domingo, 13 de septiembre de 2015

DE LOS TOZUDOS

“El progreso humano se debe a los obsesionados.”
Moisés Pinzón
Puede ser que la leyenda de Nerón ordenando el incendio de la ciudad de Roma, para después contemplarlo mientras tocaba el laúd, no sea más que eso, una leyenda. Sin embargo, ella sirve de metáfora del progreso traído, o más bien impuesto, por los llamados próceres del mundo. Ficción o no, el incendio de la urbe de ladrillo tuvo como resultado final el nacimiento de la metrópoli de mármol.
Obsesionados con sus proyectos, egoístas o filantrópicos, estos personajes arrastraron y hasta, de ser necesario, empujaron a la humanidad más allá de los límites fijados por la misma masa humana que, por comodidad y miedo, prefiere mantenerse inmovilizada.
Gracias a ellos abandonamos las cavernas y también supimos de guerras y de tantos otros dolores. Occidente no sería lo que es hoy sin la irrupción romana en su historia. ¿Qué tanto del derecho y la cultura de Roma conoceríamos sin genocidas como Julio César? Sin embargo.
Por cada codicioso emperador hay cien mil tozudos que sacrifican su bienestar y el de sus seres queridos en aras de su causa. Eso hay que subrayarlo. Estos hombres y mujeres, motores de la historia, encabezan las listas de los perseguidos y torturados por la masa humana que, por comodidad, le teme al cambio. Algunos están registrados en los libros de historia, muchos simplemente fueron olvidados. José Martí habló de ellos, hombres (y también mujeres) con el decoro de muchos hombres sin decoro (y también las hay mujeres). Bertol Brecht los llamó indispensables (y las indispensables también abundan).
Codiciosos y genocidas, honestos e indispensables. Plutonio y oro. Hoy somos lo que somos gracias a los tozudos. Nuestra historia es la de su perversidad y su bondad. 

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