domingo, 6 de abril de 2014

LA FUENTE DE LA ETERNA JUVENTUD

Esperando la cena

“Existe un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo.”
Aldous Huxley
Aunque me siento muy bien
con ser un cincuentón, el título de este artículo resume en su totalidad su intención, claro que para eso hay que entender juventud no como algo de edades sino como algo de actitudes. Y toda actitud debe aterrizar en acciones, en hábitos.
El primer hábito es el ejercicio físico. No es fácil, en una vida tan ajetreada, sacar tiempo para ir al gimnasio y mucho menos aparejar el presupuesto para tener uno personal, pero, ya lo dije, es cosa de actitud, ¿por qué no bajarse una parada antes y caminar hasta el punto donde vamos? ¿Por qué no apretar y aflojar los músculos, allí mismo donde estamos sentados, mientras vemos televisión? ¿Por qué no bailar mientras fregamos los platos?
El segundo hábito es la buena alimentación. Y la buena alimentación pasa por comenzar a desalimentarse de la comida chatarra. Reducir el consumo de azúcar y chicharrón. Aumentar el consumo de vegetales y agua. La buena alimentación pasa por comer comedidamente.
El tercer hábito es el aprender siempre. Atrapados en la rutina es difícil aprender algo nuevo, es obligatorio ubicarse en aquel punto donde se pueda ver lo mismo de todos los días desde otro ángulo. Hay que desinstalarse todos los días para aprender todos los días. Hay que aprovechar las experiencias vividas y aprender la lección que de ellas se puede obtener.
El cuarto hábito es un deshábito. Hay que desaprender el constante enojarse, hay que aprender a mantener la calma. La serenidad permite mantener la actitud de necesaria para practicar estos saludables hábitos. Una vida serena permite dormir suficiente.

El quinto hábito es reír y reír y reír. La risa no necesita explicación. Así que a reír cuantas veces se pueda en cada día y a ser eternamente joven cada día.

1 comentario:

VICTOR dijo...

hermano, el sueño, el sueño, afecta no menos del 25% de los demás hábitos que mencionas. Y cada día dormimos menos. Estoy convencido de que si se respetara las horas de sueño por cada persona, no las ocho que dicen, sino unas 10 reglamentarias, habría mucho menos violencia en la calle, y viviríamos menos ajetreados, tendríamos menos compulsión a comer cualquier cosa, mejor salud, aprenderíamos más, nos reiríamos más etc. Pero, tristemente, nos han encerrado en ese círculo de dormir menos para vivir más apresurados (alterados) y dormir menos.