“¿En que momento
los cristianos nos dejamos robar la navidad? ¿En qué momento los cristianos
permitimos que Santa Claus y los personajes de Disney acapararan la navidad?
¿En qué momento los cristianos nos empezamos a preocupar más por arreglar el
arbolito y pintar la casa con el mejor color, que por colocar un hermoso
nacimiento que refleje el verdadero motivo de ésta celebración El
nacimiento de Jesús? ¿Y en qué momento los cristianos volveremos a
encontrar el verdadero sentido de la navidad?"
Verónica
Rodríguez Frías
Hace unos años, bueno hace muchos
años, a inicio de la década de los ochentas, leí un artículo muy interesante escrito
por un joven argentino; no recuerdo ni el título ni el nombre del autor, sí me
acuerdo del tema. El texto explicaba que el éxito ideológico del capitalismo se
debía a las fisuras, provocadas por el desgaste histórico, que habían sufrido las
religiones tradicionales. Pienso que dicha hipótesis terminó de comprobarse en los
noventas, cuando diversos autores convirtieron en dioses inexorables a las
fuerzas del mercado. Sin embargo, el proceso tomó su tiempo y fueron muchos los
involucrados.
El mecanismo fue más o menos el
siguiente. Empresas transnacionales se apoderaron de íconos de la tradición
cristiana y los ligaron fuertemente con sus productos. Los más famosos han sido
Santa Claus (cara navideña de la Coca Cola) y el árbol de navidad (la mejor razón
para consumir energía eléctrica). Ni hablar de la enajenación de los paisajes
nevados en el trópico, ni de la frustración de las niñas y niños bien portados
que no reciben regalos.
El consumismo ha arrinconado a los ancestrales valores cristianos. Santa
Claus le dio un golpe de estado al Niño Dios. Pero el hachazo es funesto, no es
mortal. Aún no es tarde, basta comprender que el valor del regalo no está en el
precio, sino en el amor depositado en él.