domingo, 30 de marzo de 2014

DRAMÁTICA NACIÓN


“En general, no queremos curarnos sino aliviarnos.”
José Germán
A veces pienso que los panameños tenemos una visión demasiado catastrófica de la vida. Si los reyes magos hubieran nacido en esta tierra, en vez de seguir a la estrella de Belén, hubiesen huido en dirección contraria, pues habrían pensado que se trataba de un mal augurio. Por eso los bravucones pseudos enderezadores de entuertos son tan aplaudidos, poco importa sí se corrigen o no los ultrajes.
A veces pienso que los panameños admiramos con exageración a los atrevidos, nos deslumbran sus hazañas, babeamos al verlos. Por eso idolatramos al osado conquistador Balboa e ignoramos al rebelde cacique Comagre; lo que no acabo de entender es porque aquí se le tiene tanto recelo a la inteligencia.
A veces pienso que los panameños tenemos intereses no confesados y nos ofende que sean asoleados por la luz pública; es más, nos injuria que alguien ponga en evidencia los motivos ocultos de los fanfarrones y audaces que tanto admiramos; pero me extraña mucho el poco valor que se le da a la discreción y a la prudencia.
A veces pienso que los panameños encubrimos con drama esos intereses no confesados, intuimos que los temerarios no escapan a esa condición y que los suyos son muy tentadores y que pueden beneficiarnos grandemente; pero como no nos agrada quedar al descubierto, hemos creados códigos que solamente entienden los que coinciden en esos intereses. Así disimulamos y escondemos nuestras verdaderas intenciones. A veces pienso que en Panamá, quien no entienda esos códigos será tratado como marciano.

domingo, 23 de marzo de 2014

EPOKHE

”Educar es educar contra el destino.”
Ramiro Ross
Sin querer opinar, pero opinando de todas formas, diría que el destino es el producto final de nuestras creencias. Un alto porcentaje del acontecer humano está determinado por las presunciones humanas. Conjeturar e inventar prejuicios es un deporte muy popular.
Mis creencias pueden delimitar mis pensamientos y éstos despiertan mis deseos, los cuales exacerban mis sentimientos. Y mis sentimientos enmarcan el estado de mi vida.
Se supone que gracias a mis pensamientos puedo tomar decisiones y ellas dirigen mi actuar. Entonces, mis creencias son el génesis de mis acciones. Y, repito, de lo que pienso, deseo y siento. Mis creencias, ¿mi vida? Pues sí.
Damos por sentado la bondad de nuestras creencias. ¿Y sí no es así? ¿Y sí en realidad son un inconveniente? ¿Qué se puede hacer? Nada. ¿Nada? Sí, nada.
No hacer nada: no decidir, no pensar, no desear, no sentir. Suspender el juicio, alcanzar la ataraxia. En ese estado las ocultas creencias se hacen evidentes, localizables y pueden perder su poder inconmensurable. Pasan del campo de lo inconciente a la región de lo conciente. Así se comprende que lo que se creía escrito en piedra, en realidad no lo está. Así se puede escoger en que creer. Así se puede dejar de creer.
Esto no es fácil, pero es sencillo. Respirar. Concentrarse en la respiración y no en lo corto de la falda de la vecina. Inhalar, exhalar. Observar los pensamientos como quien ve una película. Al respirar así, unos minutos al día, se puede lograr una visualización creativa de la vida. Y al ver, al verse, se pueden ver las propias creencias, desapegarse y liberarse de ellas.

domingo, 16 de marzo de 2014

LA VIDA ES UNA DECISIÓN

“No vivas para que tu presencia se note, sino para que tu falta se sienta.”
Bob Marley                                     
La vida es un permanente decidir. ¿Qué hago? ¿Qué no hago? Con el tiempo se aprende  que a veces hay que demorar la decisión y a veces hay que acelerarla; pero siempre, al final, hay que tomarla. ¿Qué hago? ¿Qué no hago?
¿Estoy complicándome? Bueno, tal vez un ejemplo sirva para descomplicarme. Cuando un trabajador enfrenta la jubilación debe tomar una decisión; puede o aferrarse y negar el cambio de vida o transformarse y marcharse a un nuevo estadio.
El personaje del ejemplo puede buscar consejo de los expertos y luego tomar su decisión, o puede permitir que sea otro quien directamente decida por él, o puede dejarse arrastrar por las circunstancias. Como sea, habrá tomado una decisión. Decidir no decidir, es decidir.
Las decisiones atemorizan. No puedo culpar a nadie de mi decisión. Las decisiones, al final, son tomadas en solitario. Y eso no es tan terrible. En la soledad se es libre para expresarse y encontrar significados, para inspeccionar el mundo y reconstruirlo. Quien comprenda que la soledad es el costo de la libertad, podrá tomar decisiones mucho más acertadas.
Quien decide acertadamente, en gran parte lo puede hacer porque no se deja abrumar y quien no se deja abrumar por el otro sabe que no debe abrumar al otro. Y ese es el meollo del asunto. Puedo tener toda la información y recursos necesarios, pero si me falta la valentía para tomar una decisión distinta a la opinión del otro, no podré tomar una decisión acertada. Sino defiendo mi libertad, no creo que podré respetar la libertad del otro. Lo más probable es que me dedique a esperar mi oportunidad para someter al otro. 
Aquel que respete la libertad del otro, ese será llamado amigo, ese siempre será extrañado.

domingo, 9 de marzo de 2014

LA ANTIDEMOCRÁTICA CIUDAD DE PANAMÁ

“Dedicar cuatro a seis horas en transporte cada día para laborar porque se vive en la periferia  promueve la penuria y la desesperanza humana.”
Ebrahim Asvat
Se dice que la ciudad de Panamá creció como un chorizo sobre la costa del Pacífico, porque la zona colonial del canal no le permitió hacerlo hacia el norte. Esa triste historia dio por resultado las grandes distancias entre el núcleo metropolitano y las periferias sub-urbanas.
Los puestos de trabajo se encuentran en el centro, pero el grueso de los trabajadores habita los suburbios. Si un empleado aborda a las tres de la tarde un transporte colectivo y se dirige desde el centro al más lejano de los barrios periféricos, es muy probable que llegue a las siete de la noche a su hogar. Al día siguiente tiene que estar abordo del colectivo a más tardar a las 4:00 de la madrugada. Quince horas fuera del hogar, de las cuales gastó siete en transportarse.
Los precios de los inmuebles en el centro metropolitano dificultan que éste pueda ser habitado por familias de estrato popular y las obliga a vivir allá, en las periferias. Allá, donde sobran las pandillas y falta el agua potable, allá, donde transportarse raya en pesadilla.
¿Así quién puede pensar en democracia? ¿Quién cansado va a querer participar en los asuntos de la comunidad? ¿En qué tiempo? Es tan angustiante esta y otras  situaciones que el habitante común de la periferia prefiere invertir el tiempo que le queda libre en  buscar a Dios o comprar cervezas frías. El país entero está estructurado en función de la ciudad capital y la ciudad capital no creció en función de sus habitantes. ¿De qué democracia podemos hablar?

domingo, 2 de marzo de 2014

LOS DIABLOS EXISTEN Y NO ES CUENTO

"Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quien es el otro."
Tito Macio Plauto
El sistema colectivo de transporte urbano de la ciudad de Panamá que fue conocido como diablos rojos fue reemplazado por los metrobuses. Las unidades del nuevo sistema tienen sus ventajas, es cierto, por ejemplo, poseen aire acondicionado, que en un país tropical no es poca cosa. Pero el servicio en general es simplemente demoníaco. Hay que rezar bastante pidiendo que llegue el bus de nuestra ruta y si no se está dispuesto a gastar en taxi, es mejor desistir de las visitas a familiares y amigos en domingos o días de fiesta. Y como para rematar, los tranques no hacen más que recordar que el infierno sí existe.
En Panamá todos coincidimos en algo: la educación está en crisis. Sin embargo, docentes, estudiantes y padres de familia ya no tienen la capacidad de dialogar, por lo tanto es harto difícil  acordar cual ruta seguir. Y para contra rematar, las autoridades son campeonas improvisando; un funcionario lee hoy en Internet una innovación aplicada en Katmandú y corre a imponerla, y gasta tiempo y recurso en dicha imposición hasta que otro funcionario lee otra estrategia valida para Kampala y así se repite el ciclo de la confusión. Y como todo el mundo está confundido, es imposible dialogar. ¿Será que todo es adrede para allanarle el camino a la corrupción?
¿Y la inseguridad ciudadana? Ya no sólo se teme a la delincuencia común y al crimen organizado, ya no sólo se teme al abuso policial, ahora hay que cuidarse de cualquier ciudadano. Cualquiera tiene un arma de fuego y está dispuesto a usarla y se puede convertir en una bomba neurótica. Cualquier roce se puede convertir en un incidente que lamentar.
Dadas así las cosas y a sabiendas que hay muchas otras cosas detestables que por espacio y por mi salud hepática no he mencionado, ¿cómo dudar de que los diablos andan sueltos?