martes, 1 de diciembre de 2015

QUEREMOS APRENDER

"El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender."
Plutarco
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que nos emociona. Si la clase es una cárcel, no despertará interés y tampoco logrará aprendizajes. Si la clase es un espacio alegre, despertará interés y conseguirá mayor aprendizaje.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que entendemos, que logramos comprender. Una clase cuyos conceptos estén estructurados para el educando y en el orden lógico del educando es más fácil de asimilar por parte de, ¿adivinan? El educando.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello sobre lo que ya conocemos algo. La clase no es para que el educador demuestre erudición, sino para que practique la sabiduría de conectar los conocimientos que pretende impartir con los conocimientos que ya tiene el educando. ¡Los estudiantes no son tablas rasas! ¡Las mentes en blanco no existen!
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que nos reta, lo que nos  mantiene la mente despierta y motivada. Educar es animar a educarse.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que nos es dado con amor. La información que nos llega a través de los sentidos pasa por las emociones antes de ser procesada por la razón y al escuchar algo amoroso, su recuerdo se consolida de forma más eficiente.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos de las historias con datos inesperados, que crean sorpresas, que rompen con la monotonía, que mantienen en vilo a la clase.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos de quien nos plantea y formula un problema creativo interesante, de quien nos alienta a resolver el problema lo mejor posible, de quien nos da las herramientas para expresar y comunicar las respuestas adecuadamente.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos de los buenos maestros.

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