“El policía volvió
a quedarse en silencio, no había crimen que resolver ni delito que castigar,
era una simple pelea de hermanos. La sangre familiar les daba el derecho de
golpearse hasta derramar en el suelo ese mismo líquido espeso que los unía.”
Rodrigo Urquiola
Gracias a la magia de las redes sociales, el año
pasado, entré en contacto con Rodrigo Urquiola, cuentista, novelista y
dramaturgo boliviano. Obviamente, también gracias al ciberespacio, he conocido
una pequeña parte de su obra cuentística.
Leí cuentos donde sobresalen dos temas, o mejor
dicho, la desmitificación de dos temas: la familia y la naturaleza. Ellas ya no
son el solaz radiante de risas y suspiros, más bien, son entidades lastimadas
por la sociedad y la economía, que tienen como resultado relaciones salpicadas
de dolor y sombra.
A la pregunta ¿Por qué nos tratamos así? Porque somos
familia nos responde Rodrigo. Y esa respuesta es algo más que una verdad
literaria, más veces de lo deseado es literal. Y ese maltratarnos así se
extiende a los parajes naturales cercanos a los conglomerados humanos. Hagamos
la prueba y visitemos algún pequeño rincón verde cercano a nuestro hogar y lo
más probable es que este manchado del gris de la basura.
Tienen estos cuentos un toque de misterio que los
engrandecen. Se nota que Urquiola no es un improvisado, le bastan unas palabras
colocadas en el párrafo conveniente, repetidas de ser necesario y quedamos
envueltos en su telaraña narrativa. Lo cual es una maravillosa experiencia.
La literatura de Rodrigo Urquiola, sin ser
rebuscada, con apenas pinceladas sueltas, nos refiere a los problemas, nuestros problemas profundos. Esos
que a veces quisiéramos olvidar. Sin embargo, leerlos es agradable, y eso es
una maravillosa experiencia.
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