domingo, 21 de octubre de 2012

TRABAJAR CON GANAS O NO TRABAJAR



La cerradura
 
“Vivimos en una cárcel. La diferencia es que tenemos la llave para abrir la puerta y al reo, otro le abre la celda.”
Zelideth Rosales

Trabajar con desgano no sólo atenta contra la felicidad del propio apático, puede ser, incluso, causa de dolor a terceros. En Panamá, hace pocos años, cientos de pacientes de la Caja del Seguro Social fueron intoxicados con dietilenglicol; bastan 15 miligramos de esta sustancia para envenenar a una persona que pese 200 libras. Los intoxicados bebieron frascos enteros de jarabe para lo tos con dietilenglicol. Es un escándalo de proporciones mayores, pues no sólo estuvieron involucradas altas personalidades del mundo político en la compra de la toxina, si no que los trabajadores responsables de fabricar el jarabe para la tos confundieron glicerina con el dietilenglicol. La glicerina es espesa como la miel, el dietilenglicol es diluido como el agua. ¿Inexperiencia o desidia?
En Panamá hay una expresión que contesta esa inquietud: ¡Me vale v…! ¡Qué soy funcionario público a cargo de vidas humanas! ¡Me vale v…! ¡Qué esta sustancia no se parece a la que siempre uso! ¡Me vale v…! ¡Qué comenzaron a aparecer los afectados! ¡Me vale v…! ¡Qué se están muriendo los afectados! ¡Me vale v…! 
Pero esa expresión, no sé, ese resumen extra concentrado de la apatía me huele más a cárcel que a liberación. Sí. ¿Qué por qué lo digo? Porque suena a la frase expresada por un infeliz que no es dueño de su vida. Alguien que no ha podido realizar sus sueños, que, quizás, lo más triste, nunca ha enfilado el buque de su vida en la dirección correcta para alcanzar sus metas. Alguien que se rindió, tal vez, antes de empezar la lucha. ¡Me vale v…!  Es un triste lema. Es un trío de palabras tan duras y resistentes como los barrotes de una cárcel.

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