domingo, 31 de agosto de 2014

DEL ANTICAPITALISMO


“Elegimos la rebeldía, es decir, la vida.”
Sub Comandante Marcos 
Un cuerpo en movimiento se va a mantener en movimiento hasta que sea desacelerado, hasta que pierda velocidad y empuje. ¿Qué puede provocar su desaceleración? Que se agote la fuente de energía que lo mantiene en  movimiento; que la fricción con la superficie sobre la que se mueve agote su energía; que choque con otro cuerpo.
Supongamos que el desmadre social que vivimos es un cuerpo en movimiento, ¿podríamos, en las actuales condiciones, provocar su desaceleración? Pienso que no. Dicho desmadre es consecuencia directa del sistema económico imperante y nada me indica que el tal sistema esté perdiendo fuerza. ¿Cómo? ¿Un sistema en crisis no pierde fuerza? Exactamente, eso es lo que estoy diciendo. Quien está perdiendo fuerza es la humanidad.
¿Ah? ¿Qué? ¿Cómo? Sí. Vivimos tiempos paradójicos, el sistema capitalista, porque es el capitalismo quien está debilitando a la humanidad, tiene una horrible capacidad de adaptarse a las nuevas condiciones producidas por las constantes crisis y esas crisis no hacen más que acelerar los procesos de enriquecimiento para unos cuantos y empobrecimiento para muchos. Sin embargo, la humanidad, como corpus, con cada crisis se acerca más al desmembramiento total. Los últimos 50 años han sido cruelmente marcados por las guerras civiles, por la secesión de los países, por el crecimiento de los llamados estados fallidos.

Pienso que el capitalismo se alimenta de las crisis y que las va a seguir provocando,  aunque eso signifique poner en peligro a la humanidad. Ya se intentó el levantamiento armado contra los estados capitalistas y las corporaciones capitalistas convirtieron la guerra en pingue negocio. ¿Qué queda? ¡La fricción! Resistir en el día a día, alejarse del capitalismo. ¿Cómo? No sé, solamente se me ocurre que abandonando el consumismo. Digo, pues.

sábado, 23 de agosto de 2014

DE LA EXISTENCIA

“¿Que significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define.”
Jean Paul Sartre
Si el devenir, el constante cambio, es causa de sí en si mismo, es decir, que es su propio origen, entonces, el devenir es principio de todo lo que existe y de la evolución del universo. Que el devenir sea parte de un plan maestro o mero fruto del azar es una discusión inútil y sin fin. Es imposible dar una respuesta final y contundente a tal dilema, sólo se pueden proclamar credos en una u otra dirección que, para sostenerse en el tiempo, han de estar eternamente vigentes y, por tanto, han de contradecir al mismo devenir.
Si la realidad, lo que existe, es consecuencia directa del devenir, del constante acontecer; y si el conocimiento, lo que puede saberse de la realidad, es resultado de la experiencia con ella, el pensamiento es un derivado de la realidad y siendo ésta cambiante, él, el pensamiento, también debe serlo. Vistas así las cosas, ningún concepto puede considerarse eternamente inalterable. La relación entre el sujeto que quiere conocer y la realidad que se puede conocer, se interrumpe si es  condicionada por preconceptos y pensamientos estáticos. Es cierto que heredamos de nuestra cultura un conjunto de nociones que nos facilitan el entender e interpretar el mundo donde vivimos, pero si dichas generalidades las convertimos en dogmas y abandonamos la práctica del escrutinio y la crítica, terminaremos por no comprender la realidad, por enajenarnos.

Si no hay pensamiento previo a la experiencia con la cambiante realidad, tampoco hay postulados sempiternos que sirvan de receta universal, que indiquen cual es el comportamiento correcto. El individuo queda así forzado a responsabilizarse de su propio devenir, de su propia vida. No le queda más camino que decidir cual será su conducta ante una situación específica. No decidir también es decidir. La existencia es decidir. Así asumimos el devenir.

domingo, 10 de agosto de 2014

DEL CREER Y EL VIVIR

“El dogma es una idea que no acepta réplica ni cuestionamiento, existe a priori. Si lo cuestionamos, si hacemos uso de la crítica para analizarlo, el dogma se desvanece y demuestra que carece de lógica, que es una afirmación arbitraria para sostener una ideología, religión o superstición.”
Avelina Lésper
Las creencias son ideas articuladas de tal forma que nos ayudan a explicarnos el mundo y nos dan el grado de seguridad necesario para vivir y convivir con cierta coherencia. Eso no sería ningún problema si, al final, las  creencias no pretendiesen perpetuar un cuadro de la realidad que, con el paso del tiempo, puede haber dejado  de ser lo que en un inicio era.
Por ejemplo, ingerir carne de cerdo hace 3 000 mil años era muy peligroso, los parásitos se encargaban de acortarle la vida a cualquiera que acostumbrase consumirla; que se prohibiese tal ingesta a la larga se traducía en más salud entre la población. ¿Hoy en día dicha prohibición tiene aún valides? La industria de la cría de puercos ha mejorado sustancialmente sus condiciones sanitarias, lo cual le disminuye fuerza al veto inicial, entonces, para prolongarlo, hay que renegar de los avances en la higiene de la porcicultura y resaltar todas sus fallas. Y eso es un problema.
Además de renegar de los hechos, otro de los agravantes que tiene el aferrarse a las creencias, el aferrarse arrogantemente a las propias creencias, es la descalificación del otro. Si mi creencia es la verdad, la tuya debe ser falsa. Este silogismo es la razón de las llamadas guerras santas, que al fin y al cabo, con todo y su santidad, siguen siendo guerras, siguen siendo causa de calamidades y desastres. Siguen siendo causa de odio, porque el huérfano que vio como asesinaron a su familia y que la asesinaron en nombre de una creencia, va a odiar doblemente. Pero este tipo de cerrazón del pensamiento tiene ejemplos más profanos y hasta ridículos. El fanatismo en el fútbol, por ejemplo. Se ha llegado a afirmar, con mucha razón, que el fútbol es una religión, y no cualquier religión, sino una religión universal. También es un negocio que universalmente le saca muchos recursos a mucha gente, para específicamente beneficiar a unos pocos personajes. En estas guerras se asesina en nombre de esta o aquella doctrina o ideología para disfrazar este o aquel interés económico, que favorece a esta o aquella minoría.
Esto de sacar provecho del predicar creencias puede disfrazarse con un barniz científico. Y si no basta para obtener las ganancias esperadas, entonces, se comete el fraude científico.
Imaginemos que hay una comunidad donde abundan los árboles de mangos, también los casos de malaria. Conclusión lógica: la cercanía a tales frutos provoca la enfermedad. En nombre de la salud de las personas se decide talar todos los árboles de mango. Y son derribados. Hasta aquí todo parece una fatal equivocación. Pero supongamos que antes del crimen ecológico, se consiguió la evidencia que absolvía a los mangos y señalaba a los verdaderos culpables: los mosquitos. Este dato es ocultado. Y es vendida la madera de los árboles injustamente asesinados. ¿Por quién? Por aquel que fanáticamente predico la relación entre mangos y malaria, pero que calló la evidencia que eximía a los asesinados. ¿Imaginación? ¿Cosa parecida nunca ha ocurrido?
Una secuencia de creencias supuestamente comprobadas puede reducir el horizonte y aumentar la severidad de los grilletes. Si lo que dice fulano está perfectamente probado, ¿Cómo zutano osa no obedecerlo sumisamente? Así instalaron en el planeta el reino del libre mercado, donde sólo existe lo que se puede vender y comprar. Como la solidaridad no se puede vender, porque dejaría de ser lo que es, ella, la solidaridad, no puede existir.
Quien cree ciegamente puede ser manipulado eficientemente. Las creencias, al pretender conservar sin cambios la realidad, terminan conservando las relaciones de poder que se dan en esa realidad. Y en una comunidad donde quienes ostentan el poder están dispuestos a cometer fraude, las creencias van a servir para cometerlo. Hablo de las creencias que ellos predican, pues van a descalificar y perseguir todas las otras creencias que no les son útiles para enriquecerse y mantenerse en el poder. Y eso es un gravísimo problema.
Gracias a ciertas creencias el poder logra tener vida propia. Así se acomoda y sobrevive a los vaivenes de la realidad, a su ir y venir. Así seduce a quienes atentan contra él, el poder.
Cuando una creencia se entroniza y sus beneficiarios ganan impunidad, no tardan en aparecer los libertarios que aspiran romper las cadenas de la manipulación. Pero en una sociedad donde el poder es para aprovecharse de él y las creencias son para justificarlo, los libertadores pueden terminar convirtiéndose en una vanguardia que afirma ser la única con la capacidad de dirigir la liberación, y esta afirmación no es más que una creencia que justifica su propio ejercicio del poder. ¡Gol del poder! Cambiar todo para que nada cambie.
Vistas así las cosas, pienso que estamos caminando hacia una mundial era de oscuridad. ¿Por qué? Porque insistimos en creer que lo que pensamos es la realidad, y no es así; porque menospreciamos los hechos para privilegiar nuestras concepciones, y eso es enajenante; porque hemos dejado de cuestionar y cuestionarnos y nos conformamos con repetir consignas, y una consigna no confrontada con la realidad, tarde a temprano termina siendo una consigna equivocada. Por eso vamos rumbo a una nueva era de oscuridad, si es que ya  no estamos en ella.
Pienso que hasta este punto es obvio que para mí es un grave problema el aferrarse a las propias creencias. Es que prefiero vivir que creer. Vivir es algo más que el mero respirar. Vivir es evolucionar, permanecer abierto al descubrimiento; vivir es tener buenas relaciones diplomáticas con la cambiante realidad. ¿Se puede vivir sin aferrarse a las propias creencias?
En la tradición de la filosofía griega existe un término que me fascina: Epojé; un estado de la conciencia en el cual ni se niega ni se afirma nada. Concepto esencial del escepticismo que duda que algún tipo de vida pueda ser catalogado como el definitivamente correcto, por lo cual hay que buscarlo constantemente. ¿Vivir es buscar? Sí. A cada quien le toca decidir que buscar: Dios o dinero, fama o auto-realización.
Entonces, ¿todo el mundo debe convertirse en escéptico? No. Pero es sano de vez en cuando dejar de tomar partido. Darse tiempo y ver la realidad sin juicios valorativos. Darse libertad para ver las propias creencias, ver su absurdo o razón de ser. Al observar la realidad sin veredicto previo, al observarse sin preconceptos, se tiene la oportunidad de descubrir la propia vocación. La vocación es fuerza que empuja a comprometerse con la vida. La vida realizada es una vocación desarrollada.
Cierto que una vocación puede desplegarse a partir de una creencia, pero es más cierto que para perfeccionarla es necesario acomodarse a las transformaciones que a lo largo del tiempo sufre la realidad, porque de no hacerlo, el choque permanente entre la vocación y la realidad hará imposible el progreso de la primera. En cambio, una creencia no necesita estar al tanto de la realidad para prosperar, le basta con negarla. El éxito y la felicidad tienen que ver tanto con el crecimiento vocacional, como con la revisión de las propias creencias.
Actualmente estoy procurando abandonar mi propio aferramiento a mis creencias, vivir con la convicción de que no son universales; puede que hoy las defienda con pasión, pero ya mañana puede que cambie de opinión. ¿Inconsistencia? ¿Incoherencia? Puede ser. También puede ser superación de las poses narcisistas y megalómanas. También puede ser que prefiero respirar el aire y no gastar energía creyendo en el aire.

domingo, 3 de agosto de 2014

DE LA PROXIMIDAD DEL OSCURANTISMO

“No tenemos que ver la obra: esta existe si creemos en lo que ya han escrito sobre ella.” 
Avelina Lésper
     
La palabra es poder y ese poder puede ser para ilustrar o para engañar. Cuando es para engañar, la palabra se manifiesta en discursos que contradicen la naturaleza misma del objeto o la situación a la cual se refieren. Es paradójico, pero en lo que va del siglo XXI, el siglo de la informática y del mayor desarrollo científico de la historia humana, la demagogia está ganando campo a punta de peroratas que reniegan de los hechos y de la obvia evidencia.
Y eso es un problema. No sólo es un atentado contra la ciencia, también lo es contra el arte. ¿Por qué? Porque, bajo estos parámetros, la obra de arte es definida y esquematizada, no por sus logros estéticos, sino por preconceptos ideológicos o, peor, caprichosos de quienes ostentan el poder que la palabra les dio. A ratos pienso que incluso es un atentado contra la democracia, dado que definir algo arbitrariamente, aspirando a no permitir otros significados, es evitar los cuestionamientos, la disensión. Y eso me suena a fascismo.
La obra que no puede serlo sin la verborrea del discursante autoproclamado dictador del arte, no es más que un objeto disfrazado de lucidez, pero vacío de creatividad. El autor de dicha obra rehuirá al pensador crítico y únicamente aceptará que su obra sea interpretada por iniciados capaces de comprender su mensaje. El autor de una obra así, podrá gozar de las mieles del éxito, pero pobre de él sino no comprende a tiempo que su arte no es su arte, sino el arte de quien es experto en convertir la confusión en verdad indiscutible. La criatura, en este caso el supuesto creador de la obra artística, le pertenece a su creador, el dictador del arte.
¿Estaremos viviendo tiempos donde la obra de arte existe para sostener dogmas y no para el arte mismo? Si es así. ¿Estaremos viviendo tiempos de oscurantismo?