domingo, 24 de mayo de 2015

EL ESCLAVO HONORABLE

“¡Pero cuidado! ¿Vais al Congo? Respetad, no digo la propiedad nativa (las grandes compañías belgas podrían confundirlas con una piedra arrojada a su tejado), no digo la libertad de los nativos (los colonos belgas podrían ver en ello propósitos subversivos), no digo la patria congoleña (arriesgándonos a que el gobierno belga tome muy mal la cosa), digo: ¡Vosotros que vais al Congo, respetad la filosofía bantu!
Aimé Cesaire                                      
El sargento camina lleno de orgullo después de haber departido tragos con el capitán, el oficial respetó su honor, le permitió pagar la cuenta, la juerga fue larga, la cuenta fue grande; el salario del capitán triplica al del sargento. La mujer camina oronda hacia la iglesia, no tuvo que pedir permiso a su marido para salir a escuchar la misa, nunca le pide permiso para ir al oficio; es el esposo quien hace los mandados, quien paga las cuentas, quien asiste al colegio y vela por los estudios de los hijos, quien le compra la ropa a ella, así que ella no sale nunca del hogar, salvo para ir a misa y lo hace sin pedir permiso. El obrero camina encendido de honor después de enterarse que va a tener que seguir trabajando más allá de la edad de jubilación, su patrón nunca pagó las cuotas del seguro social; el obrero sospecha que, quizás, va a tener que trabajar hasta el día de su muerte, pero él es moralmente superior a su patrón y no se va a rebajar a mendingar en un tribunal lo que por ley le pertenece; la casa pierde y se ríe, hay un Dios en el cielo.
¿El honor de los oprimidos es una estrategia de explotación? Pues a veces sí que lo es. Cuando por él se renuncia a exigir el cumplimiento de los derechos ganados, cuando sirve para ocultar una situación tiránica, un saqueo. Cuando el honor despierta en el sometido la enajenante sensación de superioridad sobre el déspota y tontamente asume la actitud de esperar que sea el abusador quien rectifique, en ese instante, el honor se convierte en deshonra. 

domingo, 17 de mayo de 2015

PANAMÁ Y NICARAGUA SEGÚN RUBÉN DARÍO

"Los hombres son tan simples y unidos a la necesidad, que siempre el que quiera engañar encontrará quien le permita ser engañado."
Nicolás Maquiavelo
Las rutas interoceánicas de Nicaragua y Panamá tienen puntos históricos en común. Hitos de confrontación, pareciera. En realidad, siempre han sido los intereses de las potencias de turno los causantes de tales oposiciones. El capital internacional nunca ha dudado en hacer uso del chantaje y el soborno para así hacer caer a ambas naciones en la tentación de ofrecer por migajas sus virtudes geográficas. Tampoco le ha temblado la mano al hacer uso de la fuerza.
 Así lo deja claro el bardo nicaragüense Rubén Darío al denunciar en la crónica La República de Panamá de 1913 a los Estados Unidos de América por fortificar y declararse soberano en el canal de Panamá. El siglo 20 fue la centuria militarizada del territorio aledaño al canal por parte de la nación campeona, supuestamente, de la democracia. Desde las bases militares estadounidenses en territorio panameño se manchó de luto y dolor al resto de Latinoamérica. Por cierto, luego del atentado realizado por Rigoberto López Pérez, en el hospital militar de la llamada zona del canal murió el dictador Anastasio Somoza García.
Otro por cierto, la mencionada crónica bien podría usarla el actual gobierno panameño como parte de una campaña de promoción de su gestión gubernativa. Tan pronto deja clara su acusación contra el militarismo del imperio norteño, brinda flores y elogios al estado panameño y a sus dirigentes por los logros alcanzados en el progreso y desarrollo nacional.
También menciona el éxito sanitario que representó la eliminación de la endémica fiebre amarilla, batalla ganada por los estadounidenses en las ciénagas que rodeaban la ciudad de Panamá. La más joven de las repúblicas centroamericanas fue durante el primer tercio del siglo pasado una especie de protectorado donde eran los angloamericanos quienes prestaban servicios tan básicos como la recolección de la basura.
No es de extrañar, entonces, que el bardo nica afirmase, cuando aún no había finalizado la construcción del canal, que en suelo istmeño había crecido la población bilingüe y la gringofilia. La Panamá ocupada por las bases militares gringas es tan yanki como la Nicaragua asolada por Walker. Y a pesar de ello, el bilingüismo en Panamá y Nicaragua es fruto maravilloso de la fuerte influencia afroantillana y no hijo bastardo de las muchas invasiones de los marines.
La crónica El Fin de Nicaragua (1912) comienza describiendo la nefasta incursión de William Walker en tierras nicaragüenses. Mientras el filibustero asolaba Nicaragua, en Panamá el ranger y asesino de indios Randolph Runnels imponía el orden, el orden de los blancos sobre todos los otros colores. La irrupción en Centroamérica de ambos personajes fue consecuencia de la fiebre del oro californiana, evento que conmocionó la historia de las ambas naciones.
En el siglo 19 en Panamá existía la llamada la Franja Yanki, de diez millas de ancho y 40 millas de mar a mar en línea recta, franja que en el siguiente siglo sería la Zona del Canal, la ignominiosa colonia estadounidense en territorio panameño que fue causa de tanta desgracia. Por dicha franja se atravesaba el istmo a través del Camino de Cruces y del río Chagres y con el auge del oro, se construyó el Ferrocarril Interoceánico de Panamá. Para garantizar los intereses de dicha empresa Randolph Runnels fue contratado por la Howland and Aspinwall Company.
Randolph asumió con excesivo entusiasmo la tarea de liberar de salteadores de caminos a la futura ruta ferroviaria. Realizó por lo menos dos masacres de supuestos forajidos, una de 37 y la otra de 41 ejecutados. Además, se encargó de reprimir el descontento de los trabajadores que construían el ferrocarril. Randolph estaba convencido que así consumaba una profecía donde él fungía como el ángel exterminador cumplidor de un mandato divino. Con igual inspiración William Walker acometió cuatro expediciones en territorio nicaragüense, cuatro incursiones de sangre y saqueo. Walker y Runnels, dos asesinos con ínfulas mesiánicas que en nombre de nuestra redención nos trajeron el infierno.
Randolph Runnels murió en Nicaragua, después de haber servido como Cónsul de los EE.UU. en ese país. Sus restos descansan en el cementerio municipal de la ciudad de Rivas, en el sur de Nicaragua. Ciudad donde se libraron dos batallas contra Willian Walker.
Darío habla con enojo del clamor servil que pide desde la intervención yanki en asuntos internos, hasta la solicitud de ser anexionados a la unión anglo americana. En diciembre de 1989 fui testigo de este repugnante comportamiento. Mientras las tropas yankis invasoras llenaban las fosas comunes con panameños ejecutados, otros panameños las aplaudían  y hasta les compraban cervezas bien frías. Hay un dato paradójicamente curioso: en 1925 el presidente de Panamá Rodolfo Chiari pidió la intervención de las fuerzas armadas estadounidenses para aplacar un movimiento popular en contra de los dueños de casas de arrendamiento; y en 1964, su hijo, el presidente Roberto Chiari, durante los sangrientos eventos del 9 de enero rompió relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Fue el primer latinoamericano en hacerlo.
Estas palabras del poeta niño me llaman mucho la atención: Mas, de hecho, el imperio norteamericano se extendía sobre el territorio nicaragüense, y la pérdida implícita de la soberanía era una triste realidad aunque no hubiese ninguna clara declaración al respecto. Para el mismo tiempo, sea por la fuerza o por la firma de un tratado, para Nicaragua y Panamá no hubo diferencia, nos convertimos en repúblicas bananeras permanentemente intervenidas. Meros cuadrantes del patio trasero de los Estados Unidos de América.
Dice Rubén en la crónica La Cuestión de los Canales (1902): La vieja cuestión del canal interoceánico se renueva de tiempo en tiempo. Hoy en día es un tema vigente y podría llegar a ser candente. No tanto por un enfrentamiento comercial entre Nicaragua y Panamá, sino por las afectaciones que dichas empresas, dependientes del comercio mundial, tengan sobre sus pueblos.
El canal de Panamá y el proyecto de construcción nicaragüense son empresas que responden a los intereses del capital internacional. Y esto de capital internacional hay que contextualizarlo, porque en más de una ocasión termina siendo un mero eufemismo. De los cinco multimillonarios más grandes del planeta, cinco son estadounidenses. De los diez, ocho. El 34% de las transnacionales del planeta son estadounidenses. Y eso que sólo estamos hablando de las empresas legales.
Los intereses capitalistas unieron y unen en el dolor las historias de Nicaragua y Panamá. Y sigue siendo así. Por esta razón quiero terminar con las palabras con las que Rubén Darío cierra esta crónica, palabras que aún, a pesar de algunos soñadores, tienen vigencia: Por Panamá o por Nicaragua, o por ambas partes, ellos buscan que América sea para los americanos. O para la humanidad que habla inglés.