“No
vivas para que tu presencia se note, sino para que tu falta se sienta.”
Bob Marley
La vida es un permanente decidir. ¿Qué hago? ¿Qué no
hago? Con el tiempo se aprende que a
veces hay que demorar la decisión y a veces hay que acelerarla; pero siempre,
al final, hay que tomarla. ¿Qué hago? ¿Qué no hago?
¿Estoy complicándome? Bueno, tal vez un ejemplo sirva
para descomplicarme. Cuando un trabajador enfrenta la jubilación debe tomar una
decisión; puede o aferrarse y negar el cambio de vida o transformarse y
marcharse a un nuevo estadio.
El personaje del ejemplo puede buscar consejo de los
expertos y luego tomar su decisión, o puede permitir que sea otro quien
directamente decida por él, o puede dejarse arrastrar por las circunstancias. Como
sea, habrá tomado una decisión. Decidir no decidir, es decidir.
Las decisiones atemorizan. No puedo culpar a nadie de
mi decisión. Las decisiones, al final, son tomadas en solitario. Y eso no es
tan terrible. En la soledad se es libre para expresarse y encontrar
significados, para inspeccionar el mundo y reconstruirlo. Quien comprenda que la
soledad es el costo de la libertad, podrá tomar decisiones mucho más acertadas.
Quien decide acertadamente, en gran parte lo puede hacer
porque no se deja abrumar y quien no se deja abrumar por el otro sabe que no
debe abrumar al otro. Y ese es el meollo del asunto. Puedo tener toda la información
y recursos necesarios, pero si me falta la valentía para tomar una decisión distinta
a la opinión del otro, no podré tomar una decisión acertada. Sino defiendo mi
libertad, no creo que podré respetar la libertad del otro. Lo más probable es
que me dedique a esperar mi oportunidad para someter al otro.
Aquel que respete la libertad del otro, ese será
llamado amigo, ese siempre será extrañado.
2 comentarios:
Acertadas palabras.
la soledad a veces nos aterra, porque no estamos acostumbrados a tratar con nosotros mismos. Pero siempre es más fácil maltratar a los demás.
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