Bus en ruta a la flor
“Un niño que se niega a ser igual a los demás es señalado con
el dedo; se le pide que se sienta culpable y que se arrepienta. Y sin embargo,
esas cualidades, la ausencia de culpa, la independencia y el pensamiento libre,
son las que ustedes califican de actitudes fructíferas, de actitudes que llevan
a la realización personal.”
Wayne
Dyer
Ser narcisista en una sociedad
narcisista, ¿será el camino más seguro al éxito? ¡Claro que sí! Ser un
individualista en una sociedad uniformada, ¿será la mejor forma de garantizarse
el rechazo de los próximos y también de los lejanos? ¡Por supuesto que sí! ¡Ah!
Entiéndase individualista como alguien independiente. Narcisismo es una
enfermedad.
A pesar de los permanentes discursos
que hablan de nuevos tiempos, ¿que preferirá la sociedad ególatra: caminar por
los mismos caminos trillados o arriesgarse por nuevas rutas? ¡Sin duda alguna
los mismos caminos trillados! Los rumbos desconocidos dan miedo y los bravucones
son cobardes por naturaleza, al contrario de los generosos que son valientes
por propia decisión. ¿Y cuáles son esas vías gastadas? ¿Las costumbres
patológicas? La pregunta es retórica.
Una persona sencilla y
humilde, entendiendo que la sencillez es la transparencia y la humildad es la
verdad, ¿tendrá algún poder de convocatoria para realizar sus proyectos dentro
de una sociedad ególatra? ¡Jajaja!
¡Ninguno! ¡Qué se prepare para la solitariedad!
¿Cómo hace una persona
autónoma, espontánea y cordial para no frustrarse en una sociedad egoísta que
le niega el bien ganado reconocimiento?
¡Y esa es la pregunta! ¡La gran
pregunta! Aunque, para ser francos, no debería ser la gran pregunta.
¿No? ¡No!
Las reglas sociales están
claras, se pertenece al rebaño o se es un marginado. La independencia tiene un
precio y la manada siempre lo cobra. La persona liberada tiene que tener muy, muy,
muy, muy claro, que nada es gratis, mucho menos la emancipación. ¡La libertad!
Ahora bien, si la persona
autónoma, espontánea y cordial alimenta su creatividad, el precio se hace
soportable. Esa persona no tiene poder de convocatoria sobre aquellos que no
son autónomos, espontáneos y cordiales y estos últimos lo van a repeler,
aislar, atacar. ¿Por qué? Por miedo. ¿Qué queda? Ser creativos. La persona
autónoma, espontánea y cordial está obligada a crear un discurso fascinante y
sostenerlo con su vida ejemplar. Ser genial o no serlo, he ahí el dilema. ¿Y sí
no se es un genio? Entonces, hay que asumir la verdad: si no soy un magnífico
creador, la gente no tiene porque tratarme como tal. Es más, hasta siendo un
gran innovador, una sociedad mediocre y deficiente no tiene las herramientas
necesarias para reconocer tal talento; sólo un auténtico estúpido se alegra si
una sociedad estúpida comienza a aplaudirlo.
Para no caer en las redes de
la vulgaridad colectiva es importantísimo que la persona autónoma, espontánea y
cordial cuide su autoestima. Le está prohibido revolcarse en el lodo y desde
allí gritar: Torpes ustedes que no se dejan alumbrar por mi luz. En lugar de perder
el tiempo en despreciar al otro, debe preocuparse y ocuparse en ella misma. Debe
permitir que otros se preocupen y ocupen de ella. Debe preocuparse por los
otros y ocuparse con ellos. La persona autónoma, espontánea y cordial está
obligada a vivir en el amor.
Una persona autónoma,
espontánea y cordial, para no frustrarse en una sociedad egoísta que le niega
el bien ganado reconocimiento, debe no tomarse tan en serio eso del bien ganado
reconocimiento. ¿Cuántas estatuas hay por las avenidas dedicadas a virtuales
desconocidos, cuya única virtud fue tener parientes con influencias suficientes
para dedicarles monumentos a sus virtuales descocidos ancestros?
Quien se dedica a aquello
que lo hace feliz, por lo general, tiene poco conflictos con eso de los elogios
no recibidos. Pero debe entender que la posibilidad de ser injuriado es parte
del paquete. ¡Hay cada miserable suelto que resiente el bienestar ajeno y lo
hace gratuitamente!
Los miserables no le temen a
las jerarquías, al contrario, obedecer y estar sometido a un jefe les da la seguridad
que necesitan para deambular en la selva de sus malandanzas. Así su actuar
mezquino es por la obediencia debida, dicen ellos. Nunca son responsables de su
ruindad.
Les irrita que alguien cuestione
a las jerarquías o lo peor, que no desee ser jerarca. Ellos, los miserables interesados
en acumular poder o en idolatrar a los poderosos, sufren estar frente a un
fulano desinteresado en eso de inventarse reinos e imperios. Les revienta el
hígado aquel que no aspira ser un reyezuelo de una esquina del pantano. Y una
persona autónoma, espontánea y cordial, que cuida de su autoestima, que no
resiente el no recibir el reconocimiento de los mediocres, es una persona con
autoridad, con mucha autoridad. Y si encima es un genio…pobre hígado de los
miserables.
Ser una persona autónoma,
espontánea y cordial sí tiene un alto precio: lidiar con los miserables del
mundo, seres estos dispuestos a lo que sea con tal de mantenerse enlodados y en
la oscuridad; seres dispuestos a enlodar a todo aquel que puedan y a sumergirlo
en la oscuridad. Sí, los seres autónomos, espontáneos y cordiales tienen un alto
precio que pagar.
Sin embargo, ese riesgo es en sí mismo un halago, un aplauso. Si un
roñoso te grita improperios, eso significa que tú eres todo lo contrario; y si
te odia, quizás, tal vez, podría indicar que en realidad te admira y que teme imitarte…pobre
hígado de los miserables
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