domingo, 20 de agosto de 2017

HUMANISMO, HUMANISTAS Y PODER

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de  alcalde, o le mortifiquen al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas, y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos.”
José Martí      
Según el diccionario de la RAE, una de las acepciones del vocablo humanismo es: doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos; y uno de los significados de la palabra valor es: cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros. Entiendo, de repente con torpeza, que un humanista es aquel que vive de acuerdo a un sistema de disposiciones de la voluntad humana. Y esas pericias pueden ser negativas o positivas. Es decir, un humanista bien puede ser una persona injusta, pese a su discurso defensor de la justicia o puede ser alguien con muchas ejecutorias en tutela de la rectitud y escasas peroratas.
Pienso que lo que hace la diferencia es el ejercicio del poder. Siempre se ha dicho que el poder corrompe y que el poder absoluto, corrompe absolutamente. Un amigo afirma que el poder desenmascara y otro que marea. Lo cierto es que, sea destruyendo o construyendo, gracias al ejercicio del poder los humanos podemos darnos el lujo de poseer arengas humanistas.
Hoy volvemos a escuchar voces a favor del ocaso de millones de seres humanos. Y miles de humanistas creen que con llamarlas fascistas ya las descalifican. Pues no, pensar así no sólo es cándido, es idiota. Sólo el poder a favor de la vida, puede frenar el poder de la muerte.
Y la pregunta es: ¿podemos o no enfrentar a los asesinos? ¿O ya es tarde?

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