“El dogma es una idea que no
acepta réplica ni cuestionamiento, existe a priori. Si lo cuestionamos, si
hacemos uso de la crítica para analizarlo, el dogma se desvanece y demuestra
que carece de lógica, que es una afirmación arbitraria para sostener una
ideología, religión o superstición.”
Avelina
Lésper
Las creencias son ideas
articuladas de tal forma que nos ayudan a explicarnos el mundo y nos dan el
grado de seguridad necesario para vivir y convivir con cierta coherencia. Eso
no sería ningún problema si, al final, las
creencias no pretendiesen perpetuar un cuadro de la realidad que, con el
paso del tiempo, puede haber dejado de
ser lo que en un inicio era.
Por ejemplo, ingerir carne
de cerdo hace 3 000 mil años era muy peligroso, los parásitos se encargaban de
acortarle la vida a cualquiera que acostumbrase consumirla; que se prohibiese
tal ingesta a la larga se traducía en más salud entre la población. ¿Hoy en día
dicha prohibición tiene aún valides? La industria de la cría de puercos ha
mejorado sustancialmente sus condiciones sanitarias, lo cual le disminuye
fuerza al veto inicial, entonces, para prolongarlo, hay que renegar de los
avances en la higiene de la porcicultura y resaltar todas sus fallas. Y eso es
un problema.
Además de renegar de los
hechos, otro de los agravantes que tiene el aferrarse a las creencias, el
aferrarse arrogantemente a las propias creencias, es la descalificación del
otro. Si mi creencia es la verdad, la tuya debe ser falsa. Este silogismo es la
razón de las llamadas guerras santas, que al fin y al cabo, con todo y su
santidad, siguen siendo guerras, siguen siendo causa de calamidades y
desastres. Siguen siendo causa de odio, porque el huérfano que vio como
asesinaron a su familia y que la asesinaron en nombre de una creencia, va a
odiar doblemente. Pero este tipo de cerrazón del pensamiento tiene ejemplos más
profanos y hasta ridículos. El fanatismo en el fútbol, por ejemplo. Se ha
llegado a afirmar, con mucha razón, que el fútbol es una religión, y no
cualquier religión, sino una religión universal. También es un negocio que
universalmente le saca muchos recursos a mucha gente, para específicamente
beneficiar a unos pocos personajes. En estas guerras se asesina en nombre de
esta o aquella doctrina o ideología para disfrazar este o aquel interés económico,
que favorece a esta o aquella minoría.
Esto de sacar provecho del
predicar creencias puede disfrazarse con un barniz científico. Y si no basta
para obtener las ganancias esperadas, entonces, se comete el fraude científico.
Imaginemos que hay una
comunidad donde abundan los árboles de mangos, también los casos de malaria. Conclusión
lógica: la cercanía a tales frutos provoca la enfermedad. En nombre de la salud
de las personas se decide talar todos los árboles de mango. Y son derribados.
Hasta aquí todo parece una fatal equivocación. Pero supongamos que antes del
crimen ecológico, se consiguió la evidencia que absolvía a los mangos y
señalaba a los verdaderos culpables: los mosquitos. Este dato es ocultado. Y es
vendida la madera de los árboles injustamente asesinados. ¿Por quién? Por aquel
que fanáticamente predico la relación entre mangos y malaria, pero que calló la
evidencia que eximía a los asesinados. ¿Imaginación? ¿Cosa parecida nunca ha
ocurrido?
Una secuencia de creencias
supuestamente comprobadas puede reducir el horizonte y aumentar la severidad de
los grilletes. Si lo que dice fulano está perfectamente probado, ¿Cómo zutano osa
no obedecerlo sumisamente? Así instalaron en el planeta el reino del libre
mercado, donde sólo existe lo que se puede vender y comprar. Como la
solidaridad no se puede vender, porque dejaría de ser lo que es, ella, la
solidaridad, no puede existir.
Quien cree ciegamente puede
ser manipulado eficientemente. Las creencias, al pretender conservar sin
cambios la realidad, terminan conservando las relaciones de poder que se dan en
esa realidad. Y en una comunidad donde quienes ostentan el poder están
dispuestos a cometer fraude, las creencias van a servir para cometerlo. Hablo
de las creencias que ellos predican, pues van a descalificar y perseguir todas
las otras creencias que no les son útiles para enriquecerse y mantenerse en el
poder. Y eso es un gravísimo problema.
Gracias a ciertas creencias el
poder logra tener vida propia. Así se acomoda y sobrevive a los vaivenes de la
realidad, a su ir y venir. Así seduce a quienes atentan contra él, el poder.
Cuando una creencia se
entroniza y sus beneficiarios ganan impunidad, no tardan en aparecer los
libertarios que aspiran romper las cadenas de la manipulación. Pero en una
sociedad donde el poder es para aprovecharse de él y las creencias son para
justificarlo, los libertadores pueden terminar convirtiéndose en una vanguardia
que afirma ser la única con la capacidad de dirigir la liberación, y esta
afirmación no es más que una creencia que justifica su propio ejercicio del
poder. ¡Gol del poder! Cambiar todo para que nada cambie.
Vistas así las cosas, pienso
que estamos caminando hacia una mundial era de oscuridad. ¿Por qué? Porque
insistimos en creer que lo que pensamos es la realidad, y no es así; porque
menospreciamos los hechos para privilegiar nuestras concepciones, y eso es
enajenante; porque hemos dejado de cuestionar y cuestionarnos y nos conformamos
con repetir consignas, y una consigna no confrontada con la realidad, tarde a
temprano termina siendo una consigna equivocada. Por eso vamos rumbo a una
nueva era de oscuridad, si es que ya no
estamos en ella.
Pienso que hasta este punto
es obvio que para mí es un grave problema el aferrarse a las propias creencias.
Es que prefiero vivir que creer. Vivir es algo más que el mero respirar. Vivir
es evolucionar, permanecer abierto al descubrimiento; vivir es tener buenas
relaciones diplomáticas con la cambiante realidad. ¿Se puede vivir sin
aferrarse a las propias creencias?
En la tradición de la
filosofía griega existe un término que me fascina: Epojé; un
estado de la conciencia en el cual ni se niega ni se afirma nada. Concepto esencial del escepticismo que duda
que algún tipo de vida pueda ser catalogado como el definitivamente
correcto, por lo cual hay que buscarlo constantemente. ¿Vivir es buscar? Sí. A
cada quien le toca decidir que buscar: Dios o dinero, fama o auto-realización.
Entonces, ¿todo el mundo debe convertirse en escéptico?
No. Pero es sano de vez en cuando dejar de tomar partido. Darse tiempo y ver la
realidad sin juicios valorativos. Darse libertad para ver las propias
creencias, ver su absurdo o razón de ser. Al observar la realidad sin veredicto
previo, al observarse sin preconceptos, se tiene la oportunidad de descubrir la
propia vocación. La vocación es fuerza que empuja a comprometerse con la vida.
La vida
realizada es una vocación desarrollada.
Cierto que una vocación puede desplegarse a partir de
una creencia, pero es más cierto que para perfeccionarla es necesario
acomodarse a las transformaciones que a lo largo del tiempo sufre la realidad,
porque de no hacerlo, el choque permanente entre la vocación y la realidad hará
imposible el progreso de la primera. En cambio, una creencia no necesita estar
al tanto de la realidad para prosperar, le basta con negarla. El éxito y la
felicidad tienen que ver tanto con el crecimiento vocacional, como con la revisión
de las propias creencias.
Actualmente estoy procurando abandonar mi propio
aferramiento a mis creencias, vivir con la convicción de que no son
universales; puede que hoy las defienda con pasión, pero ya mañana puede que
cambie de opinión. ¿Inconsistencia? ¿Incoherencia? Puede ser. También puede ser
superación de las poses narcisistas y megalómanas. También puede ser que
prefiero respirar el aire y no gastar energía creyendo en el aire.
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