domingo, 30 de mayo de 2010

TINIEBLAS EN LA MADRUGADA


“Siempre presentí que algo fantasmal me deparaba el destino...”
Leoncio Obando


La muerte despierta sentimientos de impotencia e incertidumbre. La muerte a nadie le es indiferente. Reaccionamos o con profundas reflexiones o con el pánico incontrolable. Creyentes y ateos se unen en el deseo de estar presentes en el más allá y disfrutar del mayor tiempo posible en el más acá. Cuando se piensa en la muerte la frustración se desborda. A los muertos los extrañamos, pero no bajamos a su morada. ¡Que resuciten!...si pueden.


Y entonces queremos controlar al destino. Encontrar un nuevo universo escondido tras la puerta laminada de un espejo y descubrimos que se trata de la misma realidad nuestra de cada día: hombres discutiendo y jugando dados en los rincones, mujeres que se ofrecen mostrando lo que encierran sus bragas, caseríos de chozas dispersas, operarios tan humanos como sus máquinas, un viejo que tose y rezonga constantemente, una mujer harta de parir. No es posible el escape, no hay que morir para conocer la muerte.


Se puede perder la fantasía y sólo la Muerte con mayúscula permite escapar al destino de vivir la muerte en minúscula. ¿Pero eso no es cobardía? Puede ser. Pero la vida es tan fugaz como la madrugada, cuando menos uno lo espera, ya es de día. Y las borracheras, los sueños, la ira, el asco ya no son suficientes para salvar a la inocencia. Aunque respiramos, ya estamos muertos.


Así le pasa a la infancia cuando descubre que los regalos bajo el árbol de navidad no los deja el Niño Dios sino su madre y desde ese momento los obsequios pierden su magia. ¡Adiós a la candidez! Las fantasías se escaparon como un gato en la madrugada. ¿Y ahora qué? ¿Madurar y esperar morir?


Toda gesta donde la muerte en vida no salga victoriosa, es una batalla que bien vale la pena pelearla. Ya en la vida hay bastantes artimañas sucias y humillantes, como para encima rendirse y dejarse arrastrar. Si vamos a fallecer, es innecesario adelantarse la muerte.

5 comentarios:

ledabril dijo...

Me encanta la muerte. Simplifica todo, como un haikú.

Gracee "Gloomy" Marty (Graciela Leguizamón) dijo...

Hola David. Leo siempre en el correo tus post y hoy me vine a leerte directamente. te agregue a un blog literario. Abrazo genio!

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Así mismo es.
La muerte (del cuerpo) de una persona es siempre algo tan sublime como misterioso. Sin embargo, la cuestión no tiene mucha gracia cuando la persona antes de morir corporalmente, había muerto su alma y su espíritu. Es un tanto lo que pasa con aquellos operarios que son tan humanos como sus máquinas.

Saludos!

Anónimo dijo...

Me permito decir lo que digo siempre, son tantas las razones para estar muerto, que estar vivo es ya de por sí un milagro. Tanto así que vendría a bien decir que la vida es una abstracción de la muerte, o una alteración de lo que fuimos antes y volvemos a ser. No pienso tanto en mi muerte, y le temo mucho a la de los seres queridos. La muerte tal vez dé vida a una fantasía, pero a la vida eventualmente la mata la realidad. Esa realidad que enferma al ser humano más sano, de vejez prematura y antinatural. Pienso yo ¿Muerto en vida?...habría que preguntarle a los suicidas, pero ya se murieron. Ahora nos queda especular, pese a las notas de despedida, por qué lo hicieron y qué tan lejos estamos todos de esa realidad. ¡Cuando te llega la hora, te llega! Dice la gente, pero quién sabe la hora, si es la que debe ser o tal vez era otra... Quizás los muertos piensen lo mismo a la hora de volver a nacer. Como menos por menos da más, morir entre los muertos sería nacer. Entonces… ¿Vivir entre los vivos sería…morir? ¿Morir a qué? ¿Al deseo de morir, o de que muera el otro o tal vez, o sólo tal vez de que muera el sufrimiento? ¿Morir a uno mismo, para nacer a los demás? Nadie sabe, sólo sería cosa simple, saber qué tan vivo estamos, atreviéndonos a asumir nuestra propia muerte aún estando vivos. ¿Qué sería si yo no estuviera? ¿Pos nada! Llegaría otro a hacer mejor mi trabajo de vida, o peor, según quiera el destino. Porque la importancia de una vida, tiene tal vez menos valor que disfrutarla. Es nuestra, no es de la historia, ni del mundo, ni de los ciudadanos, ni de los poetas, ni de las vírgenes, ni de los mosquitos. Y para disfrutar algo, no hay que entenderlo, sólo disfrutarlo. En consecuencia, habría entonces que… vivir, sólo eso.