Entre la flor y la pared
“Experiencia
no es lo que a uno le pasa en la vida, sino lo que uno aprende de lo que le pasa.”
Eduardo A. Casati Pastor
Descubrir una gran verdad y
ser humilde no es tan común. Descubrir una gran verdad y ser arrogante es lo
más común. ¡Y qué maravilla que así sea! Bueno, a veces, por ejemplo, en el
caso de los jóvenes descubrir una verdad y ser arrogante es parte de un
proceso. Ser viejo, descubrir una verdad y ser arrogante es una necedad. Ese
tipo especial de arrogancia es el arma para defender la verdad descubierta.
Defenderla de dudas como: ¿Cuál es esa verdad? ¿Y es qué la verdad existe? ¿O
es que hay varias verdades? ¿Y el que algo sea verdad también lo hace valioso?
¿Qué hace a una verdad valiosa?
Ojalá y esa verdad o
verdades valiosas sean que se puede ser uno mismo, que se puede ser solidario,
que se puede vivir alegre y en libertad. ¡Qué se puede ser feliz y hacer feliz
a los que nos rodean¡ Ojalá y esa verdad sea concluir que no es necesario ser
arrogante.
Sin embargo, el descubrir
una verdad, cualquiera que ella sea, siempre es inquietante. Despierta
inseguridad, se necesita que el otro también descubra nuestra verdad como su
verdad. Así nace la arrogancia, como coraza protectora contra esa desconfianza.
Se necesita sobrevivir a muchas, muchas, pero muchas equivocaciones para
descubrir una verdad y comportarse humildemente.
Por eso no presto atención a
los arrogantes, sólo me pregunto: la verdad de este arrogante, ¿también puede
ser mi verdad? Si la respuesta es positiva, me quedo con la verdad y me despido
del arrogante.
2 comentarios:
Y quizás sí...
el arrogante es aquel que no sabe, que aún no sabe, y que los demás sí saben que no sabe.
Publicar un comentario