¡A las armas,
ciudadanos!
¡Formad vuestros
batallones!
La
Marsellesa
Aunque la Primera República fue
aplastada por la bota de Napoleón Bonaparte, haciendo parecer totalmente inútil
el guillotínico baño de sangre llevado adelante por el Incorruptible Maximilien
Robespierre; aunque el régimen republicano demoró poco más de ocho décadas en
reemplazar cualquier forma monárquica de gobierno. A pesar de estas y otras
vicisitudes, la Revolución Francesa marcó un antes y un después en el devenir
histórico de Occidente.
Gracias a ella se destruyó al
sistema feudal y a la monarquía absoluta, por lo menos en lo formal, dando paso
al nacimiento de las repúblicas de corte liberal. Se separó a la iglesia del
estado, permitiendo así la libertad religiosa y la convivencia ecuménica dentro
de una nación laica. La burguesía asumió el papel protagónico que en el Antiguo
Régimen tenía la nobleza. Se difundieron por toda Europa las ideas
democráticas. Y esas ideas llegaron al Nuevo Mundo e inspiraron las
independencias de las colonias iberoamericanas. Crecieron los movimientos
nacionalistas. El mundo político cambio y lo hizo para siempre.
En lo
personal, mis años de estudios en la Escuela República de Guatemala, donde hice
mi primaria, fueron iluminados por el canto de La Marsellesa. Pienso que dichas
notas calaron en mi infantil espíritu y lo convencieron de rechazar, ya de
adulto, a los tiranos. Ahora de viejo, además, rechazo con más fuerza a esos
tiranos enanos de la vida cotidiana, a los manipuladores.
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