domingo, 29 de marzo de 2015

UN ANALGÉSICO LLAMADO MITO

“En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias.”
Paco Moreno
¿Qué tan doloroso sería admitir que se odia a la propia familia? Se supone que nadie decente reconocería públicamente sentir tan terrible aversión hacia la propia parentela, así nos lo han hecho creer. Pero el sentimiento existe y mantiene despierto al dolor. Hasta que se es curado por el tiempo. Pienso que lo que ocurre es que se termina por maquillar los recuerdos. Así la vergüenza de la niña al ver a la madre alcohólica coquetearle al adolescente que le gusta a la niña, queda disminuida a un punto donde no pueda mantener insomne al dolor.
También ocurre algo parecido con las conversas diarias; omitimos ciertos detalles, subrayamos otros e inventamos algunos. Todo con tal de seguir adelante, sin frustraciones, con la vida diaria. Así los amigos tuvieron en la universidad las grandes aventuras amorosas, cuando en realidad sólo eran clientes de ciertas damas que, por lo general, trabajan de noche.
¿Es este comportamiento una patología? No soy psicólogo ni nada parecido, no puedo decir si lo es o no lo es, lo que sí puedo decir es que constantemente inventamos mitos para amortiguar el dolor, la vergüenza y la culpa. Para no acusar y acusarnos.
Pienso que el asunto se convierte en problema cuando el mito pasa de ser un analgésico a un anestésico. El primero suprime el dolor sin que se pierda la totalidad de la sensibilidad, cosa que sí ocurre con el segundo. Un insensible no se percata de su realidad y termina por enajenarse.
Viendo así las cosas, para que el inventar mitos no se convierta en enfermedad, nunca hay que olvidar que se trata de eso, de una mentira. Pero eso es muy difícil. Se necesitan ciertas cualidades, todas muy especiales; hay una que sobresale: aceptar que se es un mentiroso. Por cierto, aquel que necesita un analgésico llamado mito para soportar la vida diaria, nunca podrá aceptar, aunque sea en secreto, que es un mentiroso. ¡Maldito círculo vicioso!

domingo, 22 de marzo de 2015

ASÍ HABLÓ EL OTRO ZARATUSTRA

“¡Hoy me di cuenta que mi éxito no se trata de diplomas ni de una carrera llena de logros, me doy cuenta que mi éxito ha sido ver hasta hoy cada amanecer!”

Yessi Pedroza
Así habló el otro Zaratustra, el apenas nutrido, el tropical y tercermundista. El que mira los partidos de fútbol mientras come patacones, mientras bebe cerveza fría; él se disgusta cuando hace filas en los bancos, cuando lee en los periódicos el estado de mal salud de la nación. Él no fue a la universidad, pero tiene en su casa una biblioteca con libros que sí lee. Ese es él, sí, el otro Zaratustra. Un día habló, habló después de entender, o mejor dicho, comprender que ya amaneció y que ya no quedan excusas para el miedo a la oscuridad. Así habló y esto fue lo que escuché, mejor dicho, entendí, mejor dicho, comprendí:
Hoy es el día, hoy es el día, escuchen y comprendan. Comprendan y hablen. Hablen y nunca más callen. Escuchen, escuchen. La realidad es lo que existe, lo que existe es la realidad, nada existe fuera de la realidad.
La causa primera de la realidad no es el ser, la esencia inmodificable, es el devenir, el constante acontecer. El devenir es primero, el ser es después. Así que la realidad no es estática, siempre está en movimiento. La vida es el más interesante cambio que sufre la realidad. La vida es permanente transformación. El conocimiento es fruto del experimentar la vida, el conocimiento siempre está cambiando.
La vida no es un fenómeno que se sufre en solitario, la vida es un evento comunitario. Para vivir en comunidad lo más conveniente no es guiar el comportamiento habitual con creencias indiscutibles, sino con reflexiones dialogadas realizadas por los involucrados sobre su experiencia en la realidad. Sin diálogo no hay comunidad. Las creencias indiscutibles tarde o temprano terminan en totalitarismo.
Toda creencia es una arbitrariedad. Lo arbitrario disfraza la realidad y la vida disfrazada, no es vida conveniente, es vida correcta para aquel o aquellos que imponen la arbitraria creencia.
La vivencia prima sobre el creer. Para mantener la vida fuera de la cárcel de las creencias indiscutibles, hay que vivir la vida y reflexionar lo vivido y dialogar lo reflexionado y decidir juntos o en solitario sobre que hacer y hacerlo y seguir viviendo la vida. Así se demuele la cosa dogmática y se construye la persona humana.
El más perfecto compromiso de la persona humana, no es más que la conveniente realización diaria de las pequeñas tareas. A eso se dedica la persona humana.
Así habló el otro Zaratustra, el apenas nutrido, el tropical y tercermundista. Y con la mirada de un infante que ríe sin dar excusas, prosiguió el discurso mientras su piel era bañada por los rayos del sol recién nacido que evaporaban las gotas de rocío que aún quedaban en su cabello.
Y el otro Zaratustra habló, me habló.
La gran maestra es la vida y la vida es una experiencia. Mi maestra es la experiencia. La mayor experiencia que he tenido es llegar a ser yo mismo y ese evento me convirtió en un hombre feliz. Ser yo mismo no significa que alcancé una esencia incambiable; ser yo mismo significa que estoy conciente, aquí y ahora, de los cambios que están ocurriendo y ocurriéndome.
Mi felicidad consiste en pensar en libertad, en sentir en libertad y asumir la actitud que mejor me parezca. Sé que no puedo hacer y decir lo que me de la gana, puedo ofender a quienes me rodean. La libertad me ha obligado a ser responsable.
La responsabilidad es la habilidad de vivir en la verdad, de ver y aceptar lo hechos tal cual son, de asumir la realidad sin disfrazarla. Quien vive en la verdad es humilde, que es algo totalmente distinto a vivir humillado. Soy un tipo humilde, pero no permito que me humillen.
Soy humilde porque, por más que me duela, intento vivir sin desfigurar a la realidad; estoy aquí y ahora, y tengo una guerra permanente contra las preguntas malditas: ¿por qué a mí? ¿Por qué a mí no? También contra los detestables hubieras: si yo hubiera, si yo no hubiera.
En mi patria íntima soy libre, soy yo mismo, soy feliz. Sin embargo, sé que mi mundo interior tiene que negociar con el mundo que me rodea. Estoy aprendiendo a dialogar. Y me está costando dos mundos. Cuidado tres. Pero la vida ha sido muy buena conmigo, así que me siento obligado a aprender a dialogar con aquellos que me rodean. Además de ser soberano en mi patria íntima, he comprendido que la felicidad, mi felicidad, no es la risa permanente, también es el dialogo entablado con mis próximos para buscar el bienestar de la comunidad.
Y el otro Zaratustra siguió hablando, hablándome.
Lo que me importa, me importa y lo que no me importa, no me importa. Lo que me importa está aquí y ocurre ahora mismo. Lo que no me importa está lejos y fuera de este tiempo. El ego, mi ego, nunca está aquí y ahora, mi ego no me importa. El ser, mi ser yo mismo, siempre está aquí y ahora, mi ser sí me es importante. Mi ego es mi inconciencia, mi ser es mi conciencia. Y por estar conciente pude crecer y crecer me hace feliz. Cuando nuevamente caigo en la inconciencia no puedo crecer, no puedo ser feliz.
Y ese es mi dilema, puede que también sea el tuyo. Debo decidirme cada día entre gastar 24 horas en buscar excusas para mantener vivo el miedo a vivir o invertir 86 400 segundos en permitir que la vida me tome de la mano y me de razones para llorar o reír.
El otro Zaratustra así me habló.

domingo, 8 de marzo de 2015

DECIDIR O NO DECIDIR, ESE ES EL DILEMA

"Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino, para decidir su propio camino."
Viktor Frankl
Cuando nacemos somos empujados a tomar una decisión: vivir o no vivir. De eso se trata la famosa, y creo que desusada, nalgada del médico. La madurez, entonces, debería consistir en decidir autónomamente y no motivados u orillados por los otros.
Pero el acto de decidir necesita cubrir condiciones emocionales, existenciales y hasta políticas. Decidir también es un problema técnico. Partamos del supuesto de que quien vaya a tomar una decisión ya cubrió todos los prerrequisitos mencionados y tiene claro sus objetivos. Tiene resuelto el problema de la coherencia, es capaz de actuar de acuerdo a lo que piensa y  siente. ¿Qué necesita? Necesita un método que le facilite tomar la más correcta y conveniente decisión. Y de eso se trata este artículo, de una propuesta que a mí me funciona. La he llamado  la metodología de la aurora, pues se trata de un ciclo de pasos que me recuerdan el amanecer.
Así va el método: veo la situación a resolver sin juzgarla. Me veo en ella, igualmente, sin juzgarme. Trato de comprender y conocer sus elementos componentes, el efecto que cada uno tiene sobre la totalidad. Me hago conciente de las emociones que me despierta la situación en general y sus elementos en particular. Ahora sí, comienzo a juzgar la situación y sus componentes, a desechar y a estimar opciones; me doy razones y escucho mis sentimientos despertados por cada una de ellas. Finalmente, decido y vigilo mi decisión. Y vuelvo a empezar. Procuro que mis decisiones me permitan seguir decidiendo.

La metodología de la aurora es para renovarse constantemente. No con principios y leyes, sino con decisiones. ¿Decidir qué? ¡Decidir lo que quieras! Por lo menos, así me funciona a mí.

domingo, 1 de marzo de 2015

NUESTRA GUERRA

“La USÍA (Agencia de Información de Estados Unidos) es nuestra agencia para llevar a cabo la guerra cultural.”
Documento Santa Fe II          
En los años 80 del siglo pasado, la Agencia Central de Inteligencia, la famosa CIA, elaboró los Documentos Santa Fe. Estos escritos contienen propuestas estratégicas para contener la acometida comunista en América Latina. Y por supuesto, para consolidar en la región la hegemonía de los Estados Unidos de América.
Dos cosas me llaman la atención de estos documentos. Primero que responsabilizan a los militares yankis de transmitir a los militares latinoamericanos los valores democráticos. ¡Tortuoso eufemismo! Lo segundo es que coinciden con los postulados de Antonio Gramsci: quien conquiste la cultura de una nación, conquista el poder de esa nación.
Mientras muchos comunistas se dedicaron a acusar de reformista al intelectual italiano, la comunidad de inteligencia gringa fortaleció, aún más, el asedio a las culturas nacionales y mentes de los individuos. Por ejemplo, lo poco que todavía quedaba de los valores comunitarios fueron defenestrados y esa destrucción fue vestida con el camuflaje de libertad y democracia.
Ahora los pueblos originarios deben perpetrar elecciones tal y como la realizan los bostonianos; debieron despedirse de sus formas tradicionales de elegirlas. Así la lealtad a la comunidad queda sometida al uso de la tecnología.

Comprendo, porque al igual que la CIA sé que estamos en medio de una guerra cultural, que un aula de clase es un campo de batalla, un libro es una trinchera y el Internet es una torre desde donde un francotirador puede disparar sus reflexiones. Según el último balance, esta guerra la están perdiendo los pensantes y la ganan los idiotizadores. Pienso que ya no es posible mantenerse neutral en esta guerra. Hay que tomar partido. ¿De qué lado estas?