Humberto en el Pinate
“Cuando el hombre piensa a
fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no tiene suficiente: necesita
vivir bien, de una determinada manera, no de cualquiera. Dicho de otro modo:
vivir es necesario, pero no suficiente. De ahí que surja la pregunta: para qué
vivir (la cuestión del sentido) y, en función de ello, cómo vivir. Justamente
ahí comienza la ética.”
Noelia Martínez
Vivimos
en los tiempos de la comida rápida, del atragantarnos, del no estar satisfechos
con lo ingerido, del seguir atragantarnos para ver si así, de una vez por todas, llenamos el vacío que tenemos. A
ver si saciamos el hambre que tenemos, el hambre de paz. Hambre de serenidad.
A
pesar de mis discursos, el sosiego a cada rato se me escapa del alma. Por eso
admiro tanto a quienes lo tienen y no lo dejan poner pies en polvorosa. Por eso
admiré a mi colega Humberto Santos. Un accidente cardiovascular se lo llevó,
pero mi admiración se quedó aquí.
Diferíamos
en nuestra concepción del destino: para él ya estaba escrito, para mí es un mar
de incertidumbres. En este momento, me sería muy fácil (y vil) afirmar que fue
precisamente esa forma de ver al universo quien no le permitió percatarse de
las señales que le dio su cuerpo. Nunca sabré si tuvo señales. Pero sí sé que
su convicción generaba paz. Paz para él, nunca explotaba en ataques de ira ni
caía en la tentación de la intriga. Paz para nosotros, sus colegas, que
sabíamos que una conversa con Humberto eran unos minutos de charla firme, pero
sin sobresaltos. Y ese detalle, en una institución educativa, es muy valioso.
Muy, pero muy valioso.
Tengo
otra tentación. Preguntarme por qué con tanto docente sembrador de conflictos,
quien se marchó fue Humberto Santos, el profesor de la serenidad. Y es allí
donde surge la lección humbertina: los eventos ocurren y punto. No es necesario
buscarle la quinta pata al gato.
1 comentario:
Yo lo conocí, gracias por compartir estas líneas con todos... y es así de cada quién que toca nuestras vidas nos llevamos lo mejor. Es precisamente esa conformidad entre nuestros pensamientos y nuestra forma de vivir (y morir) lo que hace que seamos personas transparentes, rectas y dignas de admiración...
Desde aquí te envío un hasta luego Humberto...
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