domingo, 17 de noviembre de 2013

9 DE ENERO: MÁS QUE AL RESCATE DE LA MEMORIA Y DE LA PATRIA

(Palabras dicha en la presentación de la novela 9 de enero de Andrés Villa)

Me gustaría contarles como llegué a estar aquí frente a ustedes. Sé de la vocación de Andrés Villa por la novela histórica, por lo tanto no fue sorpresa que escribiese una sobre los acontecimientos del nueve de enero. Supuse que no era sorpresa que me llamara para presentar dicha novela. Como Andrés y mi primo Tito Yanis tienen toda una vida de ser amigos y Tito y yo somos sobrinos de un Mártir del 64... La sorpresa fue comprobar que Andy no conocía este último dato. La segunda sorpresa me la llevé al leer la novela. Comparar dicha lectura con cualquier noticiero nacional actual, es como hablar  de dos países distintos. En Panamá han crecido el número y el tamaño de los edificios, pero otras cosas más valiosas han decrecido, cuando no han desaparecido. Y esa es la virtud de esta novela. Nos retrotrae a esa patria que se perderá irremediablemente si no asumimos nuestras responsabilidades ya.
“Un hombre del pueblo y ‘de pueblo’ como el escritor Andrés Villa nos regala, en las cercanías del cincuentenario de los funestos hechos del 9 de enero de 1964, una novela homónima, que tiene como propósito sacudir la conciencia de una nación y poner en perspectiva la valoración que hace de su historia.”
Estas son palabras del académico Rodolfo de Gracia Reynaldo, pero ¿quién es hombre del pueblo? Quizás todos estemos de acuerdo que para serlo, primero hay que aceptar que se es y vivir como tal. Y esto lo deja bien claro Andrés en el texto que nos convoca. Sus fuentes, su idioma, su enfoque, así lo constatan. Sin rebuscamientos y con la mayor de las diafanidades, Villa nos relata los hechos tal como se lo transmitieron sus informadores. Nos transporta al lugar de los hechos, pero sobre  todo, logra que los protagonistas nos compartan sus emociones.
“Todos esos factores eran un caldo de cultivo aderezado con la impotencia y la rabia que en ese  9 de enero de 1964 atrajeron a todos a la Avenida 4 de Julio.”
Con estas palabras, Andrés añade un ingrediente importante a la definición de pueblo. El pueblo, en este caso, el pueblo panameño lo forman las mayorías excluidas de los beneficios del canal. Y fue, precisamente, dicha marginación la que enfureció a quienes se lanzaron contra la cerca. El pueblo es la patria. Gracias a la furia de los excluidos, Panamá es soberana en el canal. Pero hoy como en el 64, el empobrecimiento persiste. La patria sufre.
Nada mejor que leer la novela para conocer los aciagos hechos del 64, así que no voy a comentarlos, voy a compartir con ustedes mis reflexiones sobre tres actitudes registradas en ella.
“No griten,  es un hospital, hay enfermos—dijo alguien. Los  que iban  adelante gesticularon para que los de más atrás  no gritaran. Las arengas cesaron y en toda la columna reinó un solemne silencio, aunque siguieron subiendo la cuesta con decisión.”
Igualito que en las actuales manifestaciones, ¿verdad? ¿Cuál es la queja que hoy día aflora con cada cierre de calle? La afectación a terceros. En el diccionario de uso diario del ciudadano panameño se ha perdido la palabra consideración. Sin embargo, los manifestantes de enero del 64 no sólo eran considerados con sus compañeros y profesores en sus aulas de clases, también en las calles cuando marchaban contra sus opresores.
“Chencho ha perdido un zapato y camina con dificultad. Está en retirada, pero sigue  custodiando  su bandera. Solo  la soltará en manos de un compañero cuando entre nuevamente al colegio.”
Responsabilidad, otra palabra perdida en el mar de la desidia. Sistema educativo en crisis, familia disfuncional, medios de comunicación mediocres y negligentes. Próximos a cumplir 50 años de la fecha conmemorada, la irresponsabilidad parece cabalgar sobre Bucéfalo y los panameños parece que hemos olvidado que Bucéfalo era un caballo de guerra.
“Los estudiantes se reagrupan  en la Avenida  4 de Julio. Detienen autos  y le cuentan lo sucedido a todo el que los quiere oír.”
Después de la ofensa, los aguiluchos acudieron al pueblo y el pueblo los escuchó. Y no sólo el pueblo, también el presidente del gobierno nacional, Roberto Chiari les prestó atención y actúo en consecuencia; ni la Cuba de Fidel Castro después de la Invasión de Bahía de Cochinos rompió relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, Panamá sí.
A lo largo de esta novela, Andrés nos habla de un Panamá considerado y responsable. De una sociedad aún con la capacidad de dialogar con ella misma. Lo ocurrido el 9 de enero de 1964 fue espontáneo, no fue un plan de los comunistas, fue una población comunicándose rápida y eficientemente. Esa fue la gesta: un pueblo escuchó a sus jóvenes y los defendió. La afrenta de los zonians no sólo fue rasgar la bandera, también fue manchar las camisas blancas de nuestros estudiantes. Por eso aquel enero es glorioso, por eso estos tiempos son desastrosos.
¿Qué estoy exagerando? Permítanme hacerles una pregunta. ¿Me pueden decir el nombre de uno de los mártires? ¿Cuántos recordaron a Ascanio Arosemena? ¿Cuántos a Estanislado Orobio?  Tranquilos, no se incomoden, pero acabamos de experimentar una consecuencia de pertenecer una sociedad que no sabe dialogar. En una sociedad así, sólo es escuchado quien más grita y quien no lo hace es olvidado. En una sociedad así, abunda la gente escandalosa y más abundan los extremadamente silenciosos. En una sociedad así, hasta entre los muertos queda marcada la diferencia entre ruidosos y callados. Andrés nos recuerda que una vez pudimos escucharnos, ¿será que ya no lo hacemos? En el 64 el pueblo se lanzó contra la cerca de la zona, en el 89 se lanzó a saquear el comercio de las ciudades de Panamá y Colón. Hemos perdido cosas muy valiosas, entre ellas, la memoria. Y sin memoria, ¿puede haber patria?

El buen amigo Andrés Villa con está y el resto de sus novelas, contribuye a la restauración de la memoria, al diálogo con la historia. Esto es la patria, recibir un legado y transmitirlo. Si en los tiempos de la globalización queremos seguir siendo panameños, es necesario y obligatorio cuidar nuestro legado. Ya Andrés hizo su parte, ahora nos toca a nosotros. 

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