martes, 28 de noviembre de 2006

¿DÓNDE LA PUERCA TUERCE EL RABO?

“El ojo que tú ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque él te ve.”
Antonio Machado

¿Y dónde es ese ignoto lugar? ¿Será una playa de arenas blancas y tibias? ¿Será la cima de una montaña desde donde se puede apreciar el mundo entero? ¿Dónde torcerá la puerca el rabo?
Me parece que no estamos hablando de ninguna comarca paradisíaca. Estamos hablando del sitio donde una supervisora nacional de educación persigue las malas pedagogías mientras encubre los delitos sexuales de un profesor, que a propósito es su hijo. Allá mismo, un pediatra y una fiscal borran las huellas (por lo menos lo intentan) del homicidio culposo de su niña responsable de un atropello y fuga. Allá, donde la puerca tuerce el rabo, hay jóvenes que se enrolan en la policía para delinquir desde la comodidad del uniforme. También hay literatos delincuentes, religiosos pedófilos y otras alimañas. Sí, allá, una moral le tuerce el brazo a otra. A la puerca tuerce el rabo en el reino de la doble moral.
La observación diaria del comportamiento humano (incluyéndome), me ha permitido determinar que la puerca tuerce el rabo en un detestable rincón de nuestros corazones. Allí donde queremos medir el mundo con varas de acero y nuestra alma con cintas de terciopelo. ¿Y saben qué es lo triste? Que esa cinta siempre se revienta.
Así es. Con la doble moral se pierde. Nunca hay empate. Los platos se rompen y alguien tiene que pagarlos. Y allí nace el abuso. La impunidad. El descaro. Porque no hay forma de tratar a los demás a palos y pretender ser azotado con hilos de seda, sin que ello provoque reacciones, justas reacciones a nuestros pecados. Reacciones que serán acalladas o ¡ACALLADAS! ¿Pecados? ¿Y de qué pecados estamos hablando? De uno elemental. Aquel que reza lo que siembro debo cosecharlo. ¿O no es así?

lunes, 27 de noviembre de 2006

LA PALABRA COMO EJERCICIO DE AUTONOMÍA

“Hombre despalabrado no es sinónimo de mudo, sino de zombie”.
Roque Dalton
¿Qué es la autonomía? ¿Y qué tiene que ver con la palabra? Ambas preguntas se remiten a otra: ¿quién tiene poder? Porque en el fondo hacer uso de la palabra es un ejercicio del poder. Y se puede usar autónomamente o de forma plegada al sistema imperante.La palabra legitima o condena. Destapa o esconde. Marea o despierta. Conduce hasta el meollo del asunto o nos pierde en el camino. Parte del poder de la palabra reside en sus buenas o malas relaciones con la realidad. Puede facilitarnos verla tal cual es u ocultárnosla. La palabra es denuncia.Ver la realidad no siempre es agradable. He allí el éxito de los falsos profetas. Nos seducen con un silabeo sin sentido pero grato y hasta maravilloso. Nos convencen con el juego de las apariencias. El aparentar tiene la función de inventar algo que puede ser agradable, pero que no existe; creer en esa vana invención siempre tiene su precio: el abierto engaño y la solapada esclavitud. En cambio, los verdaderos profetas, aquellos con verbos de fuego, aquellos que incendian las mentiras, aquellos que nos provocan el desagrado de chocarnos de frente con la verdad, por lo general y efectivamente fueron y son víctimas de las hogueras que pretendieron y pretenden dar fin al alcance de sus discursos. Por suerte, no hay candela que convierta en cenizas la palabra ya expresada y escuchada.El resto del poder de la palabra radica en la fabricación de nuevas realidades. La palabra es profecía y la profecía es anuncio. Todo lo conocido nació del útero de una palabra. La imaginación, la reflexión, lo investigado, el trabajo, lo construido, la magia, todo es posible gracias a la palabra. Un pensamiento nacido en una esquina de nuestro cerebro o un sentimiento escapado de una habitación de nuestra alma, pueden ser conocidos gracias a la palabra. Entonces, ¿por qué no reinar en nuestro mundo gracias a nuestra palabra? ¿será por qué es más cómodo ser un zombi despalabrado que un humano responsable de lo que dice?

martes, 21 de noviembre de 2006

CIEN, CIEN, EL NÚMERO CIEN

CIEN, CIEN, EL NÚMERO CIEN

“Es necesario sentir la obra, no sólo durante su lectura sino posteriormente, con el fin de mezclarla con nuestra condición humana en su contexto particular y saber pues qué uso darle dentro de la vida.”
Diego Mora
Emblemático 100. Un centenar de cibertículos. Quizá deba hablar más claro. Estos artículos publicados cada viernes en el diario Día a Día, en la columna llamada Heurísticas y difundidos en el ciberespacio (Por eso el nombre de cibertículos), con éste, el de hoy, llegan al No. 100.Todo comenzó así. ¿Recuerdan aquella película EL SASTRE DE PANAMÁ? Para mí fue un verdadero desastre. Una total ofensa a nuestra patria. ¡Y reaccioné! Con un artículo escrito que, a falta de un periódico que lo publicase, fue circulado a través de mi lista de direcciones de correo electrónico. Me imagino que muchos amigos y amigas coincidían con mi opinión sobre el susodicho filme, pues los comentarios recibidos de vuelta fueron bastante positivos. Hubo uno en particular que me valió mucho. En realidad fueron dos. El primero fue de Rafael Álvarez quien me dijo: “Ya sabes lo que sienten los vietnamitas cuando los gringos hacen películas sobre ellos”. El segundo fue de Héctor Collado, quien me aupó a buscar un medio impreso donde publicar el artículo. Ambos comentarios me hicieron pensar en lo poco comprensivos que solemos ser con el mal ajeno y en el reto que significaba circular en el Internet información diferente a los chistes y cadenas que ya son instituciones en la red cibernética. Debo aclarar que nunca fui censurado por ningún medio de comunicación impreso. En realidad, no los busqué. Fue Eduardo Soto a quién se le ocurrió crear la columna en este diario. El nombre se le debe a Ricardo Quiel. La heurística se asocia a la invención. Debo agradecer los comentarios (en realidad los retos intelectuales) que he recibido hasta ahora desde el primer cibertículo (diciembre del 2001). En especial a...mejor no menciono nombres pues podría quedarme corto y hacer una injusticia por omisión. Seguiremos en la invención.

domingo, 19 de noviembre de 2006

HEURISTICAS

¿POR QUÉ LAS UTOPÍAS SON UTÓPICAS?
“Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.
Gandhi
Lo que no cuesta, no es valorado. Lo que no es valorado, no da ganancias. Lo que no da ganancias, no recibe patrocinio. Lo que no recibe patrocinio, tarde o temprano muere. Y la muerte ha sido el final de tantos sueños, en especial aquellos que pretenden mejorar este mundo que nos toca vivir. ¿Será que para poder ayudar a alguien habrá que cobrarle una tarifa?
Quizá sí.
La beneficencia, hasta lo que yo sé, no ha acabado con la pobreza en ningún punto del planeta. Es más, sé de algunos casos donde tal práctica terminó por agravar la situación de los supuestos beneficiados. No por gusto está lleno de sabiduría el refrán que dice: “No le regales un pescado al necesitado, mejor enséñale a pescar”.
Tal vez la gratuitidad de la asistencia a conllevado el desgaste de las utopías. A lo mejor será necesario que todo tenga algún costo. No necesariamente me refiero a precio en dinero. Quizás, por ejemplo, llegó el tiempo de hacer obligatorio el cumplimiento de los deberes para hacer efectivo el disfrute de los derechos. La globalización neo-liberal insiste en que todo debe venderse y que las compras deben hacerse en dinero. Quien no tiene dinero, no debe gozar ni siquiera de servicios como salud y educación. ¿Aseveración capitalista deslenguada? No sé. Es posible que estemos abocados a una nueva propuesta, la de la globalización de la responsabilidad, donde todo tiene costo y ese costo consiste en que cada ciudadano haga el aporte que le corresponde a la comunidad. Nadie puede hacer lo que me toca a mí hacer. Algo así como una situación especial de acumulación de capital social. Y eso implica que todo nos cueste a todos, para así apreciarlo como debe ser.

martes, 14 de noviembre de 2006

HEURISTICAS

ALEJANDRO MAGNO, JULIO CÉSAR Y EL FÚTBOL
Hay dos capítulos en la historia (o quizá la leyenda) que han impactado mi vida profundamente. El primero de ellos es aquel donde Alejandro Magno resuelve el dilema del Nudo Gordiano. Se decía que quien fuera capaz de desatar el famoso y difícil nudo se convertiría en el gobernador de Asia. Muchos lo intentaron, pero en vano. El mismo Alejandro fue incapaz de desatar el nudo gordiano, así que sacó su espada y lo cortó de un tajo. La expresión nudo gordiano se usa para referirse a una situación complicada, sólo resoluble mediante una acción rápida y decisiva.
El segundo, es la resolución tomada por Julio César frente al Rubicón, antiguo río del centro de Italia. En el siglo I a.C., marcaba la frontera entre Italia y la provincia romana de la Galia Cisalpina. En el 49 a.C., Julio César realizó su famoso paso del río Rubicón después que el Senado romano le prohibiera entrar en Italia con su ejército. Esta acción inició una guerra civil entre sus fuerzas y las de Pompeyo Magno. La frase pasar el Rubicón significa aún hoy dar un paso decisivo para emprender una acción arriesgada. Por cierto, la guerra la ganó Julio César.
Cuando pienso en momentos cruciales y en toma de decisiones, siempre evoco estas dos escenas.
El pasado Mundial de Fútbol Alemania 2006, estuvo rico en goles fruto de disparos a larga y media distancia. Los famosos trallazos, que, cual rayos del Olimpo, traspasaron las porterías de los contrarios, reduciendo a polvo sus sueños e ilusiones. Particularmente hubo uno que me impactó. El domingo 25 de junio, las selecciones de Ecuador e Inglaterra se enfrentaron en octavos de final. Ambos equipos demostraron un gran poderío defensivo. Tanto, que bien parecía que el juego se iría a tiempos extras y cuidado, hasta la definición por tiros penales. Pero bastó un error, una falta en el peor de los momentos, el cobro de un tiro libre, el bombazo y el gol. David Beckham anotó el tanto que dio el pase a Inglaterra y dejó en el camino a Ecuador.
¿Será que sólo eso se puede hacer con las oportunidades, tomarlas y punto?

lunes, 6 de noviembre de 2006

HEURISTICAS

¿PODER SOBRE O PODER PARA?
”El que no tiene opinión propia siempre contradice la que tienen los demás.”
Lingrée
El poder es una de las más fascinantes facultades humanas. Siempre está relacionado con el hacer. También con la fuerza. Es una especie de capacidad que permite, a quien lo ejerce, realizar o posibilitar sus deseos. El poder se asume; de lo contrario, se pierde. Dos de las instituciones que pueden ejemplarizar esta aseveración son: la iglesia y la milicia.
Pero no me suena bien empacar en el mismo bulto, a figuras tan dispares como a Pedro Casaldáliga y a Anastasio Somoza Debayle. El primero fue obispo del Mato Grosso brasilero desde 1971 hasta el 2003; su vida religiosa y poética (también es poeta) está profundamente marcada por la teología de la liberación y la opción por los pobres, lo cual lo enfrentó acremente a las multinacionales y a los latifundistas. El segundo, apodado Tachito, fue el último de la dinastía Somoza; se aseguró de eliminar a sus opositores y de enriquecerse a costa de las arcas nicaragüenses. A Pedro y a Tachito, a pesar de que ambos fueron poderosos, no podemos medirlos con la misma vara.
Definitivamente, es obvio que la diferencia radica en la concepción del poder. ¿Acumularlo para ejercerlo sobre algo o alguien, en nuestro ejemplo sobre un país? ¿Tenerlo para hacer algo por alguien; incluyendo crear un poema o una utopía? Poder sobre o para, he ahí el dilema.
Es posible que la cotidianidad de nuestras vidas, nos empuje a creer que no tenemos mayor relación con el poder. Que eso es cosa de los políticos. De los empresarios. De los dirigentes sindicales y gremiales. Pero sucede que no es así. Todos los días ejercemos poder. Y eso lo podemos constatar en una simple conversación. ¿Qué buscamos? ¿Decir la última palabra? ¿Interrumpir? ¿Enriquecer y enriquecernos?¿Escuchar? Poder sobre o para, he ahí el dilema. ¿Verdad?
Me parece que una gran demostración de poder es hacer silencio. ¿O no es posible callar y sólo escuchar?