domingo, 8 de marzo de 2015

DECIDIR O NO DECIDIR, ESE ES EL DILEMA

"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino, para decidir su propio camino."
Viktor Frankl
Cuando nacemos somos empujados a tomar una decisión: vivir o no vivir. De eso se trata la famosa, y creo que desusada, nalgada del médico. La madurez, entonces, debería consistir en decidir autónomamente y no motivados u orillados por los otros.
Pero el acto de decidir necesita cubrir condiciones emocionales, existenciales y hasta políticas. Decidir también es un problema técnico. Partamos del supuesto de que quien vaya a tomar una decisión ya cubrió todos los prerrequisitos mencionados y tiene claro sus objetivos. Tiene resuelto el problema de la coherencia, es capaz de actuar de acuerdo a lo que piensa y  siente. ¿Qué necesita? Necesita un método que le facilite tomar la más correcta y conveniente decisión. Y de eso se trata este artículo, de una propuesta que a mí me funciona. La he llamado  la metodología de la aurora, pues se trata de un ciclo de pasos que me recuerdan el amanecer.
Así va el método: veo la situación a resolver sin juzgarla. Me veo en ella, igualmente, sin juzgarme. Trato de comprender y conocer sus elementos componentes, el efecto que cada uno tiene sobre la totalidad. Me hago conciente de las emociones que me despierta la situación en general y sus elementos en particular. Ahora sí, comienzo a juzgar la situación y sus componentes, a desechar y a estimar opciones; me doy razones y escucho mis sentimientos despertados por cada una de ellas. Finalmente, decido y vigilo mi decisión. Y vuelvo a empezar. Procuro que mis decisiones me permitan seguir decidiendo.

La metodología de la aurora es para renovarse constantemente. No con principios y leyes, sino con decisiones. ¿Decidir qué? ¡Decidir lo que quieras! Por lo menos, así me funciona a mí.

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