“En general, no queremos curarnos sino aliviarnos.”
José Germán
A veces pienso
que los panameños tenemos una visión demasiado catastrófica de la vida. Si los
reyes magos hubieran nacido en esta tierra, en vez de seguir a la estrella de
Belén, hubiesen huido en dirección contraria, pues habrían pensado que se trataba
de un mal augurio. Por eso los bravucones pseudos enderezadores de entuertos
son tan aplaudidos, poco importa sí se corrigen o no los ultrajes.
A veces pienso
que los panameños admiramos con exageración a los atrevidos, nos deslumbran sus
hazañas, babeamos al verlos. Por eso idolatramos al osado conquistador Balboa e
ignoramos al rebelde cacique Comagre; lo que no acabo de entender es porque
aquí se le tiene tanto recelo a la inteligencia.
A veces pienso
que los panameños tenemos intereses no confesados y nos ofende que sean
asoleados por la luz pública; es más, nos injuria que alguien ponga en
evidencia los motivos ocultos de los fanfarrones y audaces que tanto admiramos;
pero me extraña mucho el poco valor que se le da a la discreción y a la prudencia.
A veces pienso
que los panameños encubrimos con drama esos intereses no confesados, intuimos
que los temerarios no escapan a esa condición y que los suyos son muy
tentadores y que pueden beneficiarnos grandemente; pero como no nos agrada
quedar al descubierto, hemos creados códigos que solamente entienden los que
coinciden en esos intereses. Así disimulamos y escondemos nuestras verdaderas
intenciones. A veces pienso
que en Panamá, quien no entienda esos códigos será tratado como marciano.