“Pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y
de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era
aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a
Comala.”
Juan Rulfo
Más allá de los
hechos se encuentra el reino de la imaginación. Las ilusiones pueden colonizar la
mente y hasta reemplazar a la realidad. Así un individuo, sin mayores virtudes personales,
puede ejercer poder sobre miles o millones de seres humanos. El poder de los
poderosos se halla en la mente de quienes los sostienen en el poder. ¿O no?
En la novela Pedro
Páramo, escrita por el mejicano Juan Rulfo, las relaciones de poder entre sus
personajes me parece que demuestran el dilema entre la imaginación y el poder. Por
ejemplo, el capataz Fulgor Sedano y el licenciado Gerardo Trujillo hicieron
todas las villanías que le dieron poder y riqueza a Pedro Páramo porque estaban
fascinados con su perversidad.
Bien podía Trujillo
birlarle la fortuna a don Pedro, o Sedano alejarse y abandonarlo a su suerte,
pero no lo hicieron; prefirieron ser voceros
de sus mentiras y ejecutores de sus crímenes. El poderío de Pedro Páramo fue
construido por Fulgor Sedano y Gerardo Trujillo, y todo por unas cuantas
migajas. ¿Por qué hicieron tal cosa?
En la mente del
campesino llamado Fulgor, a lo más que él podía aspirar era a ser quien le
hiciera el trabajo sucio al señorito Pedro. Y la mente del abogado Trujillo
estaba llena de las expectativas de grandes recompensas. Hasta allí llegaba la
imaginación de ambos.
Cosa parecida ocurría en la mente de Damiana, que
por ostentar el título de caporala de todas las criadas, sin ningún miramiento,
le ordenaba a las muchachas servir en la cama a don Páramo. ¿Será que eso es
lo que ocurre en la mente de los oprimidos del mundo entero?
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