento del estado Ateniense de poner punto final a la guerra que el filósofo le declaró al fundamento de toda sociedad: sus creencias.
Sin el firme aval del individuo a las doctrinas estipuladas por la sociedad, esta perdería el poder represor y ejecutor que la constituye en un corpus. Precisamente, Sócrates predicó que tal conformidad debía ser cuestionada. Sí él hubiese vivido en  una democracia de pensantes y no en una comunidad de intereses, no hubiese tenido ningún problema. Es que cuestionar las creencias en que se fundamenta el estado, en la práctica, es cuestionar a las minorías que lo dirigen. En particular, hay una creencia cuyo cuestionamiento es tachado de inmediato de peligroso, las elites condenan a todo aquel que se atreva a preguntar: ¿nuestros dirigentes sabrán lo que hacen?
Las sociedades autocráticas y oligarcas temen a la confianza que los individuos puedan tener en sus propias ideas. Cada individuo que aprenda a pensar es un carnero que abandona el rebaño. Mientras más grande sea el rebaño, más grande serán las ganancias de quienes se auto constituyeron en dueños del mismo.
Para abandonar la manada, hay que transformarse en inconforme, hay que estremecerse el cerebro, desinstalarse. Salir de la comodidad de las verdades escritas en piedra. Hay que localizar los prejuicios, cuestionarlos, desbancarlos. Hay que dejar de vivir sin pensar. Y eso tiene su costo en tiempo dedicado a reflexionar sobre la propia vida y en recibir frialdad y rechazo de parte del rebaño. Pensar y repensar y luego y sólo luego de hacerlo, hablar en el momento justo nos diferencia del rebaño. Y eso la manada no lo perdona.
Toda guerra tiene su estrategia. Choque frontal, flanqueo, guerrilla, francotirador. Para los no violentos la estrategia es la  firmeza estoica, la no participación en la propia opresión. Sócrates también planteó su estrategia de combate. Sus pasos tácticos podríamos resumirlos así:
Primero, se elige un concepto aceptado por las mayorías como verdadero.
Segundo, se busca una excepción a la regla implícita en el concepto elegido.
Tercero, de hallarse pocas excepciones el concepto comienza a tratarse como impreciso, de tener muchas se le trata como falso.
Cuarto, a la luz de las excepciones encontradas, el concepto original es replanteado.
Quinto, el proceso se repite con el concepto replanteado hasta lograr la contundencia en el argumento, hasta alcanzar la rotundez.
Sólo las opiniones pensadas tienen valor, toda opinión repetida sin ser reflexionada por las mayorías no tiene validez. No debe  extrañar su sentencia de muerte; Sócrates dejaba poco o ningún espacio para la frivolidad y la demagogia. Los manipuladores debieron odiarlo.
Vemos el mundo a través de nuestros ojos y hasta debemos, para no ser engañados por los prejuicios, cuestionarnos lo que estamos viendo. Podemos intentar entender el punto de visto de los otros, pero si no es lógico y está falto de sentido común, sino es fruto de la reflexión, no debemos aceptarlo, aunque miles o millones afirmen su autenticidad. Es más, debemos rechazarlo, debemos declararle la guerra. El oscurantismo crece con el silencio de quien descubre una falacia y prefiere ocultarse en las sombras. Posiblemente ese combate esté perdido de antemano, pero por lo menos no se es cómplice de la desgracia humana.

domingo, 16 de diciembre de 2012

NO QUIERO ACOSTUMBRARME



Milagros
 
"Actúa de tal suerte que seas digno de ser feliz."
Emmanuel Kant
No quiero acostumbrarme a los sepelios. No quiero acostumbrarme a despedirme, para siempre, de mis familiares y amigos, de las personas que admiro y amo. No quiero acostumbrarme al triunfo final de la muerte y dejar de sentir el dolor que provoca la marcha silenciosa de un ser apreciado. No quiero acostumbrarme a la extraña sensación del cariño que abandona mis manos, filtrándose entre mis dedos y colándose hasta el abismo.
No quiero acostumbrarme a la ausencia de sonrisas, de cariños, de cascadas y relámpagos. No quiero acostumbrarme a no escuchar más tu saludo de: Hola, primo; a no ver más la luz reflejada en tus lentes, a no sentir a la alegría entretejiéndose en tus dientes, a no degustar la dulzura de tu carácter, a no ser más nunca testigo de la nobleza de tu acciones y, sobre todo, no quiero acostumbrarme a tus sueños truncados.
Pero me toca hacerlo, me toca buscar las señales, leer la nota del Arco iris, oír el coro del fuego y su revancha. Me toca. Me toca sanar la herida. Respirar profundo. Despedirme de los lamentos. Herir la atmósfera con un suspiro. Escuchar su reclamo. No pedirle disculpas. Suspirar de nuevo. Levantarme. Respirar más hondo. Y caminar. 
Porque eso es lo que nos toca a los que nos quedamos. Milagros, eso es lo que nos toca. Caminar la vereda que comenzamos a recorrer contigo. Eso es lo que nos toca. Espero estar a la altura y dar los buenos pasos. Mantenerme en el sendero y no desviarme hacia el pantano. Mila, tú nunca te acostumbraste al dolor humano, espero poder imitarte en ese importante detalle.

domingo, 2 de diciembre de 2012

LA ILUMINACIÓN EN EL CAMINO



Picante iluminación
 
“Espiritualidad es ser tu mismo.”
Anthony de  Mello
Me topé con el maestro y estuvimos varias horas caminando uno al lado del otro, sin decirnos nada, sin yo preguntar y sin él contestar. Cuando lo creímos pertinente, hicimos un alto en el camino y nos dispusimos a descansar. Sus labios sonreían y mi espíritu lo hacía también. Él y yo estábamos listos, así que él habló y yo escuché.
Y me dijo: sé como el aire que siempre tiene oxígeno, sé como el aire que se deja respirar, sé como el aire que le es indiferente si lo respiran o no lo respiran, sé como el aire que en cualquier momento se convierte en brisa y se marcha.
El maestro regresó al silencio y a los pocos minutos retomamos la ruta. Caminamos casi un kilómetro y en una encrucijada nos separamos. Mi mente recordó las palabras del maestro y mi corazón recordó algunos eventos de mi vida.
Mi corazón recordó las veces que me esforcé en dominar un arte hasta convertirme en un digno oficiante del mismo, recordó las muchas veces que ofrecí mis servicios, hubo quienes los aceptaron de buen agrado, otros lo hicieron con no buen talante y algunos me rechazaron de plano. Y me sentí pésimo, pues mis intenciones eran buenas y mis acciones desprendidas.
Mi mente comprendió que siempre tengo alguna virtud que me adorna, comprendió que esa virtud bien puede ser compartida y comprendió, y lo comprendió muy bien, que nadie está obligado ni a reconocer esa virtud ni mucho menos a dejarse aliviar por ella. 
Después que mi corazón recordó y que mi mente comprendió, me hice la siguiente pregunta: si el aire pudiese ser feliz, ¿cuál sería su razón para serlo? Y ahora, usando las palabras del maestro, yo comprendo que el aire sería feliz sólo por ser aire. Todo lo demás es lo demás.