David y Rodolfo
LA LITERATURA ES UN
RIESGO
“La literatura (no
la escritura ni la redacción) nació como arte. Esto presupone una visión
singular a compartir, una intencionalidad estética y el empleo de un lenguaje
expresivamente eficaz que confieren un carácter peculiar a su realización.”
Manuel García Verdecia
¿Qué transforma un texto escrito en literatura? ¿Qué
poseen las palabras de un excelente cuento que nuestros ojos sólo pueden
abandonarlas luego de leer la resolución del mismo? ¿En qué consiste la mágica
metamorfosis?
No es fácil resolver tales cuestiones. La literatura no
es una ciencia positiva de mediciones mecánicas y leyes de implacable
cumplimiento. No siempre una causa tiene la misma consecuencia. La tesitura de
los significados varía con el fluir del tiempo y el desplazamiento espacial.
La literatura, arriesgándome a opinar sobre ella, es
fruto de la invención humana y es gracia a su progenitora que la literatura no
es ni resumen ni retrato de la realidad objetiva existente. Más bien, es una
recreación estética de la misma, cuya intención es señalarnos la existencia de
otros mundos especiales, mundos donde se encuentran algunas respuestas a los
misterios de la vida. El escritor, pues, busca rasgar los velos con el filo de las palabras escritas y su
esperanza absoluta es que dicho evento
sea comprendido por un desconocido lector.
En el caso particular del cuento, y
siguiendo con el riesgo de opinar, un gran cuentista siempre
cuenta dos historias en un mismo texto. La una es evidente, la otra un secreto.
De entre las rendijas de la una, la otra emerge maravillosamente. Y es en esa
sorpresa súbita o bien en ese asombro poco a poco constituido en donde radica
la maestría del narrador.
Ahora
bien, un escritor novel e ingenuo se caracteriza, precisamente, por sorpresas
haladas por los cabellos. Sin crear mayor tensión, por ejemplo, aparece un
personaje insospechado que en los últimos dos renglones resuelve la anécdota.
No es de eso que estoy hablando; hablo de oficio, no de facilismo.
Un gran cuento, escrito por un gran cuentista, sobrevive
al discurrir de los años, no porque esté anclado en el tiempo, todo lo
contrario, sino porque el entretejido de historias admite tantas lecturas
posibles, como espacios y momentos diferentes haya; el ordenamiento de los
palabras de un cuento llamado a sobrevivir la implacabilidad del calendario
permite la evolución de sus significados.
Aterricemos el discurso en el libro ganador del Premio
José María Sánchez BAJO PROPIO RIESGO, cuyo autor es Rodolfo Alfredo De Gracia
Reynaldo. En esta obra, el profesor De Gracia vuelca todo el conocimiento que
posee sobre el cuento y vamos, humildemente, a tratar de demostrarlo.
Para empezar, el libro demuestra que fue escrito por
alguien con una gran cultura literaria. Trasuda a Borges, por allí vi la sombra
de Wilde, incluso, me pareció ver a doña Elsi Alvarado de Ricord saludarme con
su mano extendida. Tantas veces se ha dicho que un buen escritor es un buen
lector, que ya es un axioma literario. Y el señor De Gracia lo cumple.
Para seguir, si bien es cierto que el libro consta de
doce cuentos, bien podemos decir que hay veinticuatro historias. Las historias de un estricto
profesor y un anciano atrapado en un asilo, de un tonto niño y un drogadicto
desesperado, quizás ese mismo drogadicto y un genial escritor, tal vez ese
mismo escritor y un personaje por él odiado, una fría oficinista y una mujer
humanizada en su suicidio, la cordura de un vieja cruel y la demencia de una
mujer afanada en darle cariño a su madre, un niño del futuro y los recuerdos
que no atina a recordar, un testamento y una biblioteca vacía de conocimientos,
un asesino y una vida sentenciada a perecer, una pensante y un mundo
insospechado, una poetisa y los egos reencarnados, una vieja fea y la belleza;
todos estos pares de historias se encuentran realizadas en cada uno de los
textos analizados. Chéjov afirmó que un gran cuento narra dos historias y Rodolfo
prueba que es un buen seguidor de las huellas del escritor ruso.
La humanidad es la especie biológica propensa al
sufrimiento. Y las razones por las cuales esa propensión es una dura realidad
humana son un gran misterio. El señor De Gracia en su libro BAJO PROPIO RIESGO
las aborda, no esquiva el riesgo y se lanza a rasgar el velo con el filo de las palabras. Las páginas de este cuentario
exponen valientemente el pecho a una pregunta como: ¿Por qué la inocencia es un
camino tan corto a la desdicha?
BAJO PROPIO RIESGO es un buen libro de cuentos y el
profesor De Gracia un gran cuentista. ¡Quedé con sed, con hambre de
más cuentos! Lamenté que sólo fuesen doce y no 24 o 48. Por supuesto que es un
buen libro de cuentos, por supuesto que Rodolfo es un gran cuentista. Su mayor
mérito es que, siendo un académico, este libro huele a humanidad y no a húmeda
biblioteca. Y este país está ávido de humanidad. De lecturas que nos recuerden
que el dolor no es para siempre, aunque parece que nuestro destino es toparnos
con él periódicamente. Cuentos que nos permitan profundizar en ese misterio
eterno que es la vida. Pues de eso se trata la gran literatura y ese es el
oficio del escritor y hoy estamos frente a dos dignos representantes de ella:
Rodolfo y su cuentario BAJO PROPIO RIESGO.
Autógrafo
DE LAS CATEDRALES
MÍNIMAS
"Yo construiré edificios muy
distintos de lo que otros construyen."
Antoni Gaudí
Hoy deseo cavilar sobre la micro ficción. ¿Será el minicuento un
género aparte? Buscaré la respuesta en la lectura del libro SINCRONÍAS del
escritor Enrique Jaramillo Levi.
Si la novela es un maratón y el cuento es una carrera de cien
metros, ¿con qué podemos comparar al minicuento? ¿Será con un salto? Un salto
que, por increíble que parezca, es ¿un salto largo? ¿Un salto a dónde?
Llevamos más de dos mil años de literatura en occidente, así que
suponer que un cuento recién escrito hoy es una absoluta innovación es una
ingenuidad. La literatura se nos infiltra aunque no entremos en contacto con
ella directamente. ¿Quién no conoce la escena del Quijote y los molinos? Pues
resulta ser que de los muchos, muchos, muchos que la conocen, hay muchos que nunca
la han leído. Es decir, ningún lector que en estos momentos esté abriendo un
libro, lo enfrentará sin un previo bagaje literario. Hacia allá es el salto que
antes mencioné, hacia esa especie de maleta que ya cargamos antes de la
lectura.
Tal vez la famosa teoría del iceberg se refiera a ese oculto
equipaje. En literatura quien mejor explicó dicha hipótesis fue Ernest Hemingway, quien dice:
"Yo siempre trato de escribir
siguiendo el principio del iceberg. Hay siete octavos del iceberg bajo agua por
cada parte que se muestra sobre la superficie. Cualquier cosa que uno sabe y
puede eliminar, refuerza el iceberg. Lo que vale es lo que no se muestra. Pero
si un escritor omite algo porque no lo sabe, aparece un agujero en su
historia."
De acuerdo a esta teoría, la
información que se oculta es un acto deliberado y no una negligente omisión. La
literatura en general y el minicuento en particular, son un salto hacia el
secreto creado por el autor, para beneficio del lector. Sin dicho secreto, no
hablaríamos de cuentos sino de informes o de inventarios.
El lector ya posee los referentes que hacen posible la literatura.
El arte del minicuento consiste en localizarlos y pulsarlos a voluntad. Los
recursos literarios que se explayan en la novela y se economizan en el cuento,
en el minicuento, simplemente, no están. Y, según mi opinión, Enrique Jaramillo
Levi y la compilación que hoy nos reúne así lo demuestran.
Por ejemplo, el minicuento SINCRONÍAS sólo se puede comprender sí se
conoce quien fue Galileo, las razones de su juicio y el temor que debió
despertar en sus entrañas las muy católicas hogueras de la Inquisición.
En el caso de LA SILLA DE RUEDAS, el referente que hace posible
comprenderlo incluye las tensiones familiares del día a día; tensiones
agudizadas por el odio al más querido de los parientes; el odio que lleva a
cometer, con alevosía, un horrible crimen; crimen que al final resulta un
traspaso del poder hogareño; poder que siempre será frágil, amenazado. Quien
conozca de como el amor y el rencor se entremezclan en las familias, en
nuestras familias, comprenderá este minitexto. En el caso de EXTRAÑA BENDICIÓN
basta conocer apenas lo mínimo del Alzheimer y sabremos en que estriba la bendición.
Para dar el salto a los referentes que tiene el lector hay que manejar
la teoría literaria. Conocer perfectamente en que consiste un cuento;
diferenciarlo, por ejemplo, del relato, es tarea fundamental. En el cuento debe
ocurrir algo, en el minicuento también. No es eliminar palabras, es plasmar un
acaecimiento con las únicas palabras que lo plasmen. Y la teoría literaria se
aborda leyendo y leyendo mucho.
Así la lectura de esta antología es la concreción de lecturas
anteriores. Si Pirandello fue reclamado por sus personajes, el narrador del
minicuento A RAJATABLA abandona a los suyos para así no hacerse bolas. Una
mínima comprensión de que es la metaliteratura, permite gozarlo más. Y en esta
reunión de minicuentos hay muchos ejemplos de ella.
También podemos observar la aplicación de la famosa vuelta de tuerca. Esta no es más que una
técnica literaria que consiste en un cambio abrupto en la dirección de la
narración. Generalmente, el giro se realiza hacia el final del cuento; si el
sentido del giro es adivinado estamos ante una obra fracasada; pero, que el
lector piense que adivinó y que resulte no ser así es, el éxito rotundo. Así
ocurre en SE LE NOTA. Y en EL PÁJARO. Y en EL ABRELATAS. Y en EL EQUÍVOCO. Y en
FINAL DE UNA NUEVA VIDA. y en muchos otros textos aquí compilados.
En cuanto a las temáticas, hay una que atraviesa la obra en general:
las vicisitudes de un escritor, sus angustias y malestares despertados por
chocar con una sociedad que él espera lo trate mejor. Así ocurre en ¿ESO DE LOS VERSOS CON
QUÉ CARAJOS SE COME? En este y otros minicuentos que abordan la misma materia,
el narrador plasma una especie de manifiesto ético. Por ejemplo, declara: “Escribir no es un hobby ni una manifestación enfermiza
del ocio, como suele creerse entre quienes sólo piensan en ganar dinero y más
dinero a como dé lugar; es una vocación, a veces un destino.” Con tan sólo 35
palabras deja clara sus prioridades vitales, reniega del escribir literatura
como pasatiempo y deja abierta la puerta para que el lector decida inclinarse
por las cosmogonías de su preferencia, entre la causalidad y la casualidad; y
esto únicamente con 7 palabras.
En esta misma línea de reflexión en MÍNIMA EXPRESIÓN queda plasmada
una teoría literaria, y esta es la que más nos interesa, porque, ciertamente,
funcionan para el minicuento, pero también para todo cuento escrito,
independiente de su extensión; sus puntos son los siguientes: reducir la
historia a lo mínimo sin que deje de ser cuento, presentar lo esencial
concentradamente sin perder el sentido, partir con una frase que genere
controversias, incorporar las reflexiones propias del autor, cambiar de plano:
del autor hablando sobre una teoría literaria al personaje que sufre el
conflicto. Así se matan dos pájaros de un solo tiro: se teoriza y se cuentiza.
Hablando de los narradores, el minicuento los admite todos y así lo
prueba Jaramillo en esta obra. Incluso, en 30 líneas del texto PERO YA NO
IMPORTA…, utiliza dos narradores en coreografía de estilo que agudiza la
angustia y el fatal desenlace que sufre el protagonista. Por cierto, tengo la
ligera impresión que el narrador en primera persona es el preferido de Enrique.
Y lo prefiere mucho más si se trata de un narrador que resulta ser un escritor
que relata sus avatares.
El misterio, sembrar el misterio, es esencial en el arte del cuento,
sea este mínimo o extenso. A veces Jaramillo lo busca mencionando planos
insospechados de la realidad, a veces aludiendo a lo mágico, a veces
mencionando datos que parecen inconexos; pero lo encuentra en los finales que
no dan mayor información. Así ocurre en INICIO DEL FINAL. Aquí el secreto
convierte el escrito en un maravilloso escrito.
Pues bien, regresando a la pregunta original: ¿es el minicuento un
género literario aparte? Puedo, con las reservas necesarias, afirmar que tiene
todas las características propias del cuento, eso sí, con menos adornos y más
ahorro; en el minicuento se termina de construir un universo que ya está en
parte construido en la memoria del lector. Pero, ¿acaso no es así en todos
los géneros literarios? Jaramillo Levi,
en esta obra, demuestra su ya muy comentada maestría en la escritura de
cuentos, sólo que lo hace exigiéndose más frugalidad y menos movimientos y aún
así, arribando al puerto deseado: una historia verosímil. Esta última
exigencia, no me parece suficiente para catalogar al minicuento como un género
aparte, me parece que eso mismo afirma Jaramillo en el discurso subyacente de
sus textos aquí analizados. Por lo menos esa es mi lectura, sería interesante
escuchar de viva voz al autor de SINCRONÍAS si de verdad piensa que el
minicuento no es un género aparte del cuento. Hasta aquí mis palabras, sólo me
resta dar la bienvenida a esta nueva obra y felicitar a su ya muy reconocido
autor, Enrique Jaramillo Levi.