domingo, 28 de febrero de 2016

¿QUIÉN TE CREES TÚ?

"Tu única obligación en cualquier período vital consiste en ser fiel a ti mismo".
Richard Bach
Toda sociedad posee mecanismos que transmiten la pobreza de una generación a otra. Algunos ejemplos son los embarazos precoces, sistemas educativos negligentes, la publicidad promotora del consumismo y, por ende, del endeudamiento de las familias. Muchos son los factores involucrados y mucho es el tiempo que tienen dichos factores interactuando entre sí para lograr mantener a un segmento de la población, permanentemente, incapaz de cubrir sus necesidades básicas.
Pero hoy prefiero escribir sobre una práctica que considero extremadamente perniciosa. Incluso, puede llegar a ser mortal. Me refiero al poder represor que ejercen los mediocres sobre los brillantes. Crecí escuchando a mi parentela hablar del por qué un balde lleno de cangrejos no necesitaba ser tapado, es que cuando un crustáceo está a punto de escapar viene otro y, atrapándolo con sus propias pinzas, lo regresa al fondo del recipiente. Ya de adulto he sido testigo de dicho comportamiento más veces de lo deseado. No hablo de cangrejos, hablo de miserables que no son felices y los atormenta el éxito del prójimo y hacen lo que sea, para que aquellos que tienen la posibilidad de salir del pantano que es la pobreza, no lo puedan lograr.
¿Quién te crees tú? En boca de estos miserables no es una pregunta, es una acusación de traición que no toda persona puede soportar y más sí es alguien tan cercano como un padre o una madre. Había dicho que esa miseria puede llegar a ser mortal. Una muchacha de mi barrio, hace un tiempo, todas las madrugas afrontaba las vicisitudes del transporte público de la ciudad de Panamá y lo hacía para ir a estudiar a la universidad; bueno pues, resulta que a una vecina ese le reventó el hígado y un día ya no lo soportó y agredió a la estudiante universitaria y le rayó la cara con una navaja de afeitar. Cuando arrestaron a la agresora estúpida, ésta declaró: Ella se lo buscó, ¿quién le dijo que es mejor que yo? Por suerte, la universitaria no abandonó sus estudios y las cirugías reconstructivas tuvieron el mejor de los resultados. Hoy en día es una profesional. La agresora pagó canas en la cárcel un par de meses y hoy en día continúa con su miserable vida, pero, lamentablemente, con una escalera de chiquillos. ¿Qué quién dijo que la universitaria es mejor que la miserable? Los hechos lo dijeron y lo siguen diciendo.
No veo por qué hay que temer darle reconocimiento a quien se lo merece cuando eso significa dejar en evidencia a un individuo que sólo sirve para estorbar y para más nada. Ese temor o asco o mala fe es la razón por la cual los profesionales con cierto éxito pronto se mudan de barrio. Pero también es el motivo por el cual mucho joven deja de intentar alcanzar el triunfo, porque tendría que abandonar, física y emocionalmente, el gueto, y eso es traición. ¿Por qué los egresados de los colegios no se involucran como quisieran con sus almas máter? ¿Será por qué, luego de visto el mundo por los jóvenes, la mediocridad de mucho docente quedaría al descubierto ante los ojos de aquellos?
Por suerte, este comportamiento no es un absoluto universal. Porque de serlo pronto regresaríamos a la edad de piedra. Pero no nos descuidemos, hay que vigilarlo. Hay que educar a los muchachos para que, llegado el momento, sean capaces de romper, si es necesario, con su circulo de amistades, incluyendo, ¿por qué no?, a familiares. ¡Qué se alejen de esos amigos y parientes que en el fondo desean que ellos repitan su fracaso! Sólo así se romperá con un dañino mecanismo de repetición de la pobreza entre nosotros. No podemos permitir que los miserables triunfen y sometan a lo mejor que tenemos entre nosotros: las mujeres y hombres capaces de enfrentar y vencer a la pobreza. 

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