domingo, 15 de octubre de 2017

DE LA VERDAD Y SU BÚSQUEDA

“No hay ayer, no hay mañana, solamente hay hoy. Mantente aquí y ahora, y observa lo que sucede.”
Osho
-Maestra Arorúa, ¿puede decirme cómo usted conoció la verdad?
-¿Y cómo sabes que yo conozco la verdad?
-Si usted no la conoce, ¿quién podría conocerla?
-Hijo mío, la verdad, la verdad absoluta es inaprensible, escurridiza como el agua entre los dedos de una mano abierta; el objeto o sujeto o hecho que intentas conocer se transforma constantemente y tú mismo cambias mientras pretendes conocerlo; así las cosas, toda verdad que puedas hallar en tu investigación sería transitoria, sólo un paso que ha de llevarte a otra verdad igual de temporal. Y gracias a esa búsqueda sin fin, escúchame bien, gracias a esa experiencia inagotable es que tu conocimiento personal crece y queda cimentado.
-¿Ah?
-La sucesión de esas verdades perecederas es un evento que nos ocurre todos los días. En su discernimiento y comprensión se encuentra el conocimiento. Conocimiento que por cierto es dinámico y variable.
-De nuevo, ¿ah?
-¡Qué lo que hoy es cierto, mañana puede no serlo! Por tal motivo, decidí en un momento crucial de mi vida renunciar a todo lo que me contaron de la verdad, para así buscarla por mí misma y en mí misma.
-¿Y la encontró, maestra?

-Parece que me oyes, pero no me escuchas. La búsqueda de la verdad es muy especial, su finalidad no es hallar algo, sino vivirlo. La verdad es una experiencia que se vive día a día, no una sustancia que se encuentra y se etiqueta.
-Entonces, quiere decir que usted no ha encontrado la verdad, ¿o no es así?
-Dedicar la vida a la búsqueda de la verdad absoluta e indiscutible, que sería a la única que se le podría poner una etiqueta eterna, es desperdiciar la vida; si esa verdad existe, no tenemos acceso a ella. Dedicar la vida a buscar la verdad y extasiarse con la búsqueda en sí misma, es vivir una vida enriquecida; cada experiencia sería una nueva joya hallada.
-Vivir sin la esperanza de hallar una verdad final, ¿no haría imposible la construcción de instituciones fundamentadas precisamente en un enunciado real y auténtico?
-Vivir sin la esperanza de hallar una verdad final haría imposible construir instituciones con pretensiones de eternidad. Ellas, las instituciones, tendrían que renovarse periódicamente.
-Pero, ¿usted, en este momento, no me está predicando, al fin y al cabo, un conjunto de enunciados reales y auténticos?
-¿Acaso he dicho que aceptes, sin más, todo lo que te he dicho hasta ahora?
-No.
-De yo predicarte mis experiencias con la verdad, sin advertirte que son temporales y personales, estaría coartando tu derecho a vivir tus propias experiencias con la verdad. Estaría ejerciendo mi poder sobre tu persona, manipulándote, y eso sería una canallada. Quizás debí empezar por mencionar esto último. Mis verdades son mías y las tuyas son tuyas.
-¡Oh! ¡Qué interesante!
-Para aferrarse o lograr que otro se aferre a una supuesta verdad hay que hacer uso de la violencia, del autoengaño y de la manipulación. Por eso es que tantas instituciones de nuestra civilización tienen un proceder violento, porque sólo así pueden sostenerse en el tiempo.
-Maestra Arorúa, me quedó perfectamente claro el asunto, pero de alguna manera tuvo usted que proceder para sufrir esas experiencias con la verdad. ¿Cómo lo hizo?
-Cumpliendo la Ley de observar y discernir.
-¿Ah?
-Lo primero que hice, como ya te lo mencioné, fue renunciar a todo lo que me habían contado que era la verdad. Hecho aquello, me tomé unos años para elaborar pasos sencillos que me permitiesen estar concientes de las experiencias con la verdad.
-¿Y cuáles son?
-Te los diré si me prometes algo.
-Acepto, ¿qué quiere que haga?
-Me escucharás y luego te dedicarás a buscar tus propias técnicas.
-Maestra, ya le dije que acepto.
-Bien. Observo el mundo que me rodea, sus objetos, sujetos y hechos. Y los interpreto, pero lo más importante, observo mi interpretación y trato de discernir cuantas de mis conclusiones son mías y en cuantas estoy repitiendo lo que otros han expuesto.
-¿Y es incorrecto aceptar por buena la opinión de otro?
-De ninguna forma, lo incorrecto es pensar que es propia. Para adueñarse de una idea ajena es necesario reformularla. Analizarla y nuevamente sintetizarla. Si eso no ocurre, estamos fanfarroneando con dogmas que, muy posiblemente, no terminamos de entender y comprender.
-¿Y eso es todo?
-También pongo atención a mis relaciones interpersonales. Ellas son espejos de mis simpatías y antipatías. De lo que me agrada y desagrada de mí misma.
-¿Y…?
-Y hago lo que me gusta, sólo lo que me gusta. Así me permito conocer que en verdad me gusta y que sólo supuestamente me gusta. Si te fijas, gran parte del asunto consiste en desaferrarse de cosas, ideas y sentimientos que ya no nos son útiles. Te hago una  pregunta: ¿recuerdas los pasos que te acabo de mencionar?

-No, maestra, ya los he olvidado.

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