Henri Bergson
Un automóvil con la máquina oxidada no puede
funcionar, no importa que tenga llantas nuevas, que el piloto sea un súper
campeón de carreras o que tenga el tanque lleno con una fórmula especial de
combustible. Y así como un auto con el motor estropeado no puede correr, un
sistema educativo con su maquinaria trancada por el óxido tampoco puede
funcionar.
Me parece que el mecanismo de funcionamiento de la
educación, los seres humanos que somos partícipes de él, en el mejor de los
casos, estamos tirando cada uno por su lado y en el peor, somos cómplices del
desánimo, la improvisación, el oscurantismo, la confusión y, lamentablemente, de
los miserables que todos los días irrigan su ponzoña, esos enfermos que buscan
venganza, como si los estudiantes tuviesen culpa de su fracaso y mediocridad.
¿Para qué ir a la escuela? Cierto que el aparato legal
panameño establece cuales son los fines de la educación y que muchas
personalidades prestigiosas proclaman bellos discursos sobre el perfil que
debería tener el egresado de los colegios panameños; pero, en la práctica, el
asunto parece reducirse a estudiar para conseguir un empleo. Paradójicamente,
lo enseñado poco tiene que ver con el mercado laboral. Entonces, ¿de qué se
tratan todos los intentos realizados en Panamá para paliar la crisis educativa?
¿De atenuar el problema y no resolverlo? ¿Será que somos adictos al desorden y
a la incoherencia? ¿Será que el objetivo de la educación panameña es
instruirnos en como ser pocos creativos a la hora de poner orden y resolver
problemas?
No es por falta de recursos, ni de buenas
intenciones, es peor el asunto. La crisis seguirá hasta que reconozcamos lo
primordial, hasta que aceptemos que, como nación, no tenemos la menor idea de
que hacer con la educación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario