Amelia Denis escucha a Magdalena Camargo leer a Chuchu Martínez
Cristina Castillo Martínez
Durante nueve de los últimos diez años, he dedicado parte de mis vacaciones de verano a recorrer la región centroamericana. Si mis cálculos no fallan he estado sentado en un bus, un auto, taxi, avión o tuc-tuc (taxi motorizado) unas 865 horas, es decir, poquito más de 36 días. Un mes y días de mi vida. He estado entre Ipetí Emberá en Panamá y Tecum Uman en Guatemala. He soportado temperaturas entre menos siete centígrados y cuarenta y uno grados. Si no me equivoco he recorrido unos 51, 900 kilómetros. Mido 1, 87 metros y no estoy hecho de hule, así que tanto trajín no me es muy cómodo que digamos. Después de cada viaje, mis músculos demoran un par de días en regresar a la normalidad, o sea, en desenrollarse. Después de cada viaje, me siento obligado a preguntarme: ¿Y tanto esfuerzo para qué?
Sí, ¿para qué? ¿Para enfermarme de neumonía o de gastroenteritis? ¿Para lidiar con los desamables oficiales de aduanas? Esos que tratan a los escritores como a traficantes de marcianos. Los de migración nada más lo tratan a uno como a marciano. Pues sí, ¿para qué tanto viaje afanado?
En una de esas vueltas, en un festival de poesía, compartí la mesa con Eyra, Moisés, Érica y Marvin. En la conversa a Érica se le ocurrió preguntar que era la poesía para cada uno; respondimos que la poesía era soledad, libertad y hasta angustia. Pero la respuesta de Marvin me quedó dando vueltas en el cerebro: poesía es amistad.
Poesía. Amistad. Al reflexionar la marvelada, fui cayendo en cuenta sobre cual es la razón profunda por la cual soporto el maltrato de un viaje tan…maltratador. No viajo ni por fama ni por fortuna, ni para conocer famosos ni afortunados: viajo para visitar a mis amigos. ¿Puede haber una mejor razón?
3 comentarios:
"Poesía es amistad"
Si. Es cierto.
Y es verse retratado uno mismo con el mismo sentir y las mismas demandas.
Supongo que no hay mayor fortuna que descubrir la vida con los ojos de otro que tiene otra piel pero coincide con los propios pensamientos interiores.
Cuánta verdad encierra su crónica, David.
Desde hace aproximadamente 15 años y durante casi los mismos meses en que Ud. lo hace, emprendo una migración a través de otros cielos para, junto a viejos y entrañables amigos, además de celebrar los reencuentros, ocuparnos de sostener inagotables pláticas sobre la terrible, compleja y en ocasiones absurda vocación de vivir; para opinar y cruzar ideas sobre arte, literatura y decenas de temas más, todo ello acompañado del persistente y cálido duelo de agilidad mental y afectuoso y chispeante humor que, con ternura y empeño, disfrutamos siempre.
En los dos últimos años mi bitácora de vuelo, además del caimán cubano, guarda los registros de dos largos viajes realizados hacia el Cono Sur, en donde los amicales brazos de chilenos y argentinos han logrado hacerme sentir como uno más entre ellos.
Y es así, porque en eso consiste la verdadera amistad: en hacerse compañía, no obstante la distancia física; en brindarse un mutuo e incondicional apoyo; en ejercitar una lealtad irreductible, frente al acoso del insoslayable tiempo.
CECILIA.
Siempre son tus palabras las que me hacen reflexionar.
No he viajado mucho para ver amigos de otros lados ni tengo la experiencia de conocer otros lugares aun que viajo mucho con la mente y creo que eso también me pone a pensar que la verdadera amistad es el sacrificio de poder mantenerla por que pueden pasar muchos caminos, muchas experiencias en vida y siempre son los amigos los que te reciben como si el tiempo nunca hubiera pasado y la verdad si estoy de acuerdo "La Poesía es Amistad".
Saludos Primo.
Osvaldo
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