El 3 de mayo de 1808-Goya
“La pobreza y la exclusión son un indicador de la derrota política y no
a la inversa.”
Janio Castillo Candanedo
La diferencia
entre la victoria y la derrota es la diferencia entre quien se queda con el
poder y quien lo pierde. El derrotado pierde potencia (capacidad de ejecutar
algo) y no puede acumular poder. El victorioso gana potencia, acumula poder. A
un mayor poder, una mayor y mejor capacidad de aplicar potencia. Por ende, bajo
los parámetros de esa ecuación, el futuro del derrotado es más derrota, más
dominación, más pauperización.
¿Cómo romper,
entonces, dicha ecuación? Pienso que lo
primero es reconocer que se está derrotado. Es obvio, pero no fácil. Por
ejemplo, aún hay personajes que hablan como si la Guerra Fría no la ganó el
Bloque Occidental, como si la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas aún existiera,
como si la OTAN no hubiese superado militarmente al Pacto de Varsovia.
Lo segundo es
comenzar procesos de acumulación de poder y rescate de la potencia perdida.
Todo ello debe hacerse a pesar y en contra del victorioso. Conclusión: hay que
conocerlo. Otra obviedad, para conocer al opositor, hay que conocerse.
Fortalezas y debilidades. Así hizo en su momento el General Omar Torrijos
Herrera, así fueron las negociaciones entre Panamá y los Estados Unidos para
recuperar el Canal.
Dado que nadie
va a entregar la victoria a quien ya derrotó, el derrotado está obligado a ser
creativo, debe inventarse nuevas manifestaciones de poder, nuevos escenarios
donde el victorioso no pueda ser protagonista. Imagino que algo parecido tuvo
que ocurrir con las comunidades indígenas; buscaron y encontraron nuevos
interlocutores, crearon y fortalecieron nuevas redes sociales, priorizaron lo
importante: territorio propio y cultura. Todo lo contrario a lo que hacen, e insisten en seguir haciendo, gremios como el docente.
En resumen, no
se puede jugar a recuperar la victoria, hay que ir a fondo, sin tembladera.
1 comentario:
La derrota nos permite utilizar nuestro ingenio al límite.
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