“La
globalización nos ha traído muchas cosas buenas, pero también ha convertido la
estulticia humana en pandemia.”
Paco Moreno
Hay un momento
especialmente crítico en la historia personal de cualquier hombre, cualquier
mujer. Es cuando tiene que asumir responsabilidades profesionales, compromisos
familiares, cuando tiene que comenzar a pagar cuentas. Lo terrible es que ese
instante puede servir de excusa para la estupidez y lo desmedido. ¡Cómo si ya
no tuviéramos suficiente!
En nombre de las
obligaciones hemos anulado las capacidades que nos inspiraron a pintar las cavernas.
La creatividad está agotada, la imaginación sufre un soponcio. Mareados por una
falsa originalidad y atrapados por la novedad del refrito, vivimos tiempos de rendición
del talento y entronización del mal gusto. Es una
fatalidad no poder diferenciar entre lo bello y lo feo.
¡Y todo gracias
a una falacia! El consumismo impele a gastar, es un monstruo del comercio que necesita
constantemente nuevas deudas con las cuales alimentarse y como la industria,
cualquiera que ella sea, no tiene la capacidad de ofrecer ingeniosos inventos a
la velocidad que el monstruo requiere, el resultado es que los individuos
terminan comprando babosadas al precio de perlas gigantes. Oro por espejitos. Y
como bono: la depresión. Y como bono extra: la tristeza. ¿Por qué? Por haber
sacrificado nuestra creatividad e imaginación.
Nuestra sociedad es la sociedad de la triple D:
desproporcionada, descuidada, deficiente. ¿Qué se puede hacer? A cada ciudadano
y ciudadana le toca no conformarse con ser un simple pagador de cuentas y
cultivar la moderación personal y aprender a manejar eficientemente sus
recursos, tanto los económicos como los emotivos. Nos toca aspirar a la integridad.
Tenemos la obligación de crear formas de vida que nos permitan caminar más allá
del centro comercial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario