martes, 9 de enero de 2018

PAÍS CONSERVACIONISTA QUE NO CONSERVADO

“Mientras un pueblo crea los cuentos de la clase dominante no hará falta reprimirlo para imponer el orden.”
Olmedo Beluche
La Gesta Heroica del 9 de enero de 1964 estremeció los cimientos de los poderes coloniales y económicos instalados para la fecha en Panamá, tanto, que a partir de dichos acontecimientos se dedicaron a destruir la matriz que dio origen a la espontánea y patriótica respuesta del pueblo panameño a la ocupación militar de territorio panameño. 
En 1978 mis clases de Historia de las Relaciones de Panamá con Estados Unidos de América las recibí del profesor Becerra, un maestro comprometido con la recuperación del canal de Panamá. Ese año  los docentes se fueron a huelga por mejoras salariales. Al final del paro, el profesor Becerra se transformó en un crítico agudo de los militares. Ese mismo año Arnulfo Arias Madrid, el presidente derrocado el 11 de octubre de 1968, regresó del exilio y fundó el Frente Nacional de Oposición (FRENO). Al año siguiente fue la gran huelga docente que derogó la Reforma Educativa acusada de comunista. El espacio político creado por el FRENO y por el movimiento docente lo heredó, finalmente, el gobierno panameño que tomó posesión en una base militar gringa, la noche que caían las bombas en El Chorrillo.
En los años ochentas el anti-comunismo usurpó la hegemonía nacional. Las causas populares dejaron de ser populares. Nunca perdieron su valor ético, pero sí su estética. La represión estuvo a cargo de las Fuerzas de Defensa, la reforma del pensamiento fue obra de los medios de comunicación social, los clubes cívicos y la iglesia católica.  
En las elecciones de 1994, el PRD regresó al poder político inaugurando el sistema bipartidista del reparto del poder. El nuevo presidente, el doctor Ernesto Pérez Balladares, concretó las medidas neoliberales que inició 10 años antes el doctor Nicolás Ardito Barletta.
En lo que va del siglo 21 las iglesias evangélicas se han fortalecido, tanto así, que casi se considera imposible ser decente sin pertenecer a una de ellas. Un hombre asiste a una fiesta, le ofrecen una cerveza, la rechaza, le preguntan si está enfermo, él contesta que no, le preguntan si se convirtió a cristiano, él contesta que no,  que simplemente no le apetece beber, le acusan de engreído y de creerse superior al resto de los fiesteros. Así estamos.
El actual presidente de la república, ingeniero Juan Carlos Varela, favorece abiertamente a la Iglesia Católica. Aún así, pese a la religiosidad imperante en el país, estamos ahogados por la corrupción. ¿Qué ha ocurrido en estos últimos cuarenta años? ¿Qué le pasó a nuestro país?
Pues que los poderes coloniales y económicos convirtieron a Panamá en un bastión del miedo a los cambios sociales. Si algo explica que nada varíe en un país con tantas protestas, es el temor a las transformaciones. Decimos defender nuestra comodidad, pero esa comodidad es sólo un mito. Un mito creado con la mala intensión de anular lo que germinó el 9 de enero de 1964. Además, en realidad, defendemos la comodidad de los creadores del mito.
Creemos que por tener la libertad de comprar un teléfono inteligente, sacrificando una de las comidas diarias, ya somos parte de los privilegiados, los creadores del mito. Esta creencia es la puerta por donde entra la corrupción: sino no puedo con trabajo honesto, me voy por la ruta torcida. También explica el clientelismo: me siento a esperar que alguien me resuelva mi penosa situación, pero ya me compré el celular.
Comodidad incómoda. Somos una mayoría de desfavorecidos cuyo desfavorecimiento enriquece a una minoría favorecida. Somos víctimas del capitalismo. El enemigo de la Gesta de enero. Los dueños del sistema económico se aseguraron que nunca más el pueblo panameño pondría en peligro sus intereses.
¿Qué hacer? No soy ni sociólogo ni politólogo. Soy biólogo, pero me parece que las ciencias naturales bien pudieran servir para encontrar respuestas a los aprietos que nos exprimen.  
Tal vez ya es tiempo que los panameños asumamos las actitudes y prácticas esenciales en las investigaciones científicas. El pensamiento mágico ya nos ha hecho mucho daño.
Para empezar, dudemos, no sólo de las opiniones ajenas, sino también de las propias. Es imposible ser experto en todos los temas y es inconveniente imponer nuestras ideas a los otros. Cuando aparece un problema, somos tantos los opinantes que las abundantes propuestas no se pueden jerarquizar y, por lo tanto, a la hora de solucionar el dilema, es imposible priorizar cual es la más acertada. Basta ver el número de puntos que contienen los pliegos de peticiones de las marchas y huelgas. Son tantos que terminan brindando al ente contra el cual se realiza la medida de fuerza la oportunidad de responder de mala fe: de buscar cual es la petición más impopular y divulgarla por los medios de comunicación y satanizar el movimiento, de ceder en el menos importante de los puntos y evitar debatir los puntos medulares del asunto.
Dudar de lo que estoy diciendo me resguarda de repetir los discursos oficiales.
Una fuerza se diluye al ser aplicada sobre una gran superficie y parece aumentar si se concentra en una pequeña. En esta propiedad radica el éxito de los clavos, tornillos y taladros. ¿Recuerdan los pliegos con muchas peticiones? Pues con cada punto extra se diluye la fuerza del movimiento. Todo es importante, pero no todo tiene la misma importancia.
Priorizar los problemas permite resolverlos en orden.   
Imaginemos un camión en movimiento. Éste se detendrá si sobre él actúa una fuerza igual a la que lo mueve, retrocederá si la nueva fuerza es mayor a la que lo mueve y se desviará si la nueva fuerza se aplica en un punto diferente al frontal. Una fuerza menor a la que mueve al camión que choque de frente con él será arrollada. Esto se aplica a cualquier conflicto humano.
Supongamos que el camión es el estado. ¿Será necesario un balance de fuerzas antes de confrontarlo? Esta pregunta es mera retórica. ¿Qué se necesita para hacer tal balance? Pues tener una buena relación con la realidad.
La inercia es la responsable de que los cuerpos se mantengan o en movimiento o en reposo. En Panamá, la ciudadanía en reposo no va a ponerse en movimiento al menos que una fuerza lo ponga en movimiento. Y esa fuerza se llama liderazgo.
Un líder tiene poder de convencimiento. En Panamá no abundan los líderes, abundan los caciques. Un cacique jamás se hace esta pregunta: ¿Por qué la gente ha de asistir a una actividad a la cual yo convoco? El cacique convoca y si las personas no responden, las culpa de apáticas. El líder si se la hace y a partir de la respuesta obtenida planea como lograr hacerse acompañar.
La misión de los líderes es alcanzar la masa crítica que haga posible la transformación.
En química masa crítica es la cantidad de materia que se necesita para que ocurra una reacción. Como dice Isabel, sin suficientes participantes no es posible ningún cambio.
¿Qué sucede en Panamá? En Panamá se convoca a una marcha anti algo que resulta la madre de todas las marchas; asisten 100,000 marchantes y se logra firmar un acuerdo con el gobierno. Al terminar la marcha, los que caminaron, asoleados y roncos por gritar consignas, se marchan orgullosos a sus hogares. Tienen razón de sentirse orgullosos. A las pocas semanas el gobierno incumple los acuerdos, se vuelve a convocar a otra movilización, asiste menos gente, esta vez el gobierno no cede ni un ápice; esto se repite un par de veces hasta que la causa de la marcha madre de todas las marchas se olvida. ¿Qué ocurrió?
Pues que los marchantes se retiraron a sus hogares y no a organizaciones que vigilaran el fiel cumplimiento del acuerdo firmado. Esta labor quedó en manos de la dirigencia que, aunque sea la más honesta del planeta, está compuesta por unos cuantos individuos y no por 100,000.
La misión del líder es lograr que aquellos a quienes logró movilizar se mantengan en movimiento. A la larga eso implica formar nuevos líderes y nuevas organizaciones.
En un ser vivo, los órganos realizan su trabajo porque la información del ADN les dice que hacer. Los líderes son el cerebro de la sociedad. Los procesos educativos son el ADN.
La educación es el ADN de una sociedad. Una vez un muchacho le preguntó a mi buen amigo Virgilio: Maestro, ¿cómo hacemos la revolución en Panamá? Y él le contestó, ¿así que quieres hacer la revolución? Pues vete a un pueblito o barrio marginal y dedica los próximos 20 años a educar a sus habitantes. No hay atajos. Lo que tardó 500 años o más en formarse no se puede arreglar en 5 años o menos.
La educación es el ADN, sin ella no es posible transformar a Panamá. Ella es necesaria para ir de la aldehuela que detestamos a la patria que soñamos. Sin educarnos los unos a los otros no nos daremos cuenta que en realidad nuestra comodidad es una gran incomodidad.
No podremos aprender a dialogar y seguiremos con la boca llena de palabras geniales y con los oídos sordos; sin diálogo no es posible formar equipos de trabajo democráticos. Por no aprender a dialogar, ya no nos robaron la palabra democracia.

Una vez me preguntaron: ¿hasta cuándo nos educaremos? Pues hasta que cambiemos para poder cambiarlo todo. Hasta que volvamos a tener el coraje de los mártires de enero.

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