“No hay ayer, no hay mañana, solamente hay hoy. Mantente aquí y ahora,
y observa lo que sucede.”
Osho
-Maestra Arorúa,
¿puede decirme cómo usted conoció la verdad?
-¿Y cómo sabes
que yo conozco la verdad?
-Si usted no la
conoce, ¿quién podría conocerla?
-Hijo mío, la
verdad, la verdad absoluta es inaprensible, escurridiza como el agua entre los
dedos de una mano abierta; el objeto o sujeto o hecho que intentas conocer se
transforma constantemente y tú mismo cambias mientras pretendes conocerlo; así las
cosas, toda verdad que puedas hallar en tu investigación sería transitoria,
sólo un paso que ha de llevarte a otra verdad igual de temporal. Y gracias a
esa búsqueda sin fin, escúchame bien, gracias a esa experiencia inagotable es
que tu conocimiento personal crece y queda cimentado.
-¿Ah?
-La sucesión de
esas verdades perecederas es un evento que nos ocurre todos los días. En su
discernimiento y comprensión se encuentra el conocimiento. Conocimiento que por
cierto es dinámico y variable.
-De nuevo, ¿ah?
-¡Qué lo que hoy
es cierto, mañana puede no serlo! Por tal motivo, decidí en un momento crucial
de mi vida renunciar a todo lo que me contaron de la verdad, para así buscarla
por mí misma y en mí misma.
-¿Y la encontró,
maestra?
-Parece que me oyes,
pero no me escuchas. La búsqueda de la verdad es muy especial, su finalidad no
es hallar algo, sino vivirlo. La verdad es una experiencia que se vive día a
día, no una sustancia que se encuentra y se etiqueta.
-Entonces,
quiere decir que usted no ha encontrado la verdad, ¿o no es así?
-Dedicar la vida
a la búsqueda de la verdad absoluta e indiscutible, que sería a la única que se
le podría poner una etiqueta eterna, es desperdiciar la vida; si esa verdad
existe, no tenemos acceso a ella. Dedicar la vida a buscar la verdad y
extasiarse con la búsqueda en sí misma, es vivir una vida enriquecida; cada
experiencia sería una nueva joya hallada.
-Vivir sin la
esperanza de hallar una verdad final, ¿no haría imposible la construcción de
instituciones fundamentadas precisamente en un enunciado real y auténtico?
-Vivir sin la
esperanza de hallar una verdad final haría imposible construir instituciones
con pretensiones de eternidad. Ellas, las instituciones, tendrían que renovarse
periódicamente.
-Pero, ¿usted,
en este momento, no me está predicando, al fin y al cabo, un conjunto de
enunciados reales y auténticos?
-¿Acaso he dicho
que aceptes, sin más, todo lo que te he dicho hasta ahora?
-No.
-De yo
predicarte mis experiencias con la verdad, sin advertirte que son temporales y
personales, estaría coartando tu derecho a vivir tus propias experiencias con
la verdad. Estaría ejerciendo mi poder sobre tu persona, manipulándote, y eso
sería una canallada. Quizás debí empezar por mencionar esto último. Mis
verdades son mías y las tuyas son tuyas.
-¡Oh! ¡Qué
interesante!
-Para aferrarse
o lograr que otro se aferre a una supuesta verdad hay que hacer uso de la
violencia, del autoengaño y de la manipulación. Por eso es que tantas
instituciones de nuestra civilización tienen un proceder violento, porque sólo
así pueden sostenerse en el tiempo.
-Maestra Arorúa,
me quedó perfectamente claro el asunto, pero de alguna manera tuvo usted que
proceder para sufrir esas experiencias con la verdad. ¿Cómo lo hizo?
-Cumpliendo la
Ley de observar y discernir.
-¿Ah?
-Lo primero que
hice, como ya te lo mencioné, fue renunciar a todo lo que me habían contado que
era la verdad. Hecho aquello, me tomé unos años para elaborar pasos sencillos que
me permitiesen estar concientes de las experiencias con la verdad.
-¿Y cuáles son?
-Te los diré si
me prometes algo.
-Acepto, ¿qué
quiere que haga?
-Me escucharás y
luego te dedicarás a buscar tus propias técnicas.
-Maestra, ya le
dije que acepto.
-Bien. Observo
el mundo que me rodea, sus objetos, sujetos y hechos. Y los interpreto, pero lo
más importante, observo mi interpretación y trato de discernir cuantas de mis
conclusiones son mías y en cuantas estoy repitiendo lo que otros han expuesto.
-¿Y es
incorrecto aceptar por buena la opinión de otro?
-De ninguna
forma, lo incorrecto es pensar que es propia. Para adueñarse de una idea ajena
es necesario reformularla. Analizarla y nuevamente sintetizarla. Si eso no
ocurre, estamos fanfarroneando con dogmas que, muy posiblemente, no terminamos
de entender y comprender.
-¿Y eso es todo?
-También pongo
atención a mis relaciones interpersonales. Ellas son espejos de mis simpatías y
antipatías. De lo que me agrada y desagrada de mí misma.
-¿Y…?
-Y hago lo que
me gusta, sólo lo que me gusta. Así me permito conocer que en verdad me gusta y
que sólo supuestamente me gusta. Si te fijas, gran parte del asunto consiste en
desaferrarse de cosas, ideas y sentimientos que ya no nos son útiles. Te hago
una pregunta: ¿recuerdas los pasos que
te acabo de mencionar?
-No, maestra, ya
los he olvidado.
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