“Hay cosas que
son indefinibles; por eso digo que mi religión es misticismo puro, porque
admito que hay cosas que no tienen explicación ni pueden definirse; tan sólo
pueden conocerse a través de la experiencia, tras haberlas vivido. Si tratas de
pensar en ellas, se te escapan...La vida es una experiencia.”
Osho
Recientemente
una entrañable amiga, Isabel Herrera, me invitó a que conversáramos y
respondiéramos esta pregunta: ¿Y
dónde se encuentra la verdad?
Voy a dar un par de rodeos antes de abordar el tema. Espero no enredarme.
Primer rodeo. Hace unas semanas atrás, en el colegio donde laboro,
un estudiante que pública y constantemente declara que es cristiano, me comentó
asustado la última película que vio; en ella el personaje central era el héroe
griego Hércules, parece ser que el filme procuraba probar que el personaje no
pertenecía a ningún linaje olímpico, que no era hijo de ningún dios, que era un
simple mortal; al joven eso le preocupaba. Me parece que temía que el público
asistente concluyera que si los dioses no tienen hijos es porque no existen.
Subrayo los dioses. Los dioses. Plural, no singular.
Segundo rodeo. En las redes sociales hay debates que muy pocas veces
llegan a tener alguna altura; uno de los temas que más chispas provoca en las
pantallas de los ordenadores, y que es uno de los más inútiles, es el que
separa a creyentes de no creyentes; por lo general, el argumento más esgrimido por
ambos bandos es el mismo, pero en sentidos opuestos: ¡Tú no tienes evidencia de
que dios existe! ¡Tú tampoco tienes pruebas de su inexistencia! Esto en lógica
se llama
argumentum ad ignorantiam o llamada a la ignorancia y consiste en sostener la verdad con la ignorancia y no con el conocimiento.
Tercer
rodeo. Hay un sacerdote que cada cierto tiempo lo entrevista alguna televisora.
Habla sobre diversos temas, pero invariablemente termina hablando del infierno.
Y por la cara que pone, no de asustado sino de asustador, me parece quiere
dejar bien claro la seriedad de su amenaza a todo aquel que no comulgue con su
prédica.
Y
ahora al grano. ¿Por qué un monoteísta prefiere defender el politeísmo antes
que dejar un espacio por donde se pueda filtrar el ateísmo? ¿Por qué supuestos
seres pensantes se enfrascan en discusiones que de antemano saben son perder el
tiempo? ¿Por qué el diablo y sus aposentos se convierten en un tema recurrente?
¿Y por qué mis tres rodeos involucran a Dios? Porque según la definición
clásica de Dios Él es omnisapiente y todo poderoso.
Esa
definición conjuga a la verdad con el poder, convirtiéndolos en una misma cosa.
¿Qué dónde se encuentra la verdad? Según
lo que dejan entrever mis rodeos, la verdad está en manos de quien tiene el
poder. Dios, el sacerdote, el rey, el presidente, el empresario y mucho más en
manos del empresario dueño de un medio de comunicación social. Por lo menos así
es cuando hablamos de la verdad que está plasmada en los libros de historia y
registrada por los noticieros televisivos.
Una
de las cualidades del poder hegemónico es no permitir la proliferación de otros
poderes. Siguiendo esta línea de pensamiento, interpreto que el muchacho
mencionado en mi primer rodeo, puesto que no tiene la fuerza suficiente para
disuadir a quienes difieran de su creencia, prefiere cuidar su habitad de algún
escondido no creyente, aunque eso signifique tolerar una creencia pagana. Los
discutidores de las redes sociales simplemente buscan ejercer su propio poder vociferante.
Y el sacerdote obsesionado con el infierno quiere ejercer su poder a través de
la siembra del miedo. Así las cosas, me parece que en los tres rodeos la verdad
emana del poder. Y el poder debe ejercerse o deja de ser poder. Así que ha
imponer la propia verdad.
La
verdad de los poderosos se impone como la verdad de todos y es porque ella los
inviste con la dorada autoridad que justifica el beneficiarse del poder; por
eso los autoritarios insistieron, insisten e insistirán en tener la
exclusividad sobre la verdad. Mientras la posean son jueces, si la pierden
serán acusados.
Lo
paradójico o más bien ridículo de esta situación es que aquellos que no gozan
de los beneplácitos del poder real, se contentan, por ejemplo, con inútiles
discusiones cuyo inservible motivo es ser quien diga la última palabra. Un
simple espejismo.
Ese
asocio entre la verdad y el poder, afortunadamente, hoy motiva gastos ingentes
de dinero en investigaciones científicas. En otros tiempos, supongo que el
gasto se haría en otras ramas del conocimiento, siempre y cuando justificaran
el poder en manos de las elites. Tal vez en astrología, teología o filosofía. Es
que para que la verdad invista de autoridad a quien la pregone, la verdad tiene
que ser verdadera. Por lo menos ser verosímil. Cuando eso no ocurre, cuando la
verdad de los poderosos no está sostenida por el conocimiento, será la fuerza
quien lo haga.
Otro
punto a tomar en cuenta. No se puede saber donde encontrar la verdad, sin saber
que buscar. ¿Qué es la verdad? Esta pregunta es más peliaguda. Vamos a ver si
por lo menos me aproximo y eso va a ser un verdadero lío.
Y
lo es porque me considero un escéptico. Dudo sobre cualquier concepto que me
sea presentado y lo bombardeo con preguntas y más preguntas. También tengo una
visión realista del conocimiento, es decir, si la verdad existe, existe en la
realidad. Pero para terminar de complicar el asunto, lo real no es más que un
acuerdo entre aquellos que osan definir a la realidad. Esa es la razón por la
cual creyentes y no creyentes se enfrascan en sus discusiones, que a la postre
resultan no ser tan inútiles, pues quien domina la realidad se adueña del
mundo. Ambos grupos afirman que su pregón es la más correcta aprehensión de la
realidad.
Pero
bueno, acordemos que lo real es aquello sobre lo cual se puede recoger
evidencia medible y atestiguable. Dadas así las cosas, la verdad es aquello que
la evidencia indica que lo es. Ahora desacordemos, como doy prioridad a la
existencia sobre la esencia, concibo a la verdad como un conjunto de procesos
que constantemente están ocurriendo, que nunca paran y que en la observación de
su acontecer se puede recopilar datos que atestiguan su realidad. Quizás lo más
adecuado sea, entonces, hablar de las verdades. O quizás de ópticas o puntos de
vistas de una verdad mayor. Porque es necesario añadir otro elemento
complicador, esos procesos que están ocurriendo fuera de nuestra mente, son
interpretados por ella, nuestra mente, así que el mundo objetivo lo observamos
desde nuestra subjetividad. Ni la tecnología nos salva del ser parciales.
¿Me
enredé? Pienso que sí. Bien, lo que intento decir es que la verdad es la
realidad y la realidad está aconteciendo fuera de nuestra mente, pero lo que
observamos de la realidad es interpretado por nuestra subjetiva mente; por lo
tanto, la verdad no es cien por ciento objetiva. Siempre habrá un grado de
incertidumbre en todo planteamiento, en toda definición.
Todas las dificultades que he mencionado:
el deseo de poseer la verdad para ejercer el poder, la subjetividad en la percepción de la
realidad y otras más, me obligan a preguntarme si responder la inquietud de mi
amiga Isabel no es más bien un problema ético.
Tal vez encontrar la verdad se trate de un asunto
que bien puede favorecer el dialogo. Un autor y filósofo italiano, Gianni
Vattimo, propone buscarla renunciando a la lógica rígida y a la incapacidad de
reconocer la propia equivocación, aceptando dar libre curso a la interpretación
de los hechos y de los conceptos. Este planteamiento Vattimo lo llama
pensamiento débil. Con el tiempo he ido descubriendo diversas fórmulas de
aplicar esta concepción del conocimiento, cuyo fundamento básico es el
reconocimiento de la diversidad en el pensamiento. El reconocimiento del otro y
de la valides de sus reflexiones, aunque sean diferentes a las mías.
El reconocimiento del otro no es
negociable. No es lo mismo definir a la naturaleza como una extensión nuestra,
los árboles son para darnos sus frutos, que reconocerla como un conjunto del
cual formamos parte, los árboles son seres vivos que conviven con nosotros.
En esto de la compresión del pensamiento
débil, los hechos evidentes no pierden su primacía, pero siempre se exponen dejando
abierta la puerta a la variabilidad de interpretación. Igual ocurre con las
referencias anecdóticas, testimoniales o bibliográficas. Nada del magister
dixit. Los silogismos comparten el podio con las metáforas, sí, metáforas; gracias
a lo sugerente de las segundas, la contundencia de los primeros no le cierra la
puerta al intercambio de ideas. Se prioriza el preguntar sobre el opinar sin
fundamento. Y si no hay ingenio para hacer preguntas, el silencio es
obligatorio.
Y para terminar, no voy a hacer rodeo, sino
a dar una conclusión directa. Por el deseo de imponer la verdad, es decir,
ejercer el poder, mucha sangre ha llegado al río. Y a pesar de la roja inundación,
los fanáticos siguen apeteciendo la autoridad que emana de un dogma instituido.
Por eso sigue siendo importante responder la pregunta de Isabel. ¿Qué dónde se
encuentra la verdad? En honor a ella, su majestad la verdad, pienso que la
verdad se encuentra en la búsqueda de la verdad misma. ¿Me enredé? Espero que
no.
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