La manada
“Esta vez Pulgarcito arrojó las migas de su pan para marcar el camino,
pero los pájaros se las comieron y resultaron perdidos.”
Charles
Perrault
Soy un picador,
pero, entiéndase bien, mi deporte preferido no es la corrida de toros, es abrir
el refrigerador para servirme algún bocadillo. Las porciones son muy pequeñas y
mucho más diminutas son las migas que de ellas se desprenden y aún así, son
extremadamente atractivas para las cucarachas. Por andar de goloso vivo con la
escoba en una mano para barrer las poco perceptibles migajas que caen al piso y
con una chancleta en la otra, listo a destripar a la cucara que ose explorar
por mi cuarto.
¿Podrá ocurrir
alguna situación semejante dentro de nuestra civilizada sociedad? Pienso que
sí. Un sistema económico que acumule mucha riqueza en pocas manos y derrame
pocas migajas en muchas manos terminará produciendo situaciones de violencia
entre los enriquecidos y los empobrecidos. Los primeros, por las mismas razones
por las cuales yo no quiero convivir con las cucarachas, porque las considero
indeseables, dispondrán de las medidas necesarias para no entrar en contacto
con los segundos. Y los empobrecidos, por la
necesidad de sobrevivir, serán siempre impelidos hacia los predios de la
riqueza que le es negada. Un ejemplo clásico son las migraciones desde los países
arruinados hacia el primer mundo. Hay otras migajas que no provocan, aparentemente,
situaciones de tensión social, pero que igual son perniciosas. Hablo de la
beneficencia estilo teletón o subsidios recibidos sin mérito alguno, sin
esfuerzo por parte del favorecido. ¿Estas no son formas de volver inútil al
socorrido? ¿No sostienen al sistema empobrecedor sin invertir en represión
policial? ¿Su resultado último no es la sofocación de las protestas antes que
sean concebidas? ¡Qué peligrosas son las migajas!
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