domingo, 13 de diciembre de 2015

LA MÁQUINA OXIDADA



"Donde hay felicidad, hay creación. Cuanto más rica es la creación, más profunda es la felicidad".
Henri Bergson

Un automóvil con la máquina oxidada no puede funcionar, no importa que tenga llantas nuevas, que el piloto sea un súper campeón de carreras o que tenga el tanque lleno con una fórmula especial de combustible. Y así como un auto con el motor estropeado no puede correr, un sistema educativo con su maquinaria trancada por el óxido tampoco puede funcionar.
Me parece que el mecanismo de funcionamiento de la educación, los seres humanos que somos partícipes de él, en el mejor de los casos, estamos tirando cada uno por su lado y en el peor, somos cómplices del desánimo, la improvisación, el oscurantismo, la confusión y, lamentablemente, de los miserables que todos los días irrigan su ponzoña, esos enfermos que buscan venganza, como si los estudiantes tuviesen culpa de su fracaso y mediocridad.
¿Para qué ir a la escuela? Cierto que el aparato legal panameño establece cuales son los fines de la educación y que muchas personalidades prestigiosas proclaman bellos discursos sobre el perfil que debería tener el egresado de los colegios panameños; pero, en la práctica, el asunto parece reducirse a estudiar para conseguir un empleo. Paradójicamente, lo enseñado poco tiene que ver con el mercado laboral. Entonces, ¿de qué se tratan todos los intentos realizados en Panamá para paliar la crisis educativa? ¿De atenuar el problema y no resolverlo? ¿Será que somos adictos al desorden y a la incoherencia? ¿Será que el objetivo de la educación panameña es instruirnos en como ser pocos creativos a la hora de poner orden y resolver problemas?
No es por falta de recursos, ni de buenas intenciones, es peor el asunto. La crisis seguirá hasta que reconozcamos lo primordial, hasta que aceptemos que, como nación, no tenemos la menor idea de que hacer con la educación. 

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