domingo, 27 de diciembre de 2015

GOLPE DE ESTADO AL NIÑO DIOS

“¿En que momento los cristianos nos dejamos robar la navidad? ¿En qué momento los cristianos permitimos que Santa Claus y los personajes de Disney acapararan la navidad? ¿En qué momento los cristianos nos empezamos a preocupar más por arreglar el arbolito y pintar la casa con el mejor color, que por colocar un hermoso nacimiento que refleje el verdadero motivo de ésta celebración El nacimiento de Jesús? ¿Y en qué momento los cristianos volveremos a encontrar el verdadero sentido de la navidad?" 
Verónica Rodríguez Frías
Hace unos años, bueno hace muchos años, a inicio de la década de los ochentas, leí un artículo muy interesante escrito por un joven argentino; no recuerdo ni el título ni el nombre del autor, sí me acuerdo del tema. El texto explicaba que el éxito ideológico del capitalismo se debía a las fisuras, provocadas por el desgaste histórico, que habían sufrido las religiones tradicionales. Pienso que dicha hipótesis terminó de comprobarse en los noventas, cuando diversos autores convirtieron en dioses inexorables a las fuerzas del mercado. Sin embargo, el proceso tomó su tiempo y fueron muchos los involucrados.
El mecanismo fue más o menos el siguiente. Empresas transnacionales se apoderaron de íconos de la tradición cristiana y los ligaron fuertemente con sus productos. Los más famosos han sido Santa Claus (cara navideña de la Coca Cola) y el árbol de navidad (la mejor razón para consumir energía eléctrica). Ni hablar de la enajenación de los paisajes nevados en el trópico, ni de la frustración de las niñas y niños bien portados que no reciben regalos.
El consumismo ha arrinconado a los ancestrales valores cristianos. Santa Claus le dio un golpe de estado al Niño Dios. Pero el hachazo es funesto, no es mortal. Aún no es tarde, basta comprender que el valor del regalo no está en el precio, sino en el amor depositado en él.

domingo, 20 de diciembre de 2015

PATRIOTISMO SUBSIDIADO

“Queremos pensar algo fuera de la lógica capitalista de mercado, pero sin poder estar real, física, cultural y económicamente fuera de esta lógica liberal y mercantil. Esa es nuestra realidad... aspiramos a ver la vida más humanistamente dentro de un sistema ajeno a dicho humanismo.”
Fernando Penna
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado considero necesario y obligatorio hacer justicia y convertir cada 20 de diciembre venidero en fecha de luto nacional. Mis amigos asesinados (Demetrio y Becerra) así lo reclaman, también el resto de los inocentes inmolados y mucho más aquellos hombres y mujeres que cayeron en combate, en especial, Gustavo Torreglosa. ¿Cómo olvidar el malestar de ver a los marines que desde los hummers saludaban como reinas de carnaval? Pero, y este es el otro lado del asunto, ¿cómo no recordar con irritación que hubo ciudadanos que, en efecto, celebraron el sangriento jolgorio?
A los pocos meses del cruel asalto, cuando aún las calles eran patrulladas por las tropas invasoras, en una de las cafeterías de la Universidad de Panamá (la más alta casa de estudio del país), un individuo gritaba: “Este pueblo es marcista”. El susodicho no hablaba de ser seguidor de Carlos Marx, sino de Marc Cisneros, el comandante de los agresores.

En misa campal el arzobispo declaró que ojalá el 20 de diciembre se recordase como liberación. Un escritor panameño dijo que le perdonaba a los gringos el 9 de enero por haberse llevado a Noriega. ¿Exagero? ¿Y el 9 de enero hoy en día? ¿Acaso el 8 de enero no se vacían de licor las bodegas? ¿Qué significa el 20 para los menores de 30 años? Temo que el 20 de diciembre se convierta en un carnaval de recordación del día en que los gringos nos liberaron del dictador. ¿Exagero o bien el 20 de diciembre se puede convertir en una extensión del blak fraidei? No basta el día libre, es necesario, obligatorio, el compromiso con la memoria patria.

domingo, 13 de diciembre de 2015

LA MÁQUINA OXIDADA



"Donde hay felicidad, hay creación. Cuanto más rica es la creación, más profunda es la felicidad".
Henri Bergson

Un automóvil con la máquina oxidada no puede funcionar, no importa que tenga llantas nuevas, que el piloto sea un súper campeón de carreras o que tenga el tanque lleno con una fórmula especial de combustible. Y así como un auto con el motor estropeado no puede correr, un sistema educativo con su maquinaria trancada por el óxido tampoco puede funcionar.
Me parece que el mecanismo de funcionamiento de la educación, los seres humanos que somos partícipes de él, en el mejor de los casos, estamos tirando cada uno por su lado y en el peor, somos cómplices del desánimo, la improvisación, el oscurantismo, la confusión y, lamentablemente, de los miserables que todos los días irrigan su ponzoña, esos enfermos que buscan venganza, como si los estudiantes tuviesen culpa de su fracaso y mediocridad.
¿Para qué ir a la escuela? Cierto que el aparato legal panameño establece cuales son los fines de la educación y que muchas personalidades prestigiosas proclaman bellos discursos sobre el perfil que debería tener el egresado de los colegios panameños; pero, en la práctica, el asunto parece reducirse a estudiar para conseguir un empleo. Paradójicamente, lo enseñado poco tiene que ver con el mercado laboral. Entonces, ¿de qué se tratan todos los intentos realizados en Panamá para paliar la crisis educativa? ¿De atenuar el problema y no resolverlo? ¿Será que somos adictos al desorden y a la incoherencia? ¿Será que el objetivo de la educación panameña es instruirnos en como ser pocos creativos a la hora de poner orden y resolver problemas?
No es por falta de recursos, ni de buenas intenciones, es peor el asunto. La crisis seguirá hasta que reconozcamos lo primordial, hasta que aceptemos que, como nación, no tenemos la menor idea de que hacer con la educación. 

martes, 1 de diciembre de 2015

QUEREMOS APRENDER

"El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender."
Plutarco
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que nos emociona. Si la clase es una cárcel, no despertará interés y tampoco logrará aprendizajes. Si la clase es un espacio alegre, despertará interés y conseguirá mayor aprendizaje.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que entendemos, que logramos comprender. Una clase cuyos conceptos estén estructurados para el educando y en el orden lógico del educando es más fácil de asimilar por parte de, ¿adivinan? El educando.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello sobre lo que ya conocemos algo. La clase no es para que el educador demuestre erudición, sino para que practique la sabiduría de conectar los conocimientos que pretende impartir con los conocimientos que ya tiene el educando. ¡Los estudiantes no son tablas rasas! ¡Las mentes en blanco no existen!
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que nos reta, lo que nos  mantiene la mente despierta y motivada. Educar es animar a educarse.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos aquello que nos es dado con amor. La información que nos llega a través de los sentidos pasa por las emociones antes de ser procesada por la razón y al escuchar algo amoroso, su recuerdo se consolida de forma más eficiente.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos de las historias con datos inesperados, que crean sorpresas, que rompen con la monotonía, que mantienen en vilo a la clase.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos de quien nos plantea y formula un problema creativo interesante, de quien nos alienta a resolver el problema lo mejor posible, de quien nos da las herramientas para expresar y comunicar las respuestas adecuadamente.
Aprendemos y, sobre todo, aprehendemos de los buenos maestros.