”Educar es educar contra el
destino.”
Ramiro Ross
Sin querer
opinar, pero opinando de todas formas, diría que el destino es el producto
final de nuestras creencias. Un alto porcentaje del acontecer humano está
determinado por las presunciones humanas. Conjeturar e inventar prejuicios es
un deporte muy popular.
Mis creencias
pueden delimitar mis pensamientos y éstos despiertan mis deseos, los cuales
exacerban mis sentimientos. Y mis sentimientos enmarcan el estado de mi vida.
Se supone que
gracias a mis pensamientos puedo tomar decisiones y ellas dirigen mi actuar.
Entonces, mis creencias son el génesis de mis acciones. Y, repito, de lo que
pienso, deseo y siento. Mis creencias, ¿mi vida? Pues sí.
Damos por
sentado la bondad de nuestras creencias. ¿Y sí no es así? ¿Y sí en realidad son
un inconveniente? ¿Qué se puede hacer? Nada. ¿Nada? Sí, nada.
No hacer nada:
no decidir, no pensar, no desear, no sentir. Suspender el juicio, alcanzar la
ataraxia. En ese estado las ocultas creencias se hacen evidentes, localizables
y pueden perder su poder inconmensurable. Pasan del campo de lo inconciente a
la región de lo conciente. Así se comprende que lo que se creía escrito en
piedra, en realidad no lo está. Así se puede escoger en que creer. Así se puede
dejar de creer.
Esto no es
fácil, pero es sencillo. Respirar. Concentrarse en la respiración y no en lo
corto de la falda de la vecina. Inhalar, exhalar. Observar los pensamientos como
quien ve una película. Al respirar así, unos minutos al día, se puede
lograr una visualización creativa de la vida. Y al ver, al verse, se pueden ver
las propias creencias, desapegarse y liberarse de ellas.
1 comentario:
el hombre vive como una piedra en oposición constante a la corriente de amor que creo todo lo que existe. La mezquindad del odio nos da cuerpo, y preferimos eso, el individualismo, a deshacernos en la entrega del amor infinito de la creación. Luego confundimos esa actitud de dolor separatista y rabia, con “estar vivos” o ser individuos. Cuando ser individuo a la sazón de los tiempos, equivale a atentar contra los demás individuos, o contra uno mismo, de cualquier forma.
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