“Queremos pensar algo fuera de la lógica capitalista
de mercado, pero sin poder estar real, física, cultural y económicamente fuera
de esta lógica liberal y mercantil. Esa es nuestra realidad... aspiramos a ver
la vida más humanistamente dentro de un sistema ajeno a dicho humanismo.”
Fernando Penna
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado considero
necesario y obligatorio hacer justicia y convertir cada 20 de diciembre
venidero en fecha de luto nacional. Mis amigos asesinados (Demetrio y Becerra)
así lo reclaman, también el resto de los inocentes inmolados y mucho más aquellos
hombres y mujeres que cayeron en combate, en especial, Gustavo Torreglosa.
¿Cómo olvidar el malestar de ver a los marines que desde los hummers saludaban como
reinas de carnaval? Pero, y este es el otro lado del asunto, ¿cómo no recordar
con irritación que hubo ciudadanos que, en efecto, celebraron el sangriento jolgorio?
A los pocos meses del cruel asalto, cuando aún las
calles eran patrulladas por las tropas invasoras, en una de las cafeterías de la
Universidad de Panamá (la más alta casa de estudio del país), un individuo
gritaba: “Este pueblo es marcista”. El susodicho no hablaba de ser seguidor de
Carlos Marx, sino de Marc Cisneros, el comandante de los agresores.
En misa campal el arzobispo declaró que ojalá el 20 de
diciembre se recordase como liberación. Un escritor panameño dijo que le
perdonaba a los gringos el 9 de enero por haberse llevado a Noriega. ¿Exagero?
¿Y el 9 de enero hoy en día? ¿Acaso el 8 de enero no se vacían de licor las
bodegas? ¿Qué significa el 20 para los menores de 30 años? Temo que el 20 de
diciembre se convierta en un carnaval de recordación del día en que los gringos
nos liberaron del dictador. ¿Exagero o bien el 20 de diciembre se puede
convertir en una extensión del blak fraidei? No basta el día libre, es
necesario, obligatorio, el compromiso con la memoria patria.
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